martes, 10 de junio de 2014

Caminante...

"Caminante no hay camino...

Si doy un paso más, será lo más lejos que haya estado de casa
Esa certidumbre, toma de conciencia, esa sensación de final, de punto de inflexión. Esa seguridad de que cierras un capítulo, un capítulo importante, y que algo nuevo y desconocido empieza. 
El hambre por lo nuevo se mezcla por esa sinfonía melancólica de los recuerdos pasados, de los buenos momentos, e incluso los malos. Echamos a andar una vez, hace aproximadamente 5 o 6 años, creyéndonos los reyes del mundo, y llegamos al final de este tramo sintiéndonos vagabundos. Eso sí, tal vez más sabios. Ahora, la carretera se bifurca. Se separa en numerosos senderos tortuosos, a los que no vemos final. ¿Quién nos prepara para las despedidas? ¿Quién decide qué es un hasta luego o un hasta siempre? ¿Quién lucha contra el calendario para brindar juntos en Navidad? 

La unión hace la fuerza. Y qué bien nos ha funcionado durante mucho tiempo. Pero cada vez son menos las noches de tetería, de perdernos en callejones oscuros o acercarnos al río para ver el reflejo de la luna mientras pensamos mil y una formas de cambiar el mundo. 
Ahora esos momentos son más bien recuerdos con sonrisa, esas fotos que se guardan en un cajón mientras cada uno hace su vida, con su pareja, con su trabajo, con las obligaciones del día a día.
¿Cómo no nos dimos cuenta de que nos hacíamos mayores? 

Adulto. Madurez. Parece que son palabras que llevan implícito un matiz de soledad. La evolución personal la vive el individuo, el grupo queda en un segundo plano, en el de las cañas de una noche de verano. 

Echar a andar, con todo el peso sobre los hombros, dejando huella en los tramos de fango

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