sábado, 8 de noviembre de 2014

Vocación

Toda esta historia comienza  cuando hoy, sábado por la mañana, aburrido y gris, encuentro un canal de fisioterapia en Youtube: "Fisioterapia a tu alcance" se llama. En realidad estaba buscando remedios contra los juanetes, ese síntoma hereditario de edad que persiste en mi familia generación tras generación. es decir, que me hago "vieja". 
Y ese síntoma de edad y deterioro físico me ha hecho sumergirme en Internet y encontrar estos vídeos, provocando cual efecto mariposa la siguiente reflexión. Veréis cómo hilo.

Soy profesora. de inglés. ¿Ha sido esa siempre mi vocación? No. 
Ahora lo hago porque es lo que sé hacer... y hay veces que hasta dudo de eso. Cuando me planto delante de una clase llena de alumnos más mayores que yo, pensando que mí depende que se saquen un título que les permita acceder a un trabajo mejor, o a un trabajo, a secas, para pagar la hipoteca, la alimentación de sus hijos, etc... Es una gran responsabilidad, y hay días en los que acabo con cierta ansiedad. Sobre todo por el miedo de no estar a la altura, de no ser lo suficiente buena enseñando. 
Me encanta enseñar. Eso es verdad. Pero también me encanta cantar y nunca me he planteado dedicarme a ello profesionalmente. 
Así pues, a pesar de la pasión que me produce ¿puede llamarse vocación? ¿Soñaba con ser profesora cuando era pequeña? Lo cierto es que no. Además, creo que si disfruto tanto enseñando es porque al mismo tiempo estoy aprendiendo. Ensayo y error. Me ha encantado mi carrera, pero lo cierto es que nunca nos han enseñado a enseñar. Y es que al fin y al cabo eso es algo que sólo puede aprenderse con la práctica. 

Yo de pequeña quería ser veterinaria. Porque en aquella época me gustaban más los animales que las personas, pero conforme fui creciendo también me interesé por la medicina. Nunca me lo planteé como una opción a tener en cuenta porque desde los 8 años he sido muy consciente de que la madre naturaleza da una de cal y otra de arena, y que me había dotado de una notable inteligencia verbal en contraste con la nula habilidad en matemáticas, física o química. 
Y uno tiene que saber cuales son sus propias limitaciones y virtudes, y potenciar éstas últimas. Así que tras ciertas ensoñaciones artísticas durante la adolescencia (teatro y fotografía), me hice filóloga. Porque a mí, por si aún no os habíais dado cuenta, lo que me gusta es escribir. Fusionar lenguaje y arte. 

Pero ¿es esa toda mi vocación? ¿Qué ha pasado con la niña que quiso ser veterinaria y que daba masajes con muy buena voluntad  todo el que le dijese que le dolía algo? Esa niña es la que me empujó a viajar a África. La que hace que ahora, mientras trabajo como profesora, esté estudiando un máster de Cooperación Internacional y Ayuda al Desarrollo, con todas sus cosas de economía y presupuestos que a veces me dan ganas de llorar. Pero me aguanto, sabiendo que necesito adquirir esos conocimientos para ser capaz de desarrollar  proyectos que me permitan mejorar la vida de la gente, en Camerún o donde sea. 

¿Cuál es mi vocación, entonces? Pues por lo visto, dedicarme a algo que me permita aliviar el sufrimiento ajeno. Ser profesora encaja, ya que la educación es la base del progreso, pero no he descartado todavía la sanación. Ni lo descartaré. ya que hay algo dentro de mí que me empuja a ello. Y he dicho sanación, y no sanidad, porque voy a decantarme por un postgrado de Medicina Natural. Y lo cierto es que cualquiera que haya convivido conmigo un mínimo de tiempo puede decir que tengo un don para los masajes. Una especie de intuición respecto al cuerpo humano, porque nadie me ha enseñado. 

Tengo 24 años, trabajo de una cosa, estudio otra y me planteo otra aún más diferente. Y esto me hace acordarme de otro vídeo que vi, de LuzuVlogs, en el que hablaba de la crisis de los veintitantos, de esa ansiedad de tomar decisiones, de decantarte por lo que se supone que tienes que ser y hacer el resto de tu vida. Y lo cierto es que esa crisis existe. En mi caso, por ejemplo, necesité salir del país una temporada para poder ver con perspectiva el cambio entre la vida universitaria y la vida de joven adulta hacia la que tenía que dar el paso. En estas ocasiones viene bien coger aire y pararse para reflexionar.

Me tuve que ir a Irlanda para darme cuenta de que quería volver, de que no me daba tanto miedo. Algunos consideran que he fracasado. Que he tirado la toalla, y que eso no es propio de mí. Puede ser, aunque no sé si es posible fracasar careciendo de una meta. Y de todas formas ¿quién dice que el camino es fijo y que las decisiones que uno toma son irrevocables? Tuve que irme para ser consciente de que quería estar aquí, y por el camino escribí un libro, vi lugares preciosos y conocí a gente maravillosa- ¿Es eso un fracaso? 
La vida da muchas vueltas, mareando cualquier plan, y hay que aprender a vivir improvisando. Mi sitio ahora está aquí. No sé durante cuanto tiempo, pero hay que saber elegir el momento exacto, y ese momento es ahora. 

Y nunca hay que olvidar que no hay nada como un viaje en solitario para tener una conversación sincera con uno mismo. Hola yo, ¿qué quieres hacer ahora?

Lo cierto es que desde pequeños se nos pregunta que qué queremos ser de mayores. Que está muy bien, si cuando respondieras; "veterinaria, granjera, pintora, escritora y jugadora de baloncesto", no te dijeran; "Pero todo eso no puedes ser". Siempre el eterno NO PUEDES. 
Ahora en las entrevistas de trabajo se ha puesto muy de moda plantearle al entrevistado "¿Cómo te definirías?" 
Definir. definir es la acción por la cual delimitamos la realidad mediante palabras para poder comprenderla. ¿De verdad alguien es capaz de definirse a sí mismo en tres palabras? Porque para mí es imposible. Soy demasiado compleja, cambiante, profunda y simple al mismo tiempo, abstracta... Y puntos suspensivos, porque como he dicho, no puedo definirme. 

Y tampoco quiero. No voy a ser yo la que limite mi propia experiencia de ser, de vivir. 
Porque ¿sabéis qué? Las palabras se las lleva el viento, y como filóloga puedo decir que aun así, pueden pesar más que cadenas sólidas. 

Con cada cosa que intente hacer, me dirán "NO PUEDES".
Cuando pregunté por qué, me responderán "porque no se puede, nadie lo hace".
Y luego pensarán una vez más que estoy loca. 

Pero los locos, amigos míos, son aquellos que se atreven a arriesgar, a ir un poco más allá persiguiendo sus sueños, en vez de renunciar a ellos, y así generan el movimiento para que cambie el mundo. 

