miércoles, 23 de noviembre de 2011
REVOLUCIÓN
Belleza
la piel se estremece
se quiebra el aliento
el fuego quema y la pasión aparece.
Se curva la espalda,
las piernas se tensan.
La boca que busca
se encuentran las lenguas.
Se enreda la falda
y las manos alcanzan
lo que no pudieran.
Cuerpos que se juntan
como si nada perdieran
como si no hubiera mañana
como si nada más existiera
que el tiempo no pasara,
que allí se detuviera.
Que no arrebatara
la pasión y la belleza.
No hay nada más bello
que la unión apasionada
de dos cuerpos sedientos
de una noche enamorada.
martes, 8 de noviembre de 2011
De debates políticos, corrección gramatical y demás asuntos.
Porque yo estoy estudiando para ser filóloga, y por lo tanto, y aunque a mis oídos les duela, tengo que escuchar los distintos "dialectos" que existen en nuestra lengua.
Cual fue mi sorpresa al descubrir, anonada, que existe una nueva variación del castellano; es hablada por un espécimen cuyo nombre científico es Demagogus máximus, al que los amigos llaman Mariano, y otros, no tan amigos; Rajoy, a secas.
Ya que es de sobra conocido que este señor va a ser el próximo presidente de España, alguien debería enseñarle a usar la lengua oficial del país que va a gobernar. Porque, vamos a ver, señor Rajoy. Es maravilloso que quiera aprender inglés con el método ese de 1000 palabras (Já, me río yo de ese método, de todas formas, como Filóloga inglesa que seré), pero céntrese primero en repasar la gramática castellana. Como apuntes generales, después de haber contemplado ayer su competencia lingüística, creo que debería centrarse de dos aspectos básicos:
1) La concordancia en género y número. No se puede decir, por ejemplo: Estos mujer ¿Me sigue? Porque de esas soltó ayer bastantes.
2) La expresión: Hace muchas fechas ¿Disculpe? ¿Me lo repite? Ah, no, que ya lo hizo ayer en varias ocasiones. Hace algún tiempo, hace mucho tiempo, hace algunos meses... pero ¿Hace muchas fechas? ¡Eh! Pero bien, muchas y fechas concuerdan: Femenino y plural. Bieeeeen, vamos por el buen camino, señor Rajoy.
Y esto me hace pensar en varias cosas. Cosas que llevo pensando desde hace bastante tiempo. La política me ha decepcionado profundamente. Llegué emocionadísima al 15M, y salí escaldada. Y estuve bastante tiempo. Vale, seguramente era una ingenua, como muchos me dijeron al principio, iba demasiado esperanzada, creía que todo iba a ser mucho más fácil. Error mío. Pero, desde eso, y ante el inminente 20N, en el que saldrá elegido un señor, que, con todos mis respetos, es un tanto cazurro, (Aunque, oye, se lo voy a reconocer; mucho aplomo, mucha serenidad, y sobresaliente en oratoria. Habla mucho y no dice nada. Alucinante) mientras me planteo si es demasiado tarde para querer ser astronauta e irme a vivir al espacio, o irme a criar cabras a Nepal, aislada del mundo, pienso, muy seriamente, que España va a tener el gobierno que se merece. Y Rajoy no me cae mal. No me parece mala persona. Las que me dan un miedo atroz son las que están detrás de él. La Cospe y la Espe. Porque vale. El PSOE la ha cagado, y mucho. No es que la haya cagado, es que ha creado un pozo negro. Y como castigo, los españoles van a votar al PP. Agárrense a la silla, señores, que no saben dónde se están metiendo. Que a lo mejor luego lo hacen muy bien, y entonces me tragaré mis palabras. Pero si de verdad tienen soluciones a la crisis, y se las han estado guardando tanto tiempo, simplemente para poder ganar las elecciones, dejando que el gobierno se hunda más y más en la mierda, y el país con ellos, sólo para ganar... Pues sinceramente; que la gente se plantee si eso es lo que quiere.
Y parece que esté haciendo propaganda electoral. Pero no. Yo no soy del PSOE. Rubalcaba me cae mejor que Rajoy, desde luego, no lo voy a negar.
