lunes, 19 de noviembre de 2012

Noviembre amargo

Desesperación. Latigazos en el alma, puñetazos en el corazón. Me abandono lentamente, dejo paso a la locura, a la volubilidad. Adiós, hola y adiós otra vez. ¿Dónde quedó la justicia? Perdiste todo rastro de empatía  en el camino, o tal vez te la robé yo. ¿Cuándo se perdió la inocencia? ¿Cuándo dejé de creer en el amor? Mi fe está rota, como rota estoy yo. Sobrevivir... qué superficial. Como si quisiera. Trompetas y otros instrumentos de viento. Beethoven y su novena sinfonía. El himno de la alegría. Qué irónico. Tinieblas. Un barrera de humo entre la realidad y mi mundo interior. Lo que parecía importante ya no lo es. Sin ti, el mundo me da igual. Me hundo en la miseria de sentirme miserable. Gris. Gris por todas partes. Zaragoza se sumerge en niebla, no sé si real o imaginaria. Trozos de pintura descorchada en una pared que una vez fue blanca, impoluta, inmaculada. El tiempo no perdona, el tiempo no cura. El tiempo desgasta, incita al olvido, al olvido de lo que alguna vez fue bueno, sagrado, bello. Y todo se vuelve viejo y amargo. Mi cuerpo me castiga, como si no hubiese sido suficientemente castigada por un crimen que no cometí. Duele, se alía con la mente y me empujan hacia el vacío. Alguna vez fui feliz, no hace mucho tiempo. Aunque parece muy lejano. Lágrimas que queman. Sal cristalizada en mis mejillas. ¿Por qué me esclavicé voluntariamente? Será porque te amaba. Tal vez todavía lo haga. Aunque me resulta complicado sentir algo que no sea dolor. Punzadas que desgarran las entrañas. Corazón desbocado. Miedo. Frustración. Impotencia. Mi canción favorita de Celtas cortos: "A veces llega un momento en que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir. Paseando por la calle, todo tiene igual color, siento que algo echo en falta, no sé si será el amor." Sólo que yo sí que lo sé. Tal vez tenga que rendirme. Dejarme caer. Tocar fondo del todo, en vez de mantenerme a ras de suelo calculando el tiempo que voy a tardar en estrellarme. Dejarme morir, metafóricamente hablando. Masticar la amargura con rabia. Sumergirme en la tristeza. Y tu sonrisa, esa que hace que te brillen los ojos. Hace mucho que no la veo. Muero al pensar que estarás por ahí vendiéndola al mejor postor. No estoy sola. No estoy perdida. Pero estoy tan profundamente destrozada. Y ahora violines. Los adagios siempre fueron mi parte favorita. El clímax. La emoción a flor de piel. Aire que pasea entre mis labios, secándolos, dejándolos sedientos de tus besos. 

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