martes, 11 de marzo de 2014

Cartas de viaje

Esconde el papel arrugado en el puño cerrado. El cielo le regala un lienzo de colores cálidos. Naranja, rojizo, rosa, amarillo: se perfilan contra las nubes despidiendo al sol. Es increíble lo que la naturaleza puede crear en un instante. Nunca se cansará de mirar atardeceres.

Baja la vista un instante y contempla entonces el papel que sostiene entre las manos. Tal vez debería volver a leerlo antes de que oscurezca. Necesita volver a leerlo. La hoja tiene tantas arrugas que es difícil distinguir los trazos firmes en algunos tramos. En otros, quedaron emborronados por el llanto. ¿Cuántas lecturas lleva ya? ¿Cuántas lágrimas?

"... Recuerdo cuando tarareábamos juntos What a wonderful world. Tú lo negarás, como niegas cada cosa que te duele recordar, pero sé que sigue ahí, en algún rincón de tu cabeza. Bailabamos canturreando en una esquina del salón, yo, subida sobre tus zapatos para ser un poco más alta. Nunca pesaba demasiado. Y eso que sé lo mucho que te he pesado en el corazón. 
No volveré a escribirte. Tampoco sabría dónde encontrarte. 
Pero por favor, no me añadas a esa lista de cosas que oscurecen tu pensamiento. Porque siempre le das muchas vueltas a todo. Eres fuerte, sí. Pero detrás de esa fachada, de ese muro que tú crees impenetrable, hay un corazón que late tan fuerte que a veces te hace daño. Te afecta ver el telediario. Te he visto apretar los dientes cada vez que sale una noticia sobre guerra, muerte, enfermedad y destrucción. Parece que el apocalipsis se nos viene encima cada día, sumando a los tres primeros jinetes el de la corrupción. 
Todavía te oigo diciendo: Este mundo se va a la mierda. No valemos para nada...  Y aún así... Aún así te oigo poner la voz grave de Louis Amstrong y susurrar: And I think to myself, what a wonderful world. 
Te veo saborear el olor del café cada mañana. Te veo acariciar el sonido de los pájaros en tu ventana. Te veo contemplar a la gente caminar, como esbozas esa sonrisa tímida, como contemplas embobado los intercambios de amor de las parejas, la ternura que te inspiran dos ancianos caminando despacito del brazo, después de sesenta años de matrimonio, que te inspira la mirada de adoración del padre que observa a su hija pequeña dormida en su regazo. Te veo escuchar el amanecer. Te veo morir a carcajadas con tus amigos, las peleas entre pullas por el  pan con tus hermanos. Te veo venir corriendo a mi cama, dispuesto a que ni la piel se interponga entre nosotros. 

Y a pesar de todo lo que te pese, y te duela, a pesar de que yo sea parte de esa carga, recuerda que siempre, siempre, todo depende del punto de vista. Tú viste belleza en mí una vez, a pesar de todos mis defectos. Como sueles ver la parte bonita de todas las cosas. 
Por favor, pase lo que pase, duela lo que duela, caiga quien caiga... No dejes de pensar en esa canción. 
Estés dónde estés, bajo el sor abrasador, bajo una lluvia torrencial, o en medio del torbellino, recuerda. 
What a wonderful world.   
Recuerda lo mucho que te he querido. Y dime, si a pesar de todo, no ha merecido la pena..."

La carta está inacabada. La ventanilla del tren muestra como una película a cámara rápida un paisaje nocturno y cambiante. Arruga de nuevo la carta en el puño.
La carta que encontró tirada en el andén de la estación. Le hubiera gustado que alguien le escribiese algo como aquello. O tal vez alguien lo hizo, sin querer.
Todos estamos hechos de historias. Y las historias que se recuerdan son las que empiezan con una buena canción.

jueves, 6 de marzo de 2014

Inconexo

El juego del ovillo. Me llamo Elena, tengo 24 años menos un mes, a menudo viajo. Lanzo el ovillo. Alguien lo deja caer. Todos lo sueltan con la caída, y en la maraña de lana hay una crisis de intentidad. Ya nadie sabe nada nade nadie. Tal vez ni siquiera de nosotros mismos.
Qué difícil es definir la identidad. Quién eres y qué eres son la misma pregunta formulada de la misma forma. ¿O no?