Yo quiero ser parte de ese cambio. Desafío al mundo y me uno a los locos, a soplarle al "NO PUEDES" y al "DEFINETE" hasta que el huracán los saque de mi vida para siempre. 

Se el cambio que quieres ver en el mundo. Si quieres puedes. 

A palabras impuestas, oídos sordos. 

martes, 7 de octubre de 2014

Octubre

¿Qué tendrá el otoño, que llega siempre arrastrando cierto aire de nostalgia?
Ladrón de las luces del crepúsculo, precursor de nieblas y caricias que hacen desvanecer. Hay rincones que son tuyos y míos, poblados de recuerdos para siempre, recuerdos que nadie más puede comprender. Un beso, un abrazo, una sonrisa velada por alguna broma secreta de esas contadas hasta en la madrugada.
¿Qué tendrá otoño que sabe a comienzo, a ilusión, irónicamente cuando todo todo marchita a nuestro alrededor?
Las luces de las farolas alumbraron el deseo contenido en muchas noches de regreso, baldosas que grabaron nuestro peso intentando evitar la inminente despedida.
He vuelto con el otoño, me devolvió a tiempo para perdernos entre las mantas, para los encuentros fugaces y los mensajes felices.
Pero octubre es el mes del miedo, y no se siente miedo cuando hay algo que perder, pero cuando te enfrentas a los fantasmas y vuelves a querer vuelve el miedo, ese infatigable compañero que acecha en la desdicha. Sopla humo de inseguridad, que enturbia las percepciones y hace dudar. Que no se apaguen las luces, no quiero volver a la oscuridad.

martes, 23 de septiembre de 2014

Dubliner: Capítulo 5

La recta final. 

El tiempo empieza a empeorar, aunque nunca haya sido demasiado bueno. La gente se vuelve loca cuando sale el sol, yo incluída. 
Mi penúltima semana se vio eclipsada por las anginas. Como siempre, cogiendo lo que no debo en el momento más oportuno. Y sí, fue el viernes. 
Llevaba dos semanas esperando a que fuera Dublin Culture Night, así que aún así, con mi fiebre y mi dificultad para respirar, me planté en el centro dispuesta a darlo todo. 
Y, naturalmente, en general todo salió mal. Había semejante fila que nuevamente me quedé sin ver la antigua biblioteca de Trinity College con el libro de Kells (Juro que antes de marcharme la veré. Es ya una cuestión de orgullo). Así que estuve esperando a Sara y fuuimos Christ Church Cathedral. Ahí sí que pudimos entrar, pero se suponía, según el rpograma, que iba a haber música medieval y decorados y tal, y no había absolutamente nada. Pero bueno, la iglesia la pudimos ver gratis. (No entraré en un monólogo sobre lo que me fastidia pagar para entrar a ver iglesias. Son templos, deberían estar abiertos siempre para que la gente pudiese entrar a rezar cuando le diera la santa gana o la iluminación, y punto). 
Y al salir, estalló la tormenta perfecta. Que en el mes y pico que llevo aquí no había visto diluviar de semejante forma, o si lo ha hecho, no me ha pillado en plena calle. Así que el calarme hasta los huesos no contribuyó en nada a mejorar mi estado febril. Necesitaba un chocolate caliente. No era antojo, era necesidad vital. Así que entramos en una cafetería, y pedí el primero que vi en la carta, en mi despesperación. Resultó que había una palabra delante de "hot chocolate",  y de cuya existencia no me percaté hasta que noté el regusto raro en mi ansiado chocolate. Ponía FIG. Efectivamente. Mi chocolate sabía a higo. No sé a qué genio se le ocurrió la brillante idea de mezclar chocolate con zumo de higo, o lo que narices llevara eso, pero.... FRACASO ABSOLUTO. 
Así que, cada vez más febril y nada reconfortada por un chocolate asqueroso que encima me había salido bien caro (como todo en Dublín, la verdad sea dicha), nos pusimos en camino hacia Abbey Theatre, el teatro nacional de Irlanda, fundado por Yeats y Lady Gregory... uno de los hitos de la carrera, vaya. Pues resulta que hay dos Abbey Theatre. El nuevo, y el viejo. El que buscábamos era el viejo, y como no podía ser de otra forma, no lo encontramos. Y yo pensando... no puede ser tan difícil encontrar el teatro nacional del país. Pues lo era. A lo mejor a los fundadores se les ocurrió ocultarlo con malas artes cuando le daban al ocultismo, o yo que sé. Desde luego, oculto estaba. 
Así que ya en el cúlmen de la despesperación y el delirio de la fiebre, nos fuimos a cenar.  Al menos la cena estaba rica y salió barata, aunque tampoco se realizaban las actuaciones prometidas. Buscaré al redactor del libro de actividades y me vengaré por jugar así con mis emociones. 
Con semejante percal, el sábado me quedé en la cama consumiendo ibuprofeno y vasos de limón con miel, bien envuelta en el edredón. 

Y entonces llegó el domingo, salió el sol, nos dio un subidón de adrenalina ya por la mañana porque no estaba el taxi esperándonos y casi perdemos el bus, y nos fuimos de excursión a las hermosas motañas (aquí a cualquier cosa le llaman montaña, pero lo aceptaremos porque era efectivamente, muy bonito) de Wicklow, a las ruinas monásticas de Glendalough y al pueblo medieval de Kilkeny. Todo maravilloso y en buena compañía.

Lo cierto es que voy a echar de menos a estas chicas. No nos conocemos desde hace tiempo, pero puedo llamarlas amigas. El lo mejor que me llevo de Irlanda. 

Y ahora, otra vez la semana. La rutina. La parte buena es que hay dos chicas españolas que han venido tres meses a hacer prácticas y se quedan en la casa, así que no paso tantas horas en silencio. No sé cómo las niñas sobrevivien al ritmo de cole y tanta extraescolar. Pero el caso es que desde el viernes estoy un poco menos sola los días de diario, aunque sea un ratín por las tardes. 

Por otra parte, me está cundiendo mucho, me quedan sólo tres capítulos para acabar la nueva novela... Al menos los días de lluvia me inspiran.
Y el jueves ya viene mi madre de visita. Pasaremos unos días en Dublín, su cumpleaños incluído, y el lunes volveremos juntas a España. 

Así que este es el último capítulo de mi diario de bitácora. Un país precioso, y una gente estupenda, pero la vida de au pair no es para mí. Así que vuelvo a casa, y a ver qué me espera. Empieza una nueva aventura, aunque sea en terreno conocido: Cömo sobrevivir en España teniendo 24 años y habiéndo acabado los estudios. Ese es el nuevo reto. Allá vamos.




miércoles, 17 de septiembre de 2014

Dubliner: Capítulo 4

Vuelvo a casa.

