lunes, 18 de enero de 2010

Corazas

Parece que el adjetivo calificativo "sensible" tenga un tinte negativo. Un matiz implícito que lo rlaciona con la palabra "debilidad". Si le dices a alguien que es sensible, es bastante posible que se ofenda. Yo me incluyo.

Sin embargo, ayer me paré a pensarlo. ¿Qué significa sensibilidad? No sé cómo lo definirá el diccionario, yo diría que es aquella cualidad que nos hace sentir, percibir sensaciones, y, a consecuencia de ello, expresarlas.

¿No sería pues un símbolo de humanidad? ¿No debaría implicar empatía, capacidad de emoción... en vez de debilidad? ¿Dónde está escrito que la dureza y la frialdad sean cualidades positivas?

El sur humano es el único animal capaz de llorar. El cocodrilo no cuenta. ¿No será pues el llanto una manera maravillosa de demostrar que algo se a conmovido en nuestra alma? Es cierto que aquello que produce lágrimas suele ser la tristez, el dolor, la rabia... Pero creo recordar que existen las lágrimas de felicidad.

El mundo de piedra en el que vivimos nos ha inculcado que hay que tragarse esas lágrimas. Que los hombres no lloran, y por tanto, las mujeres con un mínimo de orgullo, tampoco.
No me extraña que haya tantos asesinos, tantos locos, tantos maltratadores, espíritus pétreos, inamovibles, que han perdido todo rastro de humanidad.
Aquello que no se exteoriza, explota, y nos destruye por dentro.

Llorar ayuda a sacar lentamente el sufrimiento, y sirve de bálsamo calmante. Conlleva el equilibrio emocional. Una persona que ha perdido la capacidad de llorar es un caso preocupante.

Yo lloro. Lloro al menos una vez a la semana, según algunos. Pudo llorar por rabia, por frustración, por tristeza, por melancolía, por dolor. Lloro, y el momentáneo sufrimiento se alivia, y puedo volver a razonar. Llorar no me hace infeliz. Me ayuda a valorar mi felicidad. Puedo llorar una mez a la semana, pero me río bastantes veces al día. Por no decir que me paso el día riendo. Creo que es un buen porcentaje.

Lloro y río porque siento, y al sentir estoy viva.

No tengo que pedir perdón por ello. No me avergüenzo, ni me da miedo reconocerlo. Soy sensible, y soy valiente, porque no me da miedo sentir.

Puede que el valor esté reservado a las personas que todavía admiten que tienen corazón. esas son las realmente fuertes.

jueves, 7 de enero de 2010

Vender poesía

La poesía no se debería vender, y sin embargo la vendo.
Como persona nadie me puede comprar, como escritora tengo precio.
El afán de gloria, de fama, de inmortalidad, es mi condena, y acepto esta pena con lo que me queda de dignidad.

Cambio un verso por una moneda, o eso pienso, pues todavía no he escrito nada que pueda interesar a un comprador.

Pero, ¿merece algo la pena si su valor es metálico? ¿Cuándo surgió la pasión inspirada por el tintineo del bolsillo? ¿Acaso no languidecían los bohemios hambrientos en cuartuchos oscuros de París?

Los árboles desnudos de mi calle parecen desarmados bajo la luz mortecina de este día gris. Podrían ser hermosas estatuas de madera cubiertas por una grágil capa de nieve, delicada; tanto que puede esfumarse con un soplo. Pero pienso en vender la belleza y ésta desaparece.

No puedo vender poesía. La poesía no se vende. Tan solo se regala. Se entrega a sí misma desinteresadamente. Pero no es una esclava. Va y viene, deleita nuestras mentes humanas, y se marcha cual musa caprichosa cuando quiere, abandonándonos en nuestra fría soledad.

Arde y enciende, pero no quema. Conmueve y transporta. Fluye estando quieta.

Vuela, alma, vuela.

Vuelve, musa, vuelve.

Regalo poesía a quien la quiera.