miércoles, 25 de febrero de 2015

Los dos tigres.

Los ojos dorados, enfrentados. Un tigre contra otro tigre. Uno enjaulado; el otro libre. Tal vez sean un reflejo, tal vez un desdoble. Dos caras de la misma moneda, que en vez de darse la espalda, casi se besan.
El tigre preso, ansioso entre los barrotes, da vueltas y vueltas.
El tigre libre permanece quieto, a la espera. Contemplando a su alter ego.
Puede que no pueda marcharse sin él, puede que no quiera.
Y así, el tiempo pasa en constante estado de pausa; el verano, el otoño, el invierno, la primavera.

Y ninguno tiene lo que anhela.

¿Cómo quedó encarcelado el tigre? Hay una leyenda.
Dicen que nació entre las rejas, y una noche, en sueños, de tanto mirar más allá de ellas, un pedacito de su alma consiguió atravesarlas, incorpóreo, y se materializó en gemelo de afuera. Con el mundo a sus pies.
Pero siempre volvía a la jaula, de cara a ella. Pues no podía alejarse de su parte presa.
Y ahí sigue, mirando, mientras trata de descubrir la manera de fundir, quebrar, destrozar las injustas cadenas mientras su yo de dentro se consume y se desespera.

¿Cómo acaba todo?
No lo sé, es una leyenda.
Continúan a la espera.

jueves, 5 de febrero de 2015

Mi famosa talla 38.

Que el mundo está enfermo no es ninguna novedad, al menos para aquellos que miren un poco más allá de sus propias narices, pero el grado de estupidez al que se está llegando sólo puede acabar con la extinción del ser humano por un simple motivo de selección natural. 

El ser humano es superficial por naturaleza. Al menos de primeras. Es muy bonito decir que la belleza está en el interior, que también, pero lo cierto es que nuestra parte instintiva y animal nos impulsa a buscar ejemplares adecuados para la reproducción y la supervivencia de la especie. Y nuestra mente racional ha ido asociando esa búsqueda a los llamados cánones de belleza. Por ejemplo, en el Renacimiento, todas esas pinturas de mujeres voluptuosas muestran el ideal de belleza de la época. Por una simple razón; en una época en la que más de la mitad de la sociedad pasaba hambre, estar entrada en carnes  significaba buena alimentación, dinero y prosperidad. 
Y es que la belleza, al fin y al cabo está en el ojo del que mira. 

Pero en este siglo en el que las imágenes nos bombardean sin piedad, nuestro instinto de supervivencia ha dejado de indicarnos que la belleza es sinónimo de salud. Y llegó la era de de la escualidez. Modelos que parecen niñas hambrientas, todo piel y huesos, que sufren y promueven enfermedades tan peligrosas como la anorexia o la bulimia. Llegamos al extremo de idiotizarnos tanto como especie que criminalizamos nuestra función básica de alimentación, con sus terribles consecuencias. La era de la información y la comunicación tiene un lado muy oscuro. Todas las adolescentes sufren ese terrible acosos desde las revistas, Internet, carteles publicitarios, televisión en los que mujeres que parecen sacadas de cuadros del Greco miran con desprecio desde detrás de los 5 kilos de maquillaje que las deshumanizan. Una mirada de desprecio que acaba por transportarse a una misma cuando se mira en el espejo por las mañanas. En mayor o menos medida, todas hemos tenido uno de esos días en los que te ves y piensas "estoy gorda". Y nos lo decimos como un insulto. Y nuestra autoestima desciende en picado cuando nos comparamos con esas "diosas" de papel y photoshop. 

En algún momento no definido, porque es imposible parar el tiempo en esta sociedad acelerada, alguien empieza a darse cuenta de los perjudicial que es eso. Del daño que se hace a muchas mujeres en los años más cruciales de su vida para definirse como personas. Se empiezan a oír voces de "no es sano, las modelos no pueden matarse de hambre, que ejemplo están dando". Y aunque ese ideal de belleza sigue estando ahí, empieza a crearse la idea contraria.

Y cuando digo la idea contraria, no me refiero a que se ponga por estandarte la salud, que debería ser la conclusión lógica. No.
Lo que está pasando es que gracias al poder de McDonalds y otros restaurantes que venden mierda y que ayudan tanto a promover la obesidad, el número alarmante de personas obesas está empezando a convertirse en algo normal en el primer mundo. 
Y entonces surge el fenómeno de la "gordibuena". Ese que reivindica que el idea de belleza debería asentarse sobre unas buenas lorzas. Y aunque todavía es un proceso en desarrollo cada vez leo más artículos, veo más fotos que ensalzan la idea de que tú con tus 90kg y tu 1'70m estás estupenda. Porque tú lo vales. Pero es que no acaba ahí la cosa. Va más allá, con artículos virales que versan sobre "la famosa talla 38", en los que parece que llevar una 38 es sinónimo de sufrir alguna enfermedad alimenticia, y frases del tipo "a los hombres les gustan las mujeres con carnes, los huesos a los perros". 

Y ahí ya me enciendo. Y por varios motivos. 

Para empezar, que las tallas 38 y 40 son las más vendidas en nuestro país. Yo llevo la talla 38 y jamás me he considerado excesivamente delgada. De hecho según mi último reconocimiento médico, tengo una constitución normal. Normal, que quiere decir saludable. Partiendo de la base de que no existen dos cuerpos iguales, que las tallas no deberían ser patrón de nada porque las formas, la altura, la estructura ósea y la musculatura varían de una persona a otra, me parece una aberración decir cualquier tontería relacionada con esto. Porque si una mujer es una cabeza más alta que yo, probablemente pese más y lleve una talla diferente. Y eso no quiere decir que esté gorda, que esté delgada o que su tía abuela le cosa los jerseys. El colmo es que yo, habiendo sentido complejos de medir más de lo que debería por la rama de la escualidez, ahora me vea atacada por la rama del sobrepeso por estar demasiado delgada. Es, simple y llanamente, ridículo. 

Pero lo que más me ofende,y que es la raíz de todo el problema, es la segunda frase: "A los hombres les gustan las mujeres con carnes, los huesos a los perros". 
Repito, la belleza está en los ojos de quien mira. Y nuestro gran error es seguir poniendo ese punto de vista en los ojos de los hombres. Respaldando, inconscientemente, la idea machista que sigue sobrevolando de forma callada nuestra sociedad, de que las mujeres no somos más que un objeto, un trozo de carne hecho para que los hombres lo admiren. 

Tu peso, tu talla, no deberían definirte como persona. No deberías sentirte mal por pesar más o menos que las chicas del photoshop. Esa es la idea enfermiza. El vendernos como producto para la galería, y que si no cumples el estándar de calidad proporcionado por el patriarcado, no vales ni la mitad. 
La tendencia en contra de la imagen de la anorexia no debería ser abogar por la obesidad, sino por la salud de cada una, que al final del día es lo que va a hacer que estés bien o no. 
En todo caso, como paso evolutivo para acercarnos más a nuestra racionalidad, deberíamos empezar a luchas contra esa superficialidad basada en la búsqueda de pareja para la reproducción, no movernos dentro de ella de un extremo a otro como un péndulo; lo bello es la delgadez, lo bello es la gordura, lo bello es la delgadez, lo bello es la gordura. 

Hoy es el día de la mujer. Que la belleza al mirarnos esté en nuestros propios ojos y no dependa de la visión de nadie más. Que nos importe nuestro bienestar, y nuestra salud. Que dejemos de maltratar nuestros cuerpo viajando de un extremo a otro.
Estar sano contribuye a ser feliz.