miércoles, 17 de septiembre de 2014

Dubliner: Capítulo 4

Vuelvo a casa.

Hay veces que por muy enamorado que estés de algo, las circustancias no permiten que la historia de amor tenga lugar. Eso es lo que me sucede con Irlanda. Estoy enamorada de este país, de Dublín, y me muero de ganas de recorrerlo de arriba a bajo, de este a oeste, y hasta en diagonal. Me encanta la familia en la que estoy, me encanta la gente a la que he conocido, me encanta la clase de teatro, mi alumna de español y todo... pero no se puede estar bien en un lugar si tu cabeza, tu mente, no está ahí, y eso es lo que me pasa a mí. Por motivos personales, hay situaciones en España que ocupan mis pensamientos 24 horas al día, y casi me siento culpable por estar aquí. Vine aquí para pasar un año pasando el tiempo, porque el trabajo de au pair me ocupa un total de 4 horas diaria entre semana, como mucho, y el resto es pasar el rato. Y pasar el rato puedo pasarlo en cualquier sitio. Vine sin una meta concreta, así que no tengo la sensación de estar tirando la toalla... al contrario, cuando tomé la decisión de volver sentí alivio, como si me hubiese quitado un peso enorme de encima. No es propio de mí, querer volver a casa. Yo, que siempre quiero irme, y cuanto más lejos mejor. A lo mejor venir aquí me ha servido para darme cuenta de que hay una nueva "yo", más madura, que ya no siente la necesidad de escapar. "Home is where the heart is". 

Así que desde que hace una semana decidí que volvía, después de