Hay veces que por muy enamorado que estés de algo, las circustancias no permiten que la historia de amor tenga lugar. Eso es lo que me sucede con Irlanda. Estoy enamorada de este país, de Dublín, y me muero de ganas de recorrerlo de arriba a bajo, de este a oeste, y hasta en diagonal. Me encanta la familia en la que estoy, me encanta la gente a la que he conocido, me encanta la clase de teatro, mi alumna de español y todo... pero no se puede estar bien en un lugar si tu cabeza, tu mente, no está ahí, y eso es lo que me pasa a mí. Por motivos personales, hay situaciones en España que ocupan mis pensamientos 24 horas al día, y casi me siento culpable por estar aquí. Vine aquí para pasar un año pasando el tiempo, porque el trabajo de au pair me ocupa un total de 4 horas diaria entre semana, como mucho, y el resto es pasar el rato. Y pasar el rato puedo pasarlo en cualquier sitio. Vine sin una meta concreta, así que no tengo la sensación de estar tirando la toalla... al contrario, cuando tomé la decisión de volver sentí alivio, como si me hubiese quitado un peso enorme de encima. No es propio de mí, querer volver a casa. Yo, que siempre quiero irme, y cuanto más lejos mejor. A lo mejor venir aquí me ha servido para darme cuenta de que hay una nueva "yo", más madura, que ya no siente la necesidad de escapar. "Home is where the heart is". 

Así que desde que hace una semana decidí que volvía, después de unos cuantos días llorando, estoy más feliz que una perdiz, porque ahora, sabiendo que el final está cerca, me estoy dedicando a disfrutar a tope de los días que me quedan. De la gente, las cervezas internacionales entre risas, las conversaciones, compartir secretos y vivencias...
Voy a echar de menos a estas chicas maravillosas que tanto apoyo me han dado. La buena noticia es que ahora tengo excusa para visitar muchos lugares del mundo, porque al fin y al cabo, las amistades que se crean en situaciones límites, y estar sola en un país desconocido se considera situación límite, no se rompen jamás. 
El domingo nos fuímos a Galway y Connemara. Ay, Connemara. Ay, Irlanda. Cómo puedes ser tan bonita. Cómo pueden ser los irlandeses tan buena gente. Fue una paliza de viaje, porque al ser en el día madrugamos muchísimo. Pero mereció la pena. Este viernes el la noche de la cultura en Dublín, y el domingo nos vamos a las Wicklow mountains, lugar de rodaje de Braveheart, a morir de amor. Y entre semanas cafés, pastel, pelis, charlas... lo que se pueda. 
Así pues, a darlo todo, que aún me queda semana y media.


martes, 9 de septiembre de 2014

Dubliner: Capítulo 3

Hoy todo va del 3. He empezado el trecer libro de 1Q84 (Murakami me tiene cautivada, aunque Tokio Blues siga siendo mi favorito), he escrito el tercer capítulo de mi nueva novela y este es el tercer capítulo de mi blog. Después de pasarme toda la tarde escribiendo y haberme perdido la clase de teatro por el brote de inspiración, tengo los sesos más que exprimidos, pero siento que debo escribir.

En fin. Mi vida se resume en levantarme, desayunar con las niñas, hacerles trenzas, llevarlas al cole, volver a casa, hacer algunas tareas, tiempo libre, tiempo libre, tiempo libre... ir a buscar a la niñas, ayudarlas con los deberes, y tiempo libre, tiempo libre, tiempo libre. La buena noticia es que la semana pasada empecé las clases de teatro y salí encantadísima. La otra buena noticia es que mi por ahora única alumna de españoles encantadora y tiene muchas ganas de aprender, así que las cosas van fluídas, y la última y más importante buena noticia es que tengo amigos. ¡Sí! ¡Arriba la vida social! Estoy conociendo a mucha gente valiosa y muy interesante, y no hay nada que me guste tanto como "descubrir" personas.

Por otra parte, a pesar de que estoy contenta y entregada a hacer cosas que me gustan, por primera vez en mi vida me he ido de casa y lo echo de menos. Es decir, suena duro, pero normalmente cuando me voy, me voy tan contenta. Ya me empezó a pasar estando en Camerún. Tal vez sea que me hago mayor, pero más fuerte que mis ganas de volar está siendo lo a gusto que estaba yo por primera vez en Zaragoza. Y eso el lo extraño. Porque suelo estar bien, pero con las miras puestas en otra parte. Y ahora estoy en otra parte pero con el corazón puesto en Zaragoza. Pero supongo que esa extraña melancolía es la que andaba buscando como fuente de inspiración al venirme, así que no me quejo. Pero que sepáis que vosotros sóis los causantes de mi melancolía. Sí, vosotros me hacéis echaros de menos. Ahora que ha empezado septiembre, extraño a mis filólogos. Mucho. Y a mis amigos que rulean. Y a mi familia. El otro día casi lloro porque mi madre me mandó una foto de mis bichos. Estoy especialmente sensible.
Aunque al menos ya he acabado con las crisis existenciales de qué hago aquí y para qué habré venido. En mi mente todo vuelve a tener forma y a estar estructurado. El problema comienza cuando los sentimientos no lo comparten al 100%. ¡Vamos literatura! ¡Ambiente melancólico creado!

Por lo demás, llevamos casi con dos semanas de sol y pocas lluvias. Eso sí. Un frío que pela. Ayer había escarcha en la hierba por la mañana. No quiero pensar en el invierno. De verdad que no.


martes, 2 de septiembre de 2014

Dubliner: Capítulo 2

Si os imagináis una bebida soluble, sabéis que cuanto más caliente esté, más rápido se disuelven los polvitos en cuestión. Si está fría no se disuelve, por más que le des vuelta. Pues con mi vida aquí ha pasado un poco parecido. Hasta que no ha hecho unos días de buen tiempo no me he empezado a sentir inmersa en la vida de aquí.
Puede que sea el periodo de adaptación, mi síndrome premenstrual, que no estoy hecha para los días grises o un poco de todo, pero si pudiese definir mi estado de ánimo durante la última semana y media sólo tendría una palabra: bipolar.
Y es que es extraño como pasas de la euforia más absoluta al drama más oscuro en apenas segundos y sin darte cuenta. 
Lo bueno de empezar de ceroes que no arrastras nada, tienes libertad absoluta. Lo malo, porque todo tiene dos caras en esta vida, es que al no haber nada, todo, hasta un detalle insignificante, importa. Para bien o para mal. Supongo que es la gracia del asunto. Ya sabía que no todo iba a ser felicidad y armonía... Es más... Feliz soy, pero ¿cuándo ha habido armonía en mi vida? A veces pienso que inconscientemente busco el drama. No se pueden sacar historias de donde no pasa nada.Y yo colecciono historias. 