Pero señores... es que hay más alternativas. Hay muchos más partidos, con muchas propuestas, a los que los bancos no financian las campañas electorales porque no les interesa, porque no les dejarían gobernar desde la sombra. ¡Muévanse! ¡Investiguen! ¡No sean borregos!
Pero luego pienso ¿Qué haría yo si fuera presidenta del gobierno? Porque es difícil. Mucha responsabilidad. Y se me ocurren un montón de medidas, y de soluciones. Pero ¿Y si no me dejaran hacerlas? Porque en realidad quién manda en España, y en el mundo, es el dinero. Poderoso caballero es Don Dinero. Y así va el mundo.
Señores, váyanse al cuerno. Yo voy a votar a los verdes. Y que la fuerza les acompañe, que la van a necesitar.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Cementerio de libros.
¿Qué hago entonces, cuando pienso que 45 minutos en un exceso de tiempo considerable como para irrumpir en el aula? Me refugio en la biblioteca, ese mar de silencio lleno de respiraciones contenidas.
Me siento cómoda entre libros. Siempre ha sido así. A veces, mucho más que entre personas. Los libros esconden almas, historias, sentimientos, pero no mienten, ni insultan, ni incomodan. Son los perfectos compañeros. Los pensamientos de miles de personas de siglos distintos, reunidos en una misma sala ¿No es emocionante?
Y entre ellos, las ideas que aún están por nacer, las de los estudiantes que buscan la tranquilidad y el silencio que custodian los guardianes de papel y tinta, sepultados entre apuntes y más apuntes; exprimiendo las neuronas para memorizar, para aprender... Y sin embargo, cuando la concentración les abandone y su mente comience a divagar por mundos remotos de la mano de la imaginación, entonces, y sólo entonces tendrán LA idea.
No todos, pero quizás alguno se dejará seducir por ella, le dará nombre, forma, y creará algo que cambiará su vida, y puede que la de más gente.
Y yo, mientras tanto, seguiré en mi mesa de la última esquina, atrincherada en la sección de literatura, esperando a mi propia inspiración.
viernes, 28 de octubre de 2011
Ilusión
Si, el mundo está lleno de tiranos, de abusones, de ladrones refugiados tras las corbatas que se supone que les profieren ciertas categorías. Pero si ellos, con los bolsillos llenos de mentiras, de sonrisas falsas y apretones de manos envenenados, si ellos pueden conseguir lo que se propongan... ¿Por qué no vamos a poder los honrados?
Nos dice que no podemos. Nos inculcan que para triunfar en la vida hay que ser "espabilado". Pero con nociones negativas: Hay que saber mentir, pisotear, manipular.
Y yo digo ¿Por qué? ¿Por qué vamos a creer a los mentirosos?
Basta de negar con la cabeza y mantener lo brazos caídos. Seamos nuestros propios héroes, defendamos a muerte nuestras propias causas. Demostremos que el mundo no está perdido.
Es el conformismo y adoctrinamiento lo que nos mata.
Sólo hace falta un cambio de pensamiento.
Y ahí, amigos míos, es donde tenemos la gran ventaja. Porque el dinero en la mente no manda. Ese es el espacio en el que somos libres, libres de seguir, o de rebelarnos. Ya basta de quejarnos.
Rompamos las cuerdas que nos amordazan. Las cadenas no son lo suficientemente pesadas como para hacernos agachar la cabeza.
Que no nos pese el cerebro; para eso evolucionamos y andamos a dos patas.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Otoño
Paraguas multicolores que se mezclan al son de los chapoteos en los charcos. Gente aglomerada en la parada del tranvía, dando la últimas caladas aceleradas al cigarro mientras el gigante plateado se acerca, deslizándose silencioso por los raíles.
Bufandas con olor a naftalina, sacadas del último rincón de un cajón abandonado.
El invierno se acerca, ha muerto el verano.
lunes, 13 de junio de 2011
Ese viejo amigo.
Viejo amigo que dabas ese toque de luz a los días más ocuros.
¿Cómo puede un libro cambiar una vida para siempre? Es un baile entre almas, una seducción, un orgasmo espiritual en el que el entendimiento es pleno, y todo está claro, y en ese mar infinito de palabras, las palabras dejan de ser necesario.
Un pedazo del alma de quien lo escribió, que se funde para siempre con la tuya. Porque a partir de ese momento, lo llevarás en tu corazón para toda la vida. Puede que las páginas amarilleen y se arruguen por el uso, puede incluso que el tiempo las convierta en ceniza, pero seguirá ahí, inmortal, porque tú lo recuerdas, mientras vivas.
Cada persona tiene su libro especial, su gran amor. Puede querer a muchos, pero ninguno tocará su esencia como ese.
El mío fue, sin quererlo, el eje que dirigió mi vida. Quise ser valiente, quise hacer grandes cosas, quise soñar, crear universos paralelos, ser libre, y poder luchar por ello. Quise creer en la magia, y en que nada es imposible.
Y ahora, en los momentos bajos, cuando el tiempo se me escapa, quiero volver a tí con más ganas que nunca. Que me abraces con tus brazos invisibles, y me lleves a otra realidad donde yo no soy yo misma.
jueves, 26 de mayo de 2011
Reflexión de una acampada.
¿Por qué estás aquí? ¿Para qué? He oído estas preguntas hasta la saciedad, y aun así me parece que no hay consenso en la respuesta, ni si quiera cierta aproximación. Cada uno puede responder a título individual, pero hay tanta diversidad de opiniones que, para variar, no nos ponemos de acuerdo. Unos secundan unas cosas. Otros, otras. En la variedad está el gusto, pero también el cansancio de intentar coincidir. La búsqueda de algo que de verdad nos una. Y hay algo. No nos gusta lo que hay. Pero parece no ser suficiente. Porque la gente quiere propuestas. Nos animan a seguir, pero quieren que les demos las soluciones que lo políticos no han sabido darles. Si no hay propuestas, se acaba el apoyo. Porque la ilusión se desgasta. Porque propuestas hay muchísimas, pero que se aprueben en la asamblea, ninguna. Porque siempre hay alguien que discrepa. Y hay mucha gente de desprecia el sistema de mayorías. O de minorías. O cualquier sistema, ya puestos. Y esto produce frustración, enfado, roce, y sobre todo, agotamiento. Soy del comité de apoyo emocional, y a veces me cuestiono mi capacidad de estar en dicho comité, porque yo misma cambio de estado de ánimo 30 veces al día. Pero cuando estoy en el punto más bajo, siempre hay algo que me ayuda a seguir. A no abandonar. La esperanza es lo último que se pierde, y yo me agarro a la mía con uñas y dientes.
¿Por qué estoy yo aquí? ¿Para qué? Porque soy una idealista, y quiero cambiar el mundo. Sí, soy joven. Tengo 21 años. Pero si no puedo soñar ahora ¿Cuándo voy a hacerlo? El 15 de mayo pasó lo que pasó. El 16 siguió pasando. Y por la noche, empezaban a surgir acampadas en otras ciudades de España además de en Madrid. Veo en twitter que se convoca una acampada para Zaragoza. Algo se está moviendo. Lo empiezan a llamar “Spanish Revolution”. Se lo digo a mis amigos. Quiero participar en eso. Sea lo que sea, quiero estar ahí. Ellos también. Así que el martes 17 a las 12, salimos de la universidad y acudimos a la plaza del Pilar. Allí hay unas 20 o 30 personas. Algunas que se van, otras que vuelven. Todos vamos a ver de qué va eso. Hay muy buen rollo. Todos queremos hacer algo, ser útiles. Empezamos a movilizarnos. A media tarde traen dos carpas pequeñas. Nos pegamos un buen rato haciendo pancartas. Por la noche ya somos más de 50. Hacemos la primera asamblea. No tenemos micro, ni altavoz. Nos cedemos la palabra pasándonos una esterilla. Ese día me voy a dormir con una sensación maravillosa. Todo el mundo habla, todo el mundo se respeta. Nos hemos reunido espontáneamente, y todo ha salido bien. Formo parte de algo, de algo grande, de algo importante. He dicho una cosa, y todo el mundo me ha aplaudido.
Conforme viene más gente se va haciendo más difícil. Porque hay aún más opiniones. Y parece que mucha de la gente que va llegando tiene ideas que difieren bastante de lo que queríamos en esa primera asamblea. O a lo mejor es que no lo teníamos muy claro, y conforme se han ido viendo más ideas, lo único que hemos ido aclarando es lo que no queremos.
