domingo, 20 de octubre de 2013

Despertares

La persiana rota perdiendo la lucha contra los rayos del sol. La calidez de la pared al reflectarlos. La alarma que rompe la barrera del sonido y hace eco en los oídos hasta que rompe las murallas de mi sueño. Esos muros de infranqueable paz interna donde el surrealismo y la locura son cosas positivas. A veces, cuando la alarma irrumpe, esa noción traspasa los límites de la realidad, pero parece que en el mundo de los vivos ya no es algo tan bonito. Y acostumbrada a ser la reina de mi imperio de la imaginación libre, hago el monumental esfuerzo de desperezarme entre la mantas y despertar, dejar que comience un nuevo día. Un nuevo día que concluye con mi eterna huida a mi propio mundo, donde la fantasía de que tengo el control sobre algo no es tan ilusoria. Porque aquí, en Zaragoza, el 20 de octubre de 2013, me vuelvo a dar de bruces con el mito del eterno retorno. La cadena que por más que me rebele no varía su rumbo, porque tal vez no soy tan lista como yo creo, y no me permite escapar. Soy consciente de muchas cosas, pero no puedo cambiarlas. Me intento obligar a pensar en África, a minimizar mis grandes dramas, pero ha pasada un mes, y parece muy lejano. Y los dramas parecen muy grandes. Y me siento idiota. Cansada de la persona que se esconde entre las mantas cada noche para volver a sus sueños, después de un día duro de lucir la armadura de la seguridad, de la auto confianza más absoluta, cuando la vida no hace más que lanzar granadas que traspasan esa defensa y van minando la moral. Volví curada. Pero hay demasiados enemigos que perturban mi paz con el universo. Veo cómo alzan las espadas, y yo, creyéndome más fuerte y más valiente, me lanzo hacia ellos convencida de que no pueden herirme. Pero la armadura es una ilusión, tan irreal como mi castillo de los sueños. Y el final de la historia es que siempre acabo sangrando. Las heridas pequeñas no duelen tanto, pero escuecen. Y el escozor siempre despertó mi rabia. Buenos días, mundo. Preparada, o no, para la batalla. 

jueves, 10 de octubre de 2013

Las cuatro estaciones.

El verano es para las bicicletas y el amor, el otoño para los largos paseos bajo el paraguas mientras se recita poesía, en invierno corresponde retozar bajo el edredón, y en la primavera, con un beso de despedida, decir: "Hasta más ver".

miércoles, 9 de octubre de 2013

Rebelde

Ella casi siempre se toca el pelo. No porque esté nerviosa, sino porque le gusta el tacto suave. Se toma los cereales sin leche, y se come a cucharadas la espumita del café. Se queda mirando las luces de los semáforos por las noches. Le gusta inventarse la vida de la gente en el autobús. Imaginarse las formas de las nubes. Viajar en tren con la música a todo volumen mientras su mente trama todo tipo de historias. Carga siempre con la cámara para hacer de lo efímero algo inmortal. Escribe para ordenar su pensamiento acelerado e inconexo. Llora cuando tiene ganas. Ríe casi siempre. La vida le parece bonita aunque tenga cuestas amargas. Cree que es rebelde porque el mundo le ha hecho así. Pero en realidad es rebelde porque eligió serlo. Y es rebelde, sobre todo, porque ama la libertad, y no le produce ningún miedo.