lunes, 10 de noviembre de 2008

El sentimiento prohibido

Hace mucho tiempo, cuando el mundo estaba oculto en las sombras y el silencio, un sentimiento rompio aquel aura de misterio.
Nadie sabia de donde habia venido, ni como habia empezado, ni como acabaria.
Solo sabian que sonada potente como un campanzo, limpio como un dia de primavera y calido como la brisa de verano. A ese sonido le llamaron risa.
Pero... que era aquel sentimiento? Por que inundaba sus corazones de felicidad? Como habia conseguido romper la urna de cristal de la sala de los sentimientos prohibidos? Y, como podrian pararlo?

Los diez sabios mas sabios se reunieron bajo el arbol de hojas de estrella, ya que aquel era un lugar sagrado, pues era el unico lugar en el mundo en el que habia algo de luz. Despues de mucho discutir, decidieron que debian ponerle un nombre.Y le llamaron AMISTAD.
Una vez resuelto esto, solo habia que averiguar como pararlo, pues si habia estado prohibido, por algo seria.
Siete lunas pasaron, y los sabios no consiguieron dar con la solucion al promebla.
Finalmente, el mas joven de ellos, cansado de dar vueltas y vueltas en un circulo infinito, alzo la voz entre sus companieros, y dijo:

- Y por que queremos pararlo?

Los nueve sabios restantes lo mirarion atonitos.

- Porque es un sentimiento prohibido - respondio uno de ellos
- Y por que lo es? - insistio el joven - A mi me gusta a sensacion que produce. Es algo calido, luminoso, especial...

Y mientras pronunciaba estas palabras su corazon comenzo a emitir una luz dorada. Asustados, los otros sabios echaron al joven del consejo, pues su corazon brillaba.
El, sin embargo, no se entristecio, sino que marcho caminando, sin perderse, pues la luz que emitia su pecho iluminaba a su alrededor. Y pudo ver muchas cosas que no habia podido ver en las sombras. Y a cada persona que se cruzaba en su camino le ofrecia un poco de su sentimiento.

Al principo, la personas se mostraron reticentes, pero viendo la alegria que emanaba el joven, decidieron darle una oportunidad. Y sus corazones tambien se volvieron luminosos.

Muchas lunas despues, el joven volvio al arbol donde los sabios todavia se hallaban reunidos. Adentrandose en el circulo, les dijo:

- La respuesta a vuestro problema es muy simple. Por que no mirais a vuestro alrededor? No os dais cuenta de que ya no estamos sumidos en las sombras, de que ahora una luz brilla en el corazon de las personas?
- Cual es la respuesta, entonces? - inquirio uno de ellos. El joven sonrio.
- La respuesta es que la AMISTAD no se puede parar.

martes, 4 de noviembre de 2008

Un cuento

La niña estaba sentada en una piedra, mirando el camino solitario.
Le caían lágrimas por las mejillas porque se había perdido, y no encontraba a sus acompañantes. Ya había pasado un buen rato desde que el sol se había escondido tras el horizonte, y ahora una bóveda de estrellas cubría su cabeza, pero ella no era capaz de verlas, ya que tenía la vista nublada por el llanto.
Se abrazó las rodillas, escondiendo la cabeza, y rogando que la luz volviese pronto.

-¿Por qué lloras? – preguntó una voz.

La niña levantó la cabeza. Ante ella se encontraba un niño flacucho y despeinado de su misma edad.

-Porque me he perdido
-¿Te has perdido? ¿Cómo es eso? – el niño la miró extrañada.
-Pues, no lo sé. – la niña hipó – me dí la vuelta un momento, y cuando volví a mirar hacia delante, estaba sola. Todos se habían ido sin mí.
-Y ¿Por qué no has seguido andando?
-Porque no sabía a dónde ir.
-Pero si sólo hay una dirección – rió el niño – No tenías más que avanzar.
-Me daba miedo – protestó ella – Y además ¿Y si vuelven a buscarme?
-Si volviesen a buscarte, los encontrarías por el camino. No hay bifurcaciones en este camino.
-Deja de burlarte de mí – la niña volvió a llorar – esperaré aquí hasta que vengan a buscarme.

El niño la miraba atónito, pero decidió no insistir y seguir adelante.
La niña se arrepintió al momento, pues se sintió aún más sola. Volvió a enterrar la cabeza entre las rodillas, y cerró los ojos, decidida a esperar que llegase el día.
No había pasado mucho tiempo cuando notó unos golpecitos en el hombro. Levantó la vista y vio al niño, que la miraba sonriente y con una flor en la mano.