El campamento ha crecido hasta límites que aquellos que estábamos la primera noche no podríamos haber imaginado. Estamos perfectamente organizados. Somos una micro-ciudad hiper-eficiente. Pero en mi opinión, tiene fecha de caducidad. No sé cuál. Pero la tiene. Porque ¿ahora qué? El campamento era un medio para conseguir una meta mayor, pero esa meta se ha vuelto invisible, o muy lejana, porque ya no hay acuerdo respecto a cuál es, y el campamento la ha sustituido como fin.
Me encanta el campamento. Es como una isla en el tiempo y el espacio en la que he conocido a un montón de gente que en otras circunstancias no habría conocido, y la que ya quiero. He hablado mucho, he pensado mucho, y mi mente se ha expandido un poco más. Y tal valiosa experiencia, me ha hecho pensar, a pesar de los momentos de desesperación profunda, que tal vez la meta no era otra más que conocernos, encontrarnos, escucharnos, y aprender a comprendernos un poco mejor.
Y ahora sí que puedo responder abiertamente a esa pregunta. ¿Por qué estoy aquí?
Porque estoy cansada de la España pasiva, dormida, que no se inmuta ante nada, que permanece desunida e incomunicada. Que padece cada injusticia sentada en el sofá, lamentándose y auto compadeciéndose, sin hacer nada por cambiar. Pero algo ha cambiado. Hemos despertado, hemos reaccionado por fin, después de tan largo letargo. Somos pocos, pero somos más que antes, y hemos conseguido que la gente se pregunte cosas, se cuestione cosas, se informe, sienta curiosidad, salga de sus casas y acuda a un foro ciudadano en el que dejarse oír.
Tal vez no debamos hacer propuestas sobre temas políticos, o económicos. Al fin y al cabo, somos muy poquitos, y no representamos a la mayor parte de la población. A lo mejor simplemente tenemos que seguir despertando a diferentes personas, a su capacidad de juicio y su sentido crítico. No somos quienes para tomar decisiones. No somos los que más sabemos. Pero si los más activos, creativos e imaginativos. Nosotros tenemos la mente despierta. Y yo quiero despertar más mentes. Quiero menos borregos y más personas.
A lo mejor, e irónicamente, nuestro cometido sea invitar a la reflexión.
lunes, 16 de mayo de 2011
De autobuses y cosas espontáneas.
Hoy estaba sentada en el autobús junto a un señor orondo. Un señor de estos que ocupa su asiento, y mitad del tuyo, y entre su considerable volumen y tu cadera ancha se produce una lucha de átomos por ocupar un mismo espacio que no podía acabar bien. Y ahí estábamos él y yo, yo y él, tratando de acomodarnos en la incomodidad, con un calor pegajoso de tormenta, y un intento de brisa que entraba por la microscópica ventanilla del autobús. Y es que los autobuses tendrían que ser más anchos, digo yo, porque son en cierto modo discriminatorios. Sólo hay dos asientos grandes, para gente grande, en todo el autobús. Y encima son los mismos que los reservados a ancianos o embarazadas, o madres con bebés. Que luego encima, esos asientos no los cede ni Dios. Y ves a una quinceañera flacucha sentada en el asiento que le correspondería al señor orondo, y ni estando tan espatarrada como está ocupa un tercio del asiento. Y mientras, él y yo apretujados. Que ha habido un momento en el que he temido por mi vida, porque hemos cogido una curva al puro estilo Fitipaldi, y el señor se ha balanceado peligrosamente sobre mí. Como cuando te montas en el saltamontes, y el que te cae encima pesa más que tú. Y encima el pobre intenta evitar que todo su peso te escachufle (escachuflar es una hermosa palabra, pero Word no me la admite y me la subraya en rojo. Odio cuando Word se cree que sabe más que yo) agarrándose con todas sus fuerzas al otro extremo del vagón/asiento/como quiera que se llame la cosa del saltamontes. Y el señor ha hecho más o menos lo mismo. Y yo he dado gracias al señor que diseñó el autobús de Tuzsa, porque al menos puso asidores al alcance.
Pero bueno, que yo no quería hablar de los autobuses, que es un tema que da para mucho, y está muy presente en mi vida, pero no.