Sea como sea, parece que ya está todo encauzado. La familia con la que vivo es adorable, no había podido tener mejor suerte. Hay familias que pagan mejor, pero yo trabajo poco y ellos son encantadores. Y ni por todo el oro del mundo me iría a una casa en la que no me sienta en casa. He tomado la decisión de secuestrar a las niñas cuando me vaya, porque me las comería. Eso sí, las tendría que meter en sacos separados, porque son un amor, pero cuando no están juntas. Cuando estás juntas te sientes como al avismo de la Tercera Guerra Mundial, porque no son capaces de estar juntas y que pasen 3 minutos sin empezar a pelearse. Además Orlaith, la mayor, tiene el peor despertar que he visto en mi vida. Ni si quiera la Romi se levanta de tan mal humor. A esta no le puedes hablar ni aunque haya desayunado, hasta que no vuelve del colegio está con el modo ogro puesto. Y luego sufre una transformación y se convierte en una niña de 10 años sensible a la que le encanta leer, dibujar, el arte y bailar. Niamh, la pequeña, es un bicho. Está todo el rato haciendo el tonto y gastando bromas. Es una niña que querría ser niño, porque cierto machismo que rodea el mundo infantil hace que los deportes que puede practicar sean limitados. No hay equipos femeninos de casi nada. 

Mis mañanas en casa son bastante rutinarias. Me levanto, despierto a las niñas, las llevo al cole (eso esta semana, porque la semana pasada aún no iban al cole e íbamos al cine, jugábamos a cosas, pintábamos, organizabamos cenas y preparábamos postres...) luego vuelvo a casa, hago las tareas rápidamente y tengo toda la mañana de relax. Hago mis ejercicios de yoga que mi espalda está agradeciendo profundamente, leo, escribo, veo series o pelis, y hoy he empezado a estudiar para el Proficiency. En fin, esos ratos para mí que echaba de menos en España. Luego las voy a buscar al cole y hago con ellas los deberes hasta que llega su madre. Niamh es disléxica, así que necesita ayuda constante para deletrear. Orlaith va a un cole cuyas clases son en irlandés, así que mucha ayuda no puedo prestarle. 
Mañana además empiezo a dar clases de español a una mujer de este barrio. 

Las tardes son variadas, abiertas a la improvisación. Hoy por ejemplo voy a ver si por fin encuentro lo de las clases de teatro ahora que ya sé seguro dónde se imparten. El resto o quedo con gente (es maravilloso haber conocido ya a alguien) o me doy un paseo o sigo dedicándome a mi retiro espiritual. 
Los findes son para ir a Dublín centro. Entre semana si no sólo voy los martes, porque vivo en un barrio a 15km, el autobús vale una pasta, (y es de línea, que conste) y a pesar de que el domingo encontré la forma de ir en bici, me sigue costando una hora ir y otra volver. 

Y por lo demás, la semana pasada tuve un poco de mala suerte: no encontré el teatro, el instituto Cervantes estaba cerrado, no encontré los libros, me picó una avispa en la oreja (hoy se me ha posado una en el hombro, pero mi inmovilidad la ha confundido y me ha dejado tranquila) se me rompió una tortilla de patatá , me quemé con la sartén... pero al menos conocí a varias personas, y gané mucha confianza con los padres. Y al fin y al cabo, todo se hace más llevadero si no estás solo. 

Así que después de un torbellino de emociones, de llorar, rabia, alegría y entusiasmo a partes iguales, puedo decir que el sábado empezó mi vida como tal en Dublín, y tengo que decir que a pesar de momentos de crisis y de echar de menos, me gusta estar aquí. 

No deja de ser un año de reflexión, así que supongo que atravesaré varias crisis existenciales más... Pero sólode las crisis sale uno renovado y más fuerte. 
A eso me expongo voluntariamente. 

domingo, 24 de agosto de 2014

Dubliner: Capítulo 1.

Comencemos por el principio.

1. Madrugones, trenes, y aeropuertos.

Todo empezó la mañana del viernes 22 de agosto a las 5:00, aunque en realidad fueron las 5:10, porque hasta en el día de mi marcha me quedé remoloneando 10 minutitos más. Así pasó, que con la legaña puesta, a pesar de haberme duchado cuando el taxi estaba llegando a la estación me di cuenta de que me había dejado el ipod encima de la mesa y empecé a maldecir en hebreo, arameo, y otras cinco lenguas inventadas para la ocasión. Pero evidentemente, y aunque el viaje me parecía una tortura sin música, ya no me daba tiempo de volver a por él. Así que bajé del taxi con gran consternación para constatar otro hecho: La maleta pesaba más que yo y apenas podía moverla. Mi madre me miraba temiendo por mi integridad física mientras cargaba con el susodicho mastodonte, la otra maleta y el bolso, que tampoco iban ligeros. 
Pero con gran esfuerzo y ayuda de un voluntario forzoso, conseguí meterlo todo en el tren y tomar asiento. Se me cayó el alma a los pies al ver que a mi lado iba un individuo haciendo ejercicos de gramática para el Proficiency. Recuerdo que eran las 6 de la mañana. Pero al otro lado de la mesita no mejoraba el asunto, ya que había un muchacho que al parecer iba a cruzar el Atlántico para trabajar como ingeniero informático. Lo que no sé es cómo se las apañará al otro lado del charco, porque su señora madre, sentada a su lado le controlaba hasta si se levantaba al baño. Pero eso es algo que nunca sabré. 
Una vez en Sants, tuve un momento emotivo mientras me comía un muffin. No por el muffin, que podría haber sido, sino porque me di cuenta de que la última vez que había estado allí fue al comienzo de interraíl. Y me entró la nostalgia. Acto seguido me subí a un taxi, por no volver a cargar con la maleta en otro tren. 
La odisea del aeropuerto se puede resumir en mucha fila, maleta con sobrepeso, maleta de mano que no es aceptada en los estándares de Ryanair, y 50€ menos en mi cartera, todo esto con chanchullos de "te facturo la de mano gratis" "vete a pagar el exceso de peso a ese mostrador y luego vuelve a por tu billete" mientras por el altavoz se pedía a los pasajeros con destino a Dublín que se dieran prisa que ya se estaba embarcando. Así que como de costumbre, llegué corriendo y por los pelos a la puerta de embarque. También como de costumbre, era la última de todo el aeropuerto, y yo por la mañana había tomado la sabia decisión de calzarme unos botines con un poco de tacón. La escena la dejo a vuestra imaginación. 
Pero... ¡Llegué al avión!
Tuve la enorme suerte de que me tocase junto a la ventanilla, y para aprovechar mi buena fortuna, me quedé frita antes de despegar. (Porque me cansaba de la visita turística que estaba haciendo el avión por todas las pistas del aeropuerto) 

Estrés, nervios, prisas... pero ¿Qué buen viaje no empieza así? A mitad del vuelo abrí el ojo, para no perderme las vistas al llegar. 