-Fui a cogerla para ti – explicó – No quería que estuvieses triste
-¿Por qué has vuelto? – preguntó ella, cogiendo con cuidado la flor que le tendía
-Nunca me marché, sólo me adelanté un poco para buscar algo que te hiciese sonreír.
-Gracias – ella le regaló entonces una tímida sonrisa – Pero ¿No hay nadie esperándote?
-No
-¿Estás sólo?
-No, tengo mi sombra, mis zapatos, y mi buen humor. Además está el sol, los árboles, los pájaros, las piedras del camino… Con este mundo llenas de cosas bonitas ¿Cómo iba a estar sólo? Y ahora estoy contigo.
-Y ¿No tienes miedo? – la niña se restregó los ojos para verlo bien
-No, no tengo porqué tenerlo. Yo voy andando, y me voy encontrando cosas. Algunas son malas, pero otras muchas son buenas. Si me asustase cuando aparecen cosas malas, y me parase en el camino, me perdería todas las buenas.
-Oh… - la niña se miró las palmas de las manos, algo avergonzada
-¿Quieres caminar conmigo? – preguntó entonces él.
-¿Contigo? – ella le miró con los ojos abiertos de par en par.
-Sí, podemos ir de la mano hasta que se te pase el miedo, a mí no me importa.

El niño le tendió la mano y ella la cogió. Él tiró de ella para ayudarla a levantarse de la piedra, y con una sonrisa, empezaron a andar. Como ella tenía las piernas entumecidas después de haber estado sentada tanto rato, y se sentía insegura, él le dio un beso en la mejilla.

-¿Has visto lo mucho que brillan las estrellas esta noche? - preguntó el niño.
-Es verdad – reconoció ella, y, sin rastro de lágrimas en los ojos, miró hacia el cielo y juntos echaron a correr.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Zoe

Suena el teléfono. Es esa melodía repelente que a su novia le encantaba. Su novia… el eje sobre el que solía girar su mundo. Y ahora ella se había ido. Y su mundo ya no gira, ha perdido el sentido. Así que ¿Para que continuar con esa patética imitación de vida?
Ha ido allí para acabar con ella. A aquel lugar solitario donde solían pasar el tiempo juntos.
Si al menos ella le hubiese dejado voluntariamente, él podría superarlo y empezar de nuevo. Pero ahora no. Porque el destino era cruel y se la había arrebatado. A la luz más brillante de su vida. Y el no sabe vivir en las sombras.
El teléfono sigue sonando con insistencia.
Mira un momento al vacío que se abre bajo sus pies y decide que puede esperar. Esa llamada será la última que reciba.

-¿Si?
-¡Hola! – una entusiasta voz femenina suena al otro lado de la línea
-Perdona ¿Quién eres?
-Soy Zoe
-¿Que eres quién? – frunce el ceño. Él no conoce a ninguna Zoe.
-Pues Zoe, ya te lo he dicho. ¿Qué tal te va?

Él suspira. Qué pregunta tan oportuna. ¿Qué puede responder? ¿Que es un hombre acabado a punto de suicidarse?

-Bien, me va bien. – susurra
-Uy, ese bien no ha sonado nada convencido ¿Estás seguro de que es tu respuesta definitiva? Te doy cinco segundos para cambiarla.
-¡Pero… - resopla, frustrado. No conoce a esa chica. ¿Por qué está hablando con ella? – Oye, mira, voy a colgar.

Sin embargo no lo hace. Aparta el móvil de su oreja, pero no es capaz de pulsar el botón rojo. Lentamente vuelve a acercárselo.
-¡No me has colgado! – exclama ella – No disimules, te oigo respirar.
-No, no he colgado.
-Bueno, ¿Cambias tu respuesta?
-¿Mi respuesta?
-Está bien, volveré a preguntar. ¿Qué tal te va?
-Mal – responde él con voz ronca. – Me va mal…
-¿Por qué? – pregunta ella con simplicidad.

Y él responde. Y le cuenta todo. Nuria, su voz, su risa, su pelo, su olor, sus ideas, su primer encuentro, sus conversaciones, sus silencios, su amistad, su amor, su mundo. Nuria por la mañana, por la noche, al teléfono, en el jardín, en el salón, en la cocina, en el baño, en el dormitorio. Y luego el accidente. Y después, solo oscuridad. Y se lo cuenta a esa extraña, Zoe, que le ha llamado de repente. Se lo cuenta entre lágrimas amargas y desperadas, y siente que la pena va saliendo mientras sigue sentado al pie de ese acantilado que tan buenos recuerdos le trae. Al final calla.
Y luego se hace el silencio.
Zoe no dice nada, pero tampoco ha colgado.
Él cierra los ojos, y escucha el arrullo del viento marino en sus oídos. Huele la sal, siente la calidez del sol sobre la piel. Se siente en paz. Por primera vez desde que ella se marchó. Porque esa sensación que le invade le recuerda a ella, y le hace pensar que sigue allí, con él, y casi puede sentir sus dedos rozándole suavemente el dorso de la mano.
- Y ¿Ahora? ¿Cómo te sientes? – la voz de Zoe tan solo es un susurro.

El se ríe. Y continúa riendo, pues había olvidado lo maravilloso que era reírse.

-Mejor, me siento mejor.
-A veces la Vida te da sorpresas inesperadas – dice ella misteriosamente.
-Zoe ¿Quién eres en realidad?
-Ya te lo he dicho – él casi puede verla sonreír al otro lado de la línea, aunque ni siquiera sabe cómo es. – Tal vez algún día volvamos a hablar.