El caso, que nos hemos parado en un semáforo, y al señor orondo le ha dado por mirar por la ventana. ¿Y qué ha encontrado? Pues a un señor en chándal haciéndole señas como un poseso desde la acera de enfrente. Se han saludado. Se han sonreído. Y de pronto, al señor orondo le ha dado un ataque de espontaneidad. Se ha bajado del asiento (sin preocuparse esta vez por mi integridad física), ha corrido hacia la salida y vociferado: “¡Abra la puerta!” en un intento desesperado de encontrarse con su amigo, que miraba desde la otra acera, sin moverse, esperando a que el señor orondo llegase hasta él, para abrazarse, darse la mano, o unas palmaditas en la espalda, como viejos amigos que hace mucho que no se ven, preguntarse ¿Qué tal? ¿Y la familia? Y a lo mejor hasta irse a tomar una caña, para contarse batallitas. Eso es lo que me imagino que habría sucedido, porque al conductor no le ha dado la gana de abrir la puerta.
Sea como sea, ese acto de espontaneidad del señor orondo me ha sacado una sonrisa. Se ven muy pocos gestos de afecto como esos cada día. No dudo que la gente se quiera. Pero emocionarse tanto por ver una cara amiga… a lo mejor es que estamos demasiado ocupados en nuestro propio universo. Con los cascos, mirando por la ventana para evitar la mirada de las personas con las que nos cruzamos. ¿Qué ha sido del hombre como animal social? Parece que ahora, si no conocemos a los demás, no guste aislarnos. Los gestos de afecto son cada vez más escasos.
Con lo fácil que es regalar una sonrisa, que a su vez inspire otras.
En este mundo hacen falta menos metralletas, y más abrazos.
martes, 5 de abril de 2011
21
Qué curioso es el ser humano. Cuando miro mis notas, escritas deprisa, a horas intempestivas, con letra irregular, me asombro a mí misma ¿De verdad tengo esos instantes de lucidez? Siempre he presumido de conocerme muy bien a mí misma. Eso es cierto en lo que a mis defectos se refiere. Pero sigo quedándome pasmada ante mis muestras de genialidad. Genialidad, sí. No por pecar de orgullo. O sí, qué cojones. Y sí, me apetece decir cojones. Si Reverte puede escribir un ensayo sobre "cojones", por qué no voy a poder yo ni mencionarla.
Soy orgullosa, mandona, impetuosa, hipersensible, emocionalmente inestable, fura, irascible, cabezota, territorial, dura, cortante, multipolar, porque lo mío no es bipolaridad... si sólo fuesen dos caras lo que yo tengo, otra gallo cantaría.
Pero también soy cariñosa, leal, sincera, interesante, oyente permanente, consejera, fiel, amable, educada, respetuosa, inteligente, misteriosa...
Una cajita de sueños e incertidumbres, y sobre todo humana, muy humana.
Me da miedo lo que no puedo controlar, y cambio del llanto a la risa y viceversa con una facilidad alucinante. Tan pronto me apasiono con algo hasta rozar la obsesión, como me canso de todo, y no tengo ganas de nada. Me gusta criticar, discutir, llevar la voz cantante ser la mejor en todo. Soy egoísta a la par que desinteresada. Me gusta hacer regalos, escribir, dibujar, escuchar música, leer, subirme a un escenario, analizar comportamientos ajenos, las puestas de sol, el olor a libros nuevos.
Me gusta mi ingenio, hacer sonreír a la gente, que se sientan agusto a mi lado. Odio que me lleven la contraria, que me tomen por tonta, que me giren la cara.
Me gusta Diego, me gusta hablar con el, de todo y de nada, hacer el amor, leerle en voz alta, gastarle bromas, tomarle el pelo, pelear de cachondeo, las cosquillas, cocinar juntos, o mejor, verle cocinar, planear viajes, soñar, llevarle al teatro, ver Friendas acurrucados en la manta, pasear de la mano, echar carreras con la bici, que me de la paliza con cosas de internet, y me gusta quererle, y que me quiera.
Me gusta la lealtad de Marco, el idealismo de Borja, el apoyo de Blanca, la escucha de Edu, la complicidad de Marina, las ensoñaciones de María, las confidencias de Carlota, el pelo de Ana (lo adoro), la genialidad de Oier, la simple y maravillosa complicación de Miguel, las divagaciones de Nacho, los cafés con Adriana, poner al día a Paloma.