2. Irlandeses: usos y costumbres

La tarde del viernes y el sábado se podrían definir como avanzadilla de exploración. He caminado mucho, pero en realidad no he hecho gran cosa, más que familiarizarme con el entorno, tanto en el barrio, como en el centro, como en la casa. 
Conclusiones que saco hasta el momento:
 - Los irlandeses de parecen bastante a los españoles en el buen sentido. Este barrio es como un pueblo, todo el mundo se conoce, los niños corren de aquí para allá, entran y salen a su antojo de las casas. Tienen, por lo que parece un gran sentido de comunidad. Son amables, simpáticos, y dispuestos a ayudar en todo momento. La familia con la que vivo es encantadora. Son gente de dinero, y sin embargo son muy sencillos y disfrutan de su vida familiar y con los vecinos. Tienen un montón de amigos y no les importa que su casa esté llena de gente. 
 - El centro de Dublín es una locura, pero una locura maravillosa. Hay música por todas partes, en todas las tiendas (buena música, he de añadir, me pasé el día cantando y silbando) y por la calle un montón de músicos con distintos instrumentos que tocan sorprendentemete bien. ¡Hasta los acordeonistas! Nada de Dimitris que tocan cuatro notas como en Zaragoza, músicos de verdad. 
Es todo muy bullicioso, hay gente de todos los tipos, hay manifestaciones distintas en el mismo sitio a todas horas, y tiendas coloridas en medio de edificios cochambrosos. En definitiva, es una ciudad que respira vida sin ocultar un pasado de pobreza, pero llevado con dignidad. 
Me encanta. Tiene algunos rincones muy bonitos, llenos de encanto, y edificios majestuosos, como la catedral de St.Patrick.

Lo malo es que mi barrio es residencial y está a las afueras, y para llegar al centro, o cojo el bus, y me arruino, o voy en bici por carretera y me juego la vida. Creo que será la segunda opción, que soy una chica intrépida. 
Cuando empeice a trabajar y a vivir, supongo qu tendré otras perspectivas.
Y con esto y un bizcocho...






lunes, 11 de agosto de 2014

Despedidas

La vuelta a casa sabe amarga porque tú no estás, y cuando vuelvas no estaré yo. Despedidas empeñadas por sudor, lágrimas y abrazos rotos. Besos interceptados por el cristal de la ventana. 5 horas de tren y un solo pensamiento; volver contigo a la cama. Pero hay que esperar a octubre.
Yo no quería que esto pasara. Pero ha pasado y ahora se me han quitado a medias las ganas de volar. Porque el hogar es el lugar que ocupa el corazón, y yo ya no soy una despatriada.
Tantos días juntos y no me canso de estar contigo. 
El tiempo me ha robado los minutos igual que el reloj marcando las 17:00 me ha arrancado de tus brazos. 
Escribe- me has dicho. ¿Cómo no voy a escribir si en estado de nostalgia es en el que más me inspiro?


martes, 10 de junio de 2014

¿PODEMOS? Sí, claro que podemos

He votado a Podemos. Sí, lo he hecho, me siento muy orgullosa y lo digo abiertamente. Y no soy terrorista, ni comunista, y según mi pasaporte, no soy ni venezolana ni iraní. 

He participado de forma bastante activa en política desde que fui mayor de edad; me gusta, me encanta la política. 
Sin embargo, nunca me he afiliado a un partido, porque no me sentía plenamente identificada con ninguno. Siempre inclinada a la izquierda, entendiendo por izquierda aquella ideología que antepone la gente al dinero, y que entiende que el bien común es la única vía de progreso real, independientemente de cualquier sigla o bandera, desde bien jovencita el lema de la Revolución Francesa "Libertad, igualdad, fraternidad" sonaba como un eco en mi mente y conseguía emocionarme.
La ideología que me conquistó fue el llamado Socialismo Utópico. Y claro, en el segundo término se encuentra el problema: Utópico, lo irrealizable. Qué triste que el sistema consiga inculcar hasta al más revolucionario que lo utópico es imposible, y que no merece la pena luchar por imposibles. 

Inculcar. Es palabra que para mí es la peste. Ocho letras que enmascaran el adoctrinamiento predicado por nuestro sistema educativo: Memoriza, estudia. No pienses. No cuestiones las cosas que son , porque si son, es por algo. 

¿Cómo puede haber una democracia real si una extensa mayoría carece de pensamiento crítico? Pues por eso tenemos esa risa de democracia representativa que no representa a nadie y que consiste en votar cada cuatro años al mal menor. 
Qué triste. Qué triste es que la gente se encoja de hombros con resignación y haga uso de humor negro mientras observamos cómo se juegan nuestras vidas como quien se juega las calles en el Monopoly. Todo se vende al mejor postor. Y ¿nosotros? Números. 

Es nuestra propia pasividad la que nos destruye. 

Y de pronto aparece Podemos: Una herramienta para la intervención ciudadana en política. Y entonces, yo encuentro lo que busco: Un partido de democracia participativa. Gente inteligente que dice cosas con sentido, pero sobre todo: que no tienen miedo de que la gente piense. Esa el la clave.Cuando uno se involucra en algo no tiene más remedio que darle al coco. 
Han acusado a Podemos de oportunistas... ¿Acaso no es inteligente aquel que aprovecha las oportunidades cuando surgen? La situación era insostenible y alguien tuvo una idea. Una idea que ha despertado la ilusión y la esperanza de la gente. 

Podemos no es un milagro. Podemos somos todos los que participamos en el proyecto. Sí, los frikis. 
Ha sido un bombazo, pero aún está en pañales. Hay mucho trabajo por hacer, y hay muchas cosas que pueden salir mal. Es muy difícil coordinar a tanta gente y que siga siendo algo horizontal. Es difícil, pero no imposible. 
Y he votado a Podemos, porque salga como salga, al menos puedo hacer algo real por intentar cambiar la situación. Por fin he encontrado un espacio en el que me siento cómoda pasando de la queja a la acción. Y es que Podemos engloba otra frase que me conmueve profundamente: 

Mucha gente pequeña 
en lugares pequeños
haciendo cosas pequeñas
pueda cambiar el mundo. 

Mi isla

La intuición inequívoca de que siempre ha habido algo. Desde el primer momento. Hay veces que el cuerpo sabe más que la mente. O qué sé yo. 

Un naufrago que llegó a una orilla que no era su casa, pero ante la belleza de la isla decidió no regresar. Porque en esa playa, en la costa a la que llegó por casualidad ha encontrado un manantial de paz y felicidad. Y no necesita nada más. El mundo podría desaparecer y no se daría cuenta. La bravura y clama de las olas, la caricia del sol, el susurro del viento. Tú eres mi isla. Mi salvación en medio de la tormenta; energía, calidez, música. 

La seguridad completa de que quiero quedarme en ti. Hay veces que la mente comprende lo que el cuerpo sabe. O qué sé yo. 


Caminante...

"Caminante no hay camino...

Si doy un paso más, será lo más lejos que haya estado de casa
Esa certidumbre, toma de conciencia, esa sensación de final, de punto de inflexión. Esa seguridad de que cierras un capítulo, un capítulo importante, y que algo nuevo y desconocido empieza. 
El hambre por lo nuevo se mezcla por esa sinfonía melancólica de los recuerdos pasados, de los buenos momentos, e incluso los malos. Echamos a andar una vez, hace aproximadamente 5 o 6 años, creyéndonos los reyes del mundo, y llegamos al final de este tramo sintiéndonos vagabundos. Eso sí, tal vez más sabios. Ahora, la carretera se bifurca. Se separa en numerosos senderos tortuosos, a los que no vemos final. ¿Quién nos prepara para las despedidas? ¿Quién decide qué es un hasta luego o un hasta siempre? ¿Quién lucha contra el calendario para brindar juntos en Navidad? 

La unión hace la fuerza. Y qué bien nos ha funcionado durante mucho tiempo. Pero cada vez son menos las noches de tetería, de perdernos en callejones oscuros o acercarnos al río para ver el reflejo de la luna mientras pensamos mil y una formas de cambiar el mundo. 
Ahora esos momentos son más bien recuerdos con sonrisa, esas fotos que se guardan en un cajón mientras cada uno hace su vida, con su pareja, con su trabajo, con las obligaciones del día a día.
¿Cómo no nos dimos cuenta de que nos hacíamos mayores? 

Adulto. Madurez. Parece que son palabras que llevan implícito un matiz de soledad. La evolución personal la vive el individuo, el grupo queda en un segundo plano, en el de las cañas de una noche de verano. 

Echar a andar, con todo el peso sobre los hombros, dejando huella en los tramos de fango

martes, 29 de abril de 2014

¿Quién me ha robado el mes de abril?

Recuerdo aquel septiembre de 2008. Una chica sentada sola en un avión con destino a las antípodas se despide de lo que ha sido su hogar durante 18 años. Tiene una sensación extraña en el pecho. Una mezcla de entusiasmo y miedo a lo desconocido. Pero no está asustada. No es su estilo. Son más los nervios, las expectativas. Vuela hacia Australia, pero en realidad es un viaje hacia sus sueños, y hacia ella misma.

Recuerdo a esa chica, que era yo, y la comparo con la de ahora. Me gustaría volver a tener esa falta de miedo que venía de la mano de la ingenuidad. Pero han pasado 6 años, y de esa ingenuidad queda poca.
No nos han dejado conservarla.

Y ahora todo son preguntas ¿Qué, cuándo, dónde, con quién, para qué, hasta cuándo, y después?
Ese ¿Y después? que pesa tanto. Y le incertidumbre que nos devora.
Nuestro hogar nos echa a patadas, ya no parece una opción sino una obligación. Parece que no hay nada aquí para nosotros. Y si la identidad nace de las raíces en gran parte, ¿Cómo no vamos a perderla cuando nos desligan de ellas?
Se nos educa para caminar en una dirección, y luego nos empujan fuera del camino, sin brújula, a los agrestes parajes en los que no sabemos orientarnos. Algunos jugamos con cierta ventaja, pero los senderos ocultos, una vez localizados no de dejan de ser tortuosos.

¿Y después?

¿Qué decisiones tomamos en una vida que ya no parece nuestra? Esto es así. Esto es lo que hay. Agacha la cabeza y resígnate.

La desesperación y la incertidumbre incendian el aire y nos impiden respirar. Estamos en una sauna en la que cada vez la atmósfera es más asfixiante. Y el vapor no nos deja ver la salida.
La trampa de la comodidad y la sociedad del bienestar. "Sólo el penitente pasará"

¿Pasará a dónde? ¿Y después?

martes, 11 de marzo de 2014

Cartas de viaje

Esconde el papel arrugado en el puño cerrado. El cielo le regala un lienzo de colores cálidos. Naranja, rojizo, rosa, amarillo: se perfilan contra las nubes despidiendo al sol. Es increíble lo que la naturaleza puede crear en un instante. Nunca se cansará de mirar atardeceres.

Baja la vista un instante y contempla entonces el papel que sostiene entre las manos. Tal vez debería volver a leerlo antes de que oscurezca. Necesita volver a leerlo. La hoja tiene tantas arrugas que es difícil distinguir los trazos firmes en algunos tramos. En otros, quedaron emborronados por el llanto. ¿Cuántas lecturas lleva ya? ¿Cuántas lágrimas?

"... Recuerdo cuando tarareábamos juntos What a wonderful world. Tú lo negarás, como niegas cada cosa que te duele recordar, pero sé que sigue ahí, en algún rincón de tu cabeza. Bailabamos canturreando en una esquina del salón, yo, subida sobre tus zapatos para ser un poco más alta. Nunca pesaba demasiado. Y eso que sé lo mucho que te he pesado en el corazón. 
No volveré a escribirte. Tampoco sabría dónde encontrarte. 
Pero por favor, no me añadas a esa lista de cosas que oscurecen tu pensamiento. Porque siempre le das muchas vueltas a todo. Eres fuerte, sí. Pero detrás de esa fachada, de ese muro que tú crees impenetrable, hay un corazón que late tan fuerte que a veces te hace daño. Te afecta ver el telediario. Te he visto apretar los dientes cada vez que sale una noticia sobre guerra, muerte, enfermedad y destrucción. Parece que el apocalipsis se nos viene encima cada día, sumando a los tres primeros jinetes el de la corrupción. 
Todavía te oigo diciendo: Este mundo se va a la mierda. No valemos para nada...  Y aún así... Aún así te oigo poner la voz grave de Louis Amstrong y susurrar: And I think to myself, what a wonderful world. 
Te veo saborear el olor del café cada mañana. Te veo acariciar el sonido de los pájaros en tu ventana. Te veo contemplar a la gente caminar, como esbozas esa sonrisa tímida, como contemplas embobado los intercambios de amor de las parejas, la ternura que te inspiran dos ancianos caminando despacito del brazo, después de sesenta años de matrimonio, que te inspira la mirada de adoración del padre que observa a su hija pequeña dormida en su regazo. Te veo escuchar el amanecer. Te veo morir a carcajadas con tus amigos, las peleas entre pullas por el  pan con tus hermanos. Te veo venir corriendo a mi cama, dispuesto a que ni la piel se interponga entre nosotros. 

Y a pesar de todo lo que te pese, y te duela, a pesar de que yo sea parte de esa carga, recuerda que siempre, siempre, todo depende del punto de vista. Tú viste belleza en mí una vez, a pesar de todos mis defectos. Como sueles ver la parte bonita de todas las cosas. 
Por favor, pase lo que pase, duela lo que duela, caiga quien caiga... No dejes de pensar en esa canción. 
Estés dónde estés, bajo el sor abrasador, bajo una lluvia torrencial, o en medio del torbellino, recuerda. 
What a wonderful world.   
Recuerda lo mucho que te he querido. Y dime, si a pesar de todo, no ha merecido la pena..."

La carta está inacabada. La ventanilla del tren muestra como una película a cámara rápida un paisaje nocturno y cambiante. Arruga de nuevo la carta en el puño.
La carta que encontró tirada en el andén de la estación. Le hubiera gustado que alguien le escribiese algo como aquello. O tal vez alguien lo hizo, sin querer.
Todos estamos hechos de historias. Y las historias que se recuerdan son las que empiezan con una buena canción.

jueves, 6 de marzo de 2014

Inconexo

El juego del ovillo. Me llamo Elena, tengo 24 años menos un mes, a menudo viajo. Lanzo el ovillo. Alguien lo deja caer. Todos lo sueltan con la caída, y en la maraña de lana hay una crisis de intentidad. Ya nadie sabe nada nade nadie. Tal vez ni siquiera de nosotros mismos.
Qué difícil es definir la identidad. Quién eres y qué eres son la misma pregunta formulada de la misma forma. ¿O no?

No.

¿Qué eres?
Un ser humano. Decir que eres persona quizá es mucho presuponer

¿Quién eres?
Silencio. ¿Basta con decir un nombre? Un nombre pueden compartirlo varios. Así que nuestro nombre no nos define, es sólo nuestro apelativo. Y entonces ¿Qué? ¿Un conjunto de cualidades y aspiraciones? ¿Un pasado, unos traumas, un conjunto de experiencias?

"Dicen que estamos hechos de átomos, pero un pajarito me dijo que estamos hechos de historias."

...

Oigo en la tele lo siguiente: "África es un problema del mundo" 
No sé quién dice esa sandez. África es nuestra cuna. La madre sublime que nos creó. El problema de África es el mundo de los hombres. 

...

Los árboles desnudos bañados de lluvia se abrían expectantes al sol de primavera. Las flores; blancos pétalos protegiendo los pistilos rosas, no tardaron ni un día en aparecer, con el canto arrullador del cierzo, la canción de cuna de marzo. 

Un hombre sale a pasear. No llega a los 70, pero le ha nevado en el pelo, y el sol ha tallado su rostro. Espera risueño en la parada del autobús. Podría ir andando, el parque está cerca, pero en la parada hay gente. Gente que no conoce, pero gente. El silencio de su casa asfixia su realidad.  Le preguntará a cualquiera. No importa quién sea. Algunos le mirarán con extrañeza como todos los días, pero con suerte, alguien especial seguirá la conversación. No hace falta conocerse para comunicarse, todos hablamos el mismo idioma. Curiosamente, la gente es adversa a las palabras cuando provienen de un desconocido. Se sienten incómodos, atacados. No les interesa lo que otro tenga que decir. Su día ya está planeado, y escuchar no entra dentro de esos planes. 
Aquí llega una chica, abstraída. Carpeta en el brazo, cara de sueño, rebuscando en el bolsillo la tarjeta del autobús.

 - A estudiaar ¿O qué?
 -Sí

La chica ha esbozado media sonrisa, pensando seguramente si lo conoce de algo. Pero no se pone los cascos, a pesar de llevar el reproductor de música en la mano. Está esperando. Escucha. Es su oportunidad. 
El día es bonito. 

...

Manuel es una leyenda. Todo el mundo ha oído hablar del viejo de la trompeta que cada noche toca en un bar. Lleva 40 años dedicándose a la música. Incluso trabajó en un circo en 1967. Nunca ha grabado un disco. Nunca ha tocado frente a grandes multitudes, nunca ha sido una estrella. Pero cuando todas las mujeres de su vida se han ido, y han sido muchas, porque en sus tiempos fue todo un galán, la trompeta ha estado allí. Ahora no queda ninguna mujer. Sólo vasos vacíos que huelen a alcohol, y algunas notas a veces tocadas a destiempo. O a tiempo propio y personal, depende de cómo se mire. Pero Manuel es una leyenda.
 

miércoles, 5 de marzo de 2014

Retazos

A veces me siento como el viento acariciando los campos de hierba alta; las curvas dibujadas en el verde se asemejan a los estremecimientos de tu espalda cuando mis dedos la surcan con suavidad.

Atrapar el lóbulo de tu oreja entre los dedos, disfrutando de la textura aterciopelada. El hueco diminuto oculto en la punta de tu nariz, que se hunde divertido bajo la leve presión que ejerzo para incordiarte.

Ese cuello, mejor refugio que cualquier almohada. Ese que dibuja una parábola perfecta cuando te dan ataques de risa.

Se ama todo y se aman los detalles. El cuadro y cada uno de los retazos.

domingo, 2 de marzo de 2014

Carta a un amigo

En primer lugar me gustaría decirte todo lo que te echo de menos. Hay personas que, por algún motivo, ya sea este grande o pequeño, dejan una huella imborrable en la vida de otros. Tú eres una de esas personas.
No separan varios miles de km, tú estás en ese país escondido entre montañas, y yo aquí, empujada por el cierzo, a veces hacia delante, y a veces hacia detrás. No te he visto desde junio, y ya no recuerdo la última vez que tuvimos una conversación a solas, en la que pudiesemos hablar de cosas profundas. Pero las ha habido. Muchas. ¿Te acuerdas de Búbal, contando estrellas?
Por eso, cuando te pregunto que qué tal, y me respondes que no sabes, y percibo en ti ese vacío que, irónicamente, te llena el alma: me llena de tristeza no poder cruzar todos esos montes de una zancada para poder darte un abrazo.

No hemos podido hablar después de que volviese de África, no te he podido contar cómo me ha cambiado por dentro, todo lo que he aprendido. Pero como confío en que ese café largo que nos debemos tendrá lugar en algún momento, voy a limitarme a resumir lo más importante.

Y lo más importante que he aprendido, Miguel, es que la vida es maravillosa. Cruel, dañina, pero hermosa. Y si no hubiese obstáculos, no sabríamos valorar la parte buena. Son las dos caras de lo sublime; lo bello es al mismo tiempo atemorizante y atractivo.
La vida es una concesión de la muerte. Todos morimos, esa es la única verdad universal. Pero si en ese tiempo que tenemos, en esos años concedidos hacemos algo que merezca la pena, todo tiene un sentido. Allí, en África, la muerte es algo tan común que la vida se exprime hasta los límites. Todo es una razón para sonreír, porque todo lo que pase significa que estás aquí, ahora, y que vives.
El gran problema de nuestra sociedad occidental es que hay tanto adorno en torno a la esencia, que a veces no la distinguimos. Vivimos siguiendo una órdenes de conducta: Esto está bien, ésto está mal. Esto es lo que HAY que hacer. El deber con letras mayúsuculas. Y ¿qué hay de lo que queremos hacer, de lo que necesitamos?
Son las cosas que hacemos por voluntad y no por imposición las que le dan sentido a la vida.
Estás en Suiza, dedicándote a lo que te gusta... pero no estás bien. ¿Qué falla entonces?
¿Hace cuánto que no te paras a admirar un paisaje bonito, a saborear algo rico, a disfrutar de una buena conversación? Eras una de las pocas personas que conozco que dominaba el arte de apreciar las pequeñas cosas. Y esas son la sal de la vida. No sé cuáles son las circunstancias que acrecentan tu vacío. No sé si es soledad, pérdida de rumbo, crisis de identidad...
Dicen que la principal causa de la tristeza, o de cualquier estado melancólico similar, es pensar demasiado. Ya lo decía Chaplin: "Pensamos demasiado, y sentimos muy poco".
Eres una persona con mucha riqueza interior, y sabes de sobra todo este que te estoy diciendo. Pero a veces, cuando nos perdemos, necesitamos que alguien nos recuerde las cosas que sabemos. No sé si esta carta servirá para algo, pero déjame pedirte que, a pesar de todo el trabajo que tienes que hacer, del esfuerzo que tienes que hacer para ser un músico de élite (y lo negarás, pero los que te hemos escuchado sabemos que transmites algo especial cuando tocas. No es sólo la técnica. Eres capaz de traspasar las barreras de la consciencia, y hay que ser un artista para conseguir eso), te tomes unos minutos al final del día para pensar lo bueno que te ha pasado en el día. Que te pares ante las cosas que te llamen la atención, y permítete admirarlas. Tú mismo me dijiste una vez "No estamos aquí para sufrir". Y desde luego, que razón tenías. Vivir es un regalo. Recupera la ilusión.
Al fin y al cabo, la felicidad no es más que una actitud ante la vida.

