jueves, 29 de noviembre de 2012

Y que las sombras sean bienvenidas.

Te odio. Aunque no sea verdad. Te odio por volver a hacerme sentir que no merezco la pena. Por añadir un abandono más a mi lista. Te odio por hacer que te quiera aún cuando te comportas como un niñato egoísta. Porque lo eres. Tal vez siempre lo has sido. Tal vez lo que he amado ha sido sólo tu potencial. Un potencial que has decidido no explorar. Porque prefieres ser mediocre. Tu máxima aspiración es la aceptación de los mediocres. ¿Cómo te he podido amar tanto? ¿Cómo he podido verte como algo sublime? Tal vez has sido sublime. Tenías potencial. Aunque has dejado de usarlo. O tal vez yo sólo estoy siendo injusta. Qué más da. Te di el poder de destruirme, y lo has usado. Me has robado las ganas de vivir. Me has robado mi fe en el amor. Me has robado el poco amor propio que alguna vez pude tener. Porque no merezco la pena. Y nunca mereceré la pena. Porque has roto mi corazón en mil pedazos, y lo único que siento es que no quiero volver a amar. Jamás. No volveré a ser vulnerable. Volveré a ser la sombra oculta detrás de la gran muralla de ideales. Lucharé por cambiar el mundo. Porque si dejo de hacer eso... ya nada vale la pena. Porque te odio. Y algún día mi odio pasará a ser desprecio, o fría indiferencia, cuando la sensación deje de quemar. Y entonces ya no seremos nada. Y el viento arrastrará las cenizas. Vete. Vete lejos. Emborráchate y fóllate a mil, córrete dentro de ellas, y piensa si en alguna vas a encontrar un hogar, como lo encontrabas en mí. Esclavízate en esa sociedad de hombres grises que tanto adoras, y cuéntame si eso te hace libre, si te hace libre el tener que poner tu mejor fachada, si serás tan libre como para mostrar tus miedos, tus inseguridades, tus sueños, tus pensamientos absurdos, como has hecho conmigo. Porque conmigo te comprometiste, pero siempre fuiste tú mismo. Porque yo te quería. Amaba cada una de tus pequeñas imperfecciones, porque formaban un conjunto perfecto, armonioso. Porque veía tu luz. Y tu has dejado de verla en mí. O tal vez se haya apagado, porque ya no merezco la pena. Te odio. Te quiero. Te deseo lejos a la vez que cerca. Te necesito, y no quiero necesitarte. Te odio. Te quiero.
Has destruido la parte de mí que una vez valió la pena. Me la has robado, como todo lo demás. Ahora sólo quiero abrazarme a las sombras, pues una sombra soy. Sentirme poderosa, atractiva, manipular. Quiero ser una femme fatal. Ser egoísta como tú. Renuncio a la felicidad. Me contentaré con el vano placer de jugar con hombres perdidos, como tú. Seré una viuda negra. Pues mi capacidad de amar se fue contigo, y también mi luz. Mi luz no merece la pena. Tal vez mis sombras lo hagan. Porque si no sólo queda el gris. El vacío. Los días iguales, como ahora. Prefiero la oscuridad. 

Adiós a Nunca Jamás. Ha sido un sueño. Sólo ha sido un sueño. Era demasiado bonito para ser verdad. Y nunca, al igual que siempre, resultó ser demasiado tiempo. 

domingo, 25 de noviembre de 2012

Campo de batalla.