No.

¿Qué eres?
Un ser humano. Decir que eres persona quizá es mucho presuponer

¿Quién eres?
Silencio. ¿Basta con decir un nombre? Un nombre pueden compartirlo varios. Así que nuestro nombre no nos define, es sólo nuestro apelativo. Y entonces ¿Qué? ¿Un conjunto de cualidades y aspiraciones? ¿Un pasado, unos traumas, un conjunto de experiencias?

"Dicen que estamos hechos de átomos, pero un pajarito me dijo que estamos hechos de historias."

...

Oigo en la tele lo siguiente: "África es un problema del mundo" 
No sé quién dice esa sandez. África es nuestra cuna. La madre sublime que nos creó. El problema de África es el mundo de los hombres. 

...

Los árboles desnudos bañados de lluvia se abrían expectantes al sol de primavera. Las flores; blancos pétalos protegiendo los pistilos rosas, no tardaron ni un día en aparecer, con el canto arrullador del cierzo, la canción de cuna de marzo. 

Un hombre sale a pasear. No llega a los 70, pero le ha nevado en el pelo, y el sol ha tallado su rostro. Espera risueño en la parada del autobús. Podría ir andando, el parque está cerca, pero en la parada hay gente. Gente que no conoce, pero gente. El silencio de su casa asfixia su realidad.  Le preguntará a cualquiera. No importa quién sea. Algunos le mirarán con extrañeza como todos los días, pero con suerte, alguien especial seguirá la conversación. No hace falta conocerse para comunicarse, todos hablamos el mismo idioma. Curiosamente, la gente es adversa a las palabras cuando provienen de un desconocido. Se sienten incómodos, atacados. No les interesa lo que otro tenga que decir. Su día ya está planeado, y escuchar no entra dentro de esos planes. 
Aquí llega una chica, abstraída. Carpeta en el brazo, cara de sueño, rebuscando en el bolsillo la tarjeta del autobús.

 - A estudiaar ¿O qué?
 -Sí

La chica ha esbozado media sonrisa, pensando seguramente si lo conoce de algo. Pero no se pone los cascos, a pesar de llevar el reproductor de música en la mano. Está esperando. Escucha. Es su oportunidad. 
El día es bonito. 

...

Manuel es una leyenda. Todo el mundo ha oído hablar del viejo de la trompeta que cada noche toca en un bar. Lleva 40 años dedicándose a la música. Incluso trabajó en un circo en 1967. Nunca ha grabado un disco. Nunca ha tocado frente a grandes multitudes, nunca ha sido una estrella. Pero cuando todas las mujeres de su vida se han ido, y han sido muchas, porque en sus tiempos fue todo un galán, la trompeta ha estado allí. Ahora no queda ninguna mujer. Sólo vasos vacíos que huelen a alcohol, y algunas notas a veces tocadas a destiempo. O a tiempo propio y personal, depende de cómo se mire. Pero Manuel es una leyenda.
 

miércoles, 5 de marzo de 2014

Retazos

A veces me siento como el viento acariciando los campos de hierba alta; las curvas dibujadas en el verde se asemejan a los estremecimientos de tu espalda cuando mis dedos la surcan con suavidad.

Atrapar el lóbulo de tu oreja entre los dedos, disfrutando de la textura aterciopelada. El hueco diminuto oculto en la punta de tu nariz, que se hunde divertido bajo la leve presión que ejerzo para incordiarte.

Ese cuello, mejor refugio que cualquier almohada. Ese que dibuja una parábola perfecta cuando te dan ataques de risa.

Se ama todo y se aman los detalles. El cuadro y cada uno de los retazos.

domingo, 2 de marzo de 2014

Carta a un amigo

En primer lugar me gustaría decirte todo lo que te echo de menos. Hay personas que, por algún motivo, ya sea este grande o pequeño, dejan una huella imborrable en la vida de otros. Tú eres una de esas personas.
No separan varios miles de km, tú estás en ese país escondido entre montañas, y yo aquí, empujada por el cierzo, a veces hacia delante, y a veces hacia detrás. No te he visto desde junio, y ya no recuerdo la última vez que tuvimos una conversación a solas, en la que pudiesemos hablar de cosas profundas. Pero las ha habido. Muchas. ¿Te acuerdas de Búbal, contando estrellas?
Por eso, cuando te pregunto que qué tal, y me respondes que no sabes, y percibo en ti ese vacío que, irónicamente, te llena el alma: me llena de tristeza no poder cruzar todos esos montes de una zancada para poder darte un abrazo.

No hemos podido hablar después de que volviese de África, no te he podido contar cómo me ha cambiado por dentro, todo lo que he aprendido. Pero como confío en que ese café largo que nos debemos tendrá lugar en algún momento, voy a limitarme a resumir lo más importante.

Y lo más importante que he aprendido, Miguel, es que la vida es maravillosa. Cruel, dañina, pero hermosa. Y si no hubiese obstáculos, no sabríamos valorar la parte buena. Son las dos caras de lo sublime; lo bello es al mismo tiempo atemorizante y atractivo.
La vida es una concesión de la muerte. Todos morimos, esa es la única verdad universal. Pero si en ese tiempo que tenemos, en esos años concedidos hacemos algo que merezca la pena, todo tiene un sentido. Allí, en África, la muerte es algo tan común que la vida se exprime hasta los límites. Todo es una razón para sonreír, porque todo lo que pase significa que estás aquí, ahora, y que vives.
El gran problema de nuestra sociedad occidental es que hay tanto adorno en torno a la esencia, que a veces no la distinguimos. Vivimos siguiendo una órdenes de conducta: Esto está bien, ésto está mal. Esto es lo que HAY que hacer. El deber con letras mayúsuculas. Y ¿qué hay de lo que queremos hacer, de lo que necesitamos?
Son las cosas que hacemos por voluntad y no por imposición las que le dan sentido a la vida.
Estás en Suiza, dedicándote a lo que te gusta... pero no estás bien. ¿Qué falla entonces?
¿Hace cuánto que no te paras a admirar un paisaje bonito, a saborear algo rico, a disfrutar de una buena conversación? Eras una de las pocas personas que conozco que dominaba el arte de apreciar las pequeñas cosas. Y esas son la sal de la vida. No sé cuáles son las circunstancias que acrecentan tu vacío. No sé si es soledad, pérdida de rumbo, crisis de identidad...
Dicen que la principal causa de la tristeza, o de cualquier estado melancólico similar, es pensar demasiado. Ya lo decía Chaplin: "Pensamos demasiado, y sentimos muy poco".
Eres una persona con mucha riqueza interior, y sabes de sobra todo este que te estoy diciendo. Pero a veces, cuando nos perdemos, necesitamos que alguien nos recuerde las cosas que sabemos. No sé si esta carta servirá para algo, pero déjame pedirte que, a pesar de todo el trabajo que tienes que hacer, del esfuerzo que tienes que hacer para ser un músico de élite (y lo negarás, pero los que te hemos escuchado sabemos que transmites algo especial cuando tocas. No es sólo la técnica. Eres capaz de traspasar las barreras de la consciencia, y hay que ser un artista para conseguir eso), te tomes unos minutos al final del día para pensar lo bueno que te ha pasado en el día. Que te pares ante las cosas que te llamen la atención, y permítete admirarlas. Tú mismo me dijiste una vez "No estamos aquí para sufrir". Y desde luego, que razón tenías. Vivir es un regalo. Recupera la ilusión.
Al fin y al cabo, la felicidad no es más que una actitud ante la vida.

Y hablo sin saber, y marcándome un farol, pero Miguel, a veces te exiges demasiado a ti mismo. Y la autoexigencia es buena hasta que te desborda y te hunde. Haces muchas cosas bien, pero nadie es perfecto, todos cometemos errores. Es lo humano.
Solías disfrutar de la música. De cualquier tipo de música. No dejes que te haga infeliz. Vuelve a tocar por amor al arte, aunque sea durante un rato. Aunque tengas que preparar mil conciertos, audiciones, clases o lo que sea.

Y si todo esto que te digo no te sirve para mucho, al menos que esta carta te sirva para recordarte que pase lo que pase, no estás solo. Que aquí, en esta cuidad dejada de la mano del viento, hay mucha gente que te quiere, y que te apoya. En todo momento.