Y hablo sin saber, y marcándome un farol, pero Miguel, a veces te exiges demasiado a ti mismo. Y la autoexigencia es buena hasta que te desborda y te hunde. Haces muchas cosas bien, pero nadie es perfecto, todos cometemos errores. Es lo humano.
Solías disfrutar de la música. De cualquier tipo de música. No dejes que te haga infeliz. Vuelve a tocar por amor al arte, aunque sea durante un rato. Aunque tengas que preparar mil conciertos, audiciones, clases o lo que sea.

Y si todo esto que te digo no te sirve para mucho, al menos que esta carta te sirva para recordarte que pase lo que pase, no estás solo. Que aquí, en esta cuidad dejada de la mano del viento, hay mucha gente que te quiere, y que te apoya. En todo momento.

lunes, 24 de febrero de 2014

La noche

Si el reloj se rompiera
aquí, ahora
ver tus ojos quisiera
sin más demora.

En vilo suspiros, 
la noche cerrada
las velas marchitas
en una hora acabada.

Rápido y lento,
la manta, tu espalda,
dulce tormento
senda vedada
camino prohibido
a partir de mañana.

Bésame hoy,
que el día se acaba,
y después de dormir
quién sabe si al alba
será todo un sueño
la ilusión demorada
de esta pasión sin dueño...

Que tu me acompañas
en horas sombrías
y el resto, a la luz,
las dejas vacías
esperando a la noche.

Que caiga el velo estrellado.

Ese dibujo dactilar
grabado
a fuego en la memoria.
Llévame otra vez a la gloria. 

La vida en pausa 
es angustia
teñida de conformidad. 

Si el amor es el amo 
caprichoso del tiempo
dejarlo varado 
no es sino castigo
para dos enamorados.

sábado, 18 de enero de 2014

Felicidad

¿Qué es la felicidad? ¿Qué necesitamos para ser felices? ¿Realmente existe? ¿Se puede alcanzar?

No poseo una verdad absoluta, pero hace tiempo que vengo reflexionando, y lo cierto es que tenía ganas de poner por escrito las respuestas que yo personalmente he encontrado a semejantes dilemas.
La felicidad... Todo el mundo habla de felicidad. Así que supongo que la primera definición de felicidad es que se trata del estado al que todo ser humano aspira consciente o inconsicentemente. ¿Quién no quiere ser feliz?
Nadie.
Y de hecho, la mayor parte de nuestra frustración proviene de sentirnos infelices. 
Vivimos en una sociedad, en una cultura, que predica que eel más feliz es el que más tiene. "Necesitas una casa grande, un coche potente, el último modelo en cualquier objeto electrónico. Necesitar ser guapo, delgado, popular. Necesitas tener dinero para poder pagar todo lo anterior. Ser pobre, carecer de bienes materiales te impide ser feliz." Así nos autodenominamos: La sociedad, el estado del Bienestar. Pero... ¿qué hace falta para ser feliz? La respuesta es simple. Nada.
La felicidad no es una meta alcanzable, un trofeo conquistable. Es el camino, o mejor dicho, la actitud que adoptas frente a tu caminar. Yo soy feliz. ¿Por qué? Porque quiero serlo. Porque puedo serlo.

Ser feliz no implica estar siempre contento, sin preocupaciones. Eso no depende de nosotros. La vida es impredecible, y muchas circunstancias se escapan de nuestro control. Muchas de ellas nos van a hacer sufrir, es irremediable. Pero una vez que aceptas eso, que dejas de luchar en una guerra perdida, no importa lo triste que estésen ocasiones, los tramos oscuros que cruces... estás en paz con el universo, y sabes que vendrán tiempos mejores. Independientemente de lo que nos pase, siempre somos libres de elegir la actitud que tomamos ante ello. En realidad, todo en esta vida puede resumirse a la voluntad de cada uno.

Cuando empecé a interesarme por el budismo, no entendía aquello de librarse de las ambiciones. Lo entendía como conformismo. Tenía 15 años, mucho ímpetu y un afán de ser reblede porque el mundo me hizo así. Ahora entiendo que aceptar no es conformarse. Es comprender. Y cuando comprendes, no te amargas. Puedes seguir adelante. Los golpes no duelen tanto si estás preparado para recibirlos.

He visto situaciones de pobreza e injusticia inimaginables. Y aún así he visto en ellas una capacidad de sonreír que supera con creces a la de nuestra venerada sociedad del bienestar. En África... lo que hay son personas. Y teniendo la compañía de esas personas, te das cuenta de que poco más hace falta para ser feliz.
"Hapiness is only real when shared / La felicidad sólo es real cuando la compartes."
Para ser feliz, sólo hay que desearlo. ¿Por qué soy feliz? No sé si se cumplirán mis sueños, lo cierto es que son muy grandes. No sé si tendré todo lo que deseo. Pero soy libre, de cada mala experiencia aprendo algo, y estoy rodeada de un montón de personas maravillosas con las que compartir vivencias. Vida sólo hay una. Y es dura, y cruel, pero bella y sublime al mismo tiempo. Hace falta aceptar lo primero para ser capaz de ver lo segundo.
Y entonces, en ese preciso instante, aprendes a valorar cada momento.  Cada café, cada palabra, cada sonrisa de un amigo. Cada guiño cómplice. Cada beso. Cada frase que te hace reflexionar. Cada nota musical que te conmueve. Cada libro que te abre un nuevo mundo. Cada película que te hace soñar. Cada viaje, cada anécdota, todo puede ser divertido. Cada foto. Cada rincón recientemente descubierto.  No quiero esperar a que la vida me conceda mis caprichos, porque la vida no espera a nadie. Estoy aquí, ahora, viva... Y sólo por eso... Ya soy feliz.

Soy feliz porque quiero.