No me pidas que luche por ti, porque tu ya lo estás haciendo. Y si los dos estamos luchando por ti... ¿Quién lo hace por mí? Te fuiste a combatir en tus propias batallas y me dejaste abandonada en medio de la guerra. Me siento un poco como en el inicio de Bailando con Lobos, avanzando lentamente con los brazos en cruz, expuesta a las balas del enemigo, a esas balas que no llegan. Y lo único que quiero es que esta misión suicida acabe ya, que me encuentre la muerte y se lleve la desesperación, aunque en el fondo deseo ganar la guerra. Pero avanzo en plan kamikaze, porque a quien todo le han quitado también le roban el miedo. Me dejaste sola ante el mundo. Lamentaría saber que a ti se te complican tus batallas, que no sabes como ganarlas, pero tú te fuiste, y ahora, ésta es mi guerra. Sólo mía. Sólo estoy yo contra el mundo, defendiendo mis ideas a voz en grito; apostando por la cultura y la educación, por los viajes, por los sueños, por cambiar el mundo... Por hacer algo que merezca la pena. Por dejar una huella. Por ser inmortal a través de mis páginas, que consigan hacer reír, hacer llorar, hacer pensar aunque sea un poco, impactar en los demás de alguna manera. Soy una persona complicada. Soy consciente. Soy bipolar, volcánica en cierto sentido; exploto demasiado a menudo, y quemo a todo aquel que esté cerca. Pero como dijo Marilyn Monroe... "si no puedes aguantarme en mis peores momentos, desde luego no me mereces en los mejores." Siempre he sido así. En lo bueno y en lo malo. Estoy un tanto loca, bebo lo vientos por la justicia, la aventura, y la libertad. Esas siempre han sido mis máximas. A cualquier precio. Siempre he defendido a capa y espada mi autenticidad. No soy perfecta. No aspiro a serlo. Pero ahora tengo que convencerme a mi misma de que merezco la pena. Porque tu dejaste de luchar por mí. Y en esta guerra que es la vida... la rendición es la muerte, y atacar es la vida. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Noviembre amargo

Desesperación. Latigazos en el alma, puñetazos en el corazón. Me abandono lentamente, dejo paso a la locura, a la volubilidad. Adiós, hola y adiós otra vez. ¿Dónde quedó la justicia? Perdiste todo rastro de empatía  en el camino, o tal vez te la robé yo. ¿Cuándo se perdió la inocencia? ¿Cuándo dejé de creer en el amor? Mi fe está rota, como rota estoy yo. Sobrevivir... qué superficial. Como si quisiera. Trompetas y otros instrumentos de viento. Beethoven y su novena sinfonía. El himno de la alegría. Qué irónico. Tinieblas. Un barrera de humo entre la realidad y mi mundo interior. Lo que parecía importante ya no lo es. Sin ti, el mundo me da igual. Me hundo en la miseria de sentirme miserable. Gris. Gris por todas partes. Zaragoza se sumerge en niebla, no sé si real o imaginaria. Trozos de pintura descorchada en una pared que una vez fue blanca, impoluta, inmaculada. El tiempo no perdona, el tiempo no cura. El tiempo desgasta, incita al olvido, al olvido de lo que alguna vez fue bueno, sagrado, bello. Y todo se vuelve viejo y amargo. Mi cuerpo me castiga, como si no hubiese sido suficientemente castigada por un crimen que no cometí. Duele, se alía con la mente y me empujan hacia el vacío. Alguna vez fui feliz, no hace mucho tiempo. Aunque parece muy lejano. Lágrimas que queman. Sal cristalizada en mis mejillas. ¿Por qué me esclavicé voluntariamente? Será porque te amaba. Tal vez todavía lo haga. Aunque me resulta complicado sentir algo que no sea dolor. Punzadas que desgarran las entrañas. Corazón desbocado. Miedo. Frustración. Impotencia. Mi canción favorita de Celtas cortos: "A veces llega un momento en que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir. Paseando por la calle, todo tiene igual color, siento que algo echo en falta, no sé si será el amor." Sólo que yo sí que lo sé. Tal vez tenga que rendirme. Dejarme caer. Tocar fondo del todo, en vez de mantenerme a ras de suelo calculando el tiempo que voy a tardar en estrellarme. Dejarme morir, metafóricamente hablando. Masticar la amargura con rabia. Sumergirme en la tristeza. Y tu sonrisa, esa que hace que te brillen los ojos. Hace mucho que no la veo. Muero al pensar que estarás por ahí vendiéndola al mejor postor. No estoy sola. No estoy perdida. Pero estoy tan profundamente destrozada. Y ahora violines. Los adagios siempre fueron mi parte favorita. El clímax. La emoción a flor de piel. Aire que pasea entre mis labios, secándolos, dejándolos sedientos de tus besos.