martes, 29 de abril de 2014

¿Quién me ha robado el mes de abril?

Recuerdo aquel septiembre de 2008. Una chica sentada sola en un avión con destino a las antípodas se despide de lo que ha sido su hogar durante 18 años. Tiene una sensación extraña en el pecho. Una mezcla de entusiasmo y miedo a lo desconocido. Pero no está asustada. No es su estilo. Son más los nervios, las expectativas. Vuela hacia Australia, pero en realidad es un viaje hacia sus sueños, y hacia ella misma.

Recuerdo a esa chica, que era yo, y la comparo con la de ahora. Me gustaría volver a tener esa falta de miedo que venía de la mano de la ingenuidad. Pero han pasado 6 años, y de esa ingenuidad queda poca.
No nos han dejado conservarla.

Y ahora todo son preguntas ¿Qué, cuándo, dónde, con quién, para qué, hasta cuándo, y después?
Ese ¿Y después? que pesa tanto. Y le incertidumbre que nos devora.
Nuestro hogar nos echa a patadas, ya no parece una opción sino una obligación. Parece que no hay nada aquí para nosotros. Y si la identidad nace de las raíces en gran parte, ¿Cómo no vamos a perderla cuando nos desligan de ellas?
Se nos educa para caminar en una dirección, y luego nos empujan fuera del camino, sin brújula, a los agrestes parajes en los que no sabemos orientarnos. Algunos jugamos con cierta ventaja, pero los senderos ocultos, una vez localizados no de dejan de ser tortuosos.

¿Y después?

¿Qué decisiones tomamos en una vida que ya no parece nuestra? Esto es así. Esto es lo que hay. Agacha la cabeza y resígnate.

La desesperación y la incertidumbre incendian el aire y nos impiden respirar. Estamos en una sauna en la que cada vez la atmósfera es más asfixiante. Y el vapor no nos deja ver la salida.
La trampa de la comodidad y la sociedad del bienestar. "Sólo el penitente pasará"

¿Pasará a dónde? ¿Y después?

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