Me gusta gustarles y sentirme gustada.
Aunque a veces sea insoportable, iracunda y pesada.
Sé que debería liberarme de la ambición si quiero ser plenamente felíz, pero no ambiciono tanto; mis sueños no me los quita nadie, y no quiero renunciar a ellos, aunque sea apuntar muy alto.
Me encanta ver fotos antiguas, y les tengo especial cariño a las que salgo en brazos de mi primo Fernando,, y parezco la niña más felíz del mundo.
Quiero a mi hermano Diego, y le echo muchísimo de menos, y no hay día que no piense en que ojalá hablásemos más, más a menudo, y me contara sus cosas como hacía hace años.
Tengo la mejor madre, y la gata más gorda, pero ellas forman mi hogar. Y aunque suene cruel decirlo, echo más de menos a mi gata cuando me voy que a muchas otras personas.
Soy voluble, histérica, paranoica, divertida, apasionada, espontánea, manipuladora, transparente y marimandona.
Y qué cojones; soy libre.
Hoy cumplo 21, y no me cambiaría por nada del mundo.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Melancolía
Melancolía. El pan de los artistas. El intento de recuperar lo que una vez fue; incluso sabiendo que el tiempo no perdona, y que nunca más será.
Melancolía. El saber que alguna vez existió la felicidad. La sombra de la calidez en el corazón. Mariposas agujereadas en el estómago. Sonrisas nostálgicas que apenas encienden los ojos. Tarta de cumpleaños sin empezar. Velas consumidas, corchos de vino perdidos bajo el sofá, que hace mucho tiempo que perdieron su olor intenso. Esa intensidad que en algún momento se mezcló con la pasión, y arrancaba vestidos, y hacía volar los tacones, sin importar que no aparecieran hasta la mañana. Desayunos a carcajadas. Sábanas manchadas de café. Fresas con nata. Chocolate. Y otro café.
Melancolía. El sonido traqueteante de un tren antiguo. El olor de una rosa. Los pétalos marchitos sobre el mantel. Bufanda de lana roja. Porque no podía ser de otro color. La cafetería de la esquina, con ecos de juventud, largo tiempo olvidados. Películas antiguas en la oscuridad. Cabinas de pintura descorchada. Céntimos abandonados. Cobro revertido.
Melancolía. Imaginación nostálgica de lo que el pasado pudo ser. Arrugas de expresión. Dormir poco. Preocupación. Chascar la lengua. Dejar el boli. Enredos en el pelo. Un lienzo roto. Acuarelas secas. Cortina tupida que esconde de la luz. Colchón que abraza, almohada con bultos. Un peluche desgastado. Cartas amontonadas. Postal de vacaciones. Firma fugaz. Maletas y una puerta. Repiqueteo de pisadas en el parquet. Lluvia, niebla. Gris. Colores en el viento. Estrellas que se apagan. Cuarto menguante.
Noches en vela veladas por la melancolía.
Sólo soy contigo
El mundo se desmorona, y nosotros nos amamos.Ayer vi un documental en el que Eduard Punset, perona a la que admiro incondicionalmente, presentaba su nuevo libro: Viaje hacia el amor. Decía que, toda persona que hable de la felicidad, tienen que pasar obligatoriamente por el amor. Todas las encuestas muestran que, la gran mayoría de la gente, opina que el amor es el motor de la felicidad, antes que la salud, muy por delante del dinero.
Mi espíritu reblede tiembla de emoción ante las revueltas que pueblan las portadas de periódicos y telediarios, y nosotros nos amamos.
Sigo soñando con mil y un países, con recorrer el mundo entero, y nosotros nos amamos.
Y sin embargo, en el corazón, ésto casi no pesa, porque nosotros nos amamos, y el mundo ya me da igual.
Ayer pensé, una vez más, en cuánto me ha cambiado el amor. En cuán vacía e incompleta me sentía antes; en que ahora soy, antes sobrevivía.
Ayer me lancé a soñar con mil y una posibilidades de vida, pero ningun sin él.
Yo ya no soy sin tí, cómo dice Fito, yo sólo soy contigo.