domingo, 2 de marzo de 2014

Carta a un amigo

En primer lugar me gustaría decirte todo lo que te echo de menos. Hay personas que, por algún motivo, ya sea este grande o pequeño, dejan una huella imborrable en la vida de otros. Tú eres una de esas personas.
No separan varios miles de km, tú estás en ese país escondido entre montañas, y yo aquí, empujada por el cierzo, a veces hacia delante, y a veces hacia detrás. No te he visto desde junio, y ya no recuerdo la última vez que tuvimos una conversación a solas, en la que pudiesemos hablar de cosas profundas. Pero las ha habido. Muchas. ¿Te acuerdas de Búbal, contando estrellas?
Por eso, cuando te pregunto que qué tal, y me respondes que no sabes, y percibo en ti ese vacío que, irónicamente, te llena el alma: me llena de tristeza no poder cruzar todos esos montes de una zancada para poder darte un abrazo.

No hemos podido hablar después de que volviese de África, no te he podido contar cómo me ha cambiado por dentro, todo lo que he aprendido. Pero como confío en que ese café largo que nos debemos tendrá lugar en algún momento, voy a limitarme a resumir lo más importante.

Y lo más importante que he aprendido, Miguel, es que la vida es maravillosa. Cruel, dañina, pero hermosa. Y si no hubiese obstáculos, no sabríamos valorar la parte buena. Son las dos caras de lo sublime; lo bello es al mismo tiempo atemorizante y atractivo.
La vida es una concesión de la muerte. Todos morimos, esa es la única verdad universal. Pero si en ese tiempo que tenemos, en esos años concedidos hacemos algo que merezca la pena, todo tiene un sentido. Allí, en África, la muerte es algo tan común que la vida se exprime hasta los límites. Todo es una razón para sonreír, porque todo lo que pase significa que estás aquí, ahora, y que vives.
El gran problema de nuestra sociedad occidental es que hay tanto adorno en torno a la esencia, que a veces no la distinguimos. Vivimos siguiendo una órdenes de conducta: Esto está bien, ésto está mal. Esto es lo que HAY que hacer. El deber con letras mayúsuculas. Y ¿qué hay de lo que queremos hacer, de lo que necesitamos?
Son las cosas que hacemos por voluntad y no por imposición las que le dan sentido a la vida.
Estás en Suiza, dedicándote a lo que te gusta... pero no estás bien. ¿Qué falla entonces?
¿Hace cuánto que no te paras a admirar un paisaje bonito, a saborear algo rico, a disfrutar de una buena conversación? Eras una de las pocas personas que conozco que dominaba el arte de apreciar las pequeñas cosas. Y esas son la sal de la vida. No sé cuáles son las circunstancias que acrecentan tu vacío. No sé si es soledad, pérdida de rumbo, crisis de identidad...
Dicen que la principal causa de la tristeza, o de cualquier estado melancólico similar, es pensar demasiado. Ya lo decía Chaplin: "Pensamos demasiado, y sentimos muy poco".
Eres una persona con mucha riqueza interior, y sabes de sobra todo este que te estoy diciendo. Pero a veces, cuando nos perdemos, necesitamos que alguien nos recuerde las cosas que sabemos. No sé si esta carta servirá para algo, pero déjame pedirte que, a pesar de todo el trabajo que tienes que hacer, del esfuerzo que tienes que hacer para ser un músico de élite (y lo negarás, pero los que te hemos escuchado sabemos que transmites algo especial cuando tocas. No es sólo la técnica. Eres capaz de traspasar las barreras de la consciencia, y hay que ser un artista para conseguir eso), te tomes unos minutos al final del día para pensar lo bueno que te ha pasado en el día. Que te pares ante las cosas que te llamen la atención, y permítete admirarlas. Tú mismo me dijiste una vez "No estamos aquí para sufrir". Y desde luego, que razón tenías. Vivir es un regalo. Recupera la ilusión.
Al fin y al cabo, la felicidad no es más que una actitud ante la vida.

Y hablo sin saber, y marcándome un farol, pero Miguel, a veces te exiges demasiado a ti mismo. Y la autoexigencia es buena hasta que te desborda y te hunde. Haces muchas cosas bien, pero nadie es perfecto, todos cometemos errores. Es lo humano.
Solías disfrutar de la música. De cualquier tipo de música. No dejes que te haga infeliz. Vuelve a tocar por amor al arte, aunque sea durante un rato. Aunque tengas que preparar mil conciertos, audiciones, clases o lo que sea.

Y si todo esto que te digo no te sirve para mucho, al menos que esta carta te sirva para recordarte que pase lo que pase, no estás solo. Que aquí, en esta cuidad dejada de la mano del viento, hay mucha gente que te quiere, y que te apoya. En todo momento.

No hay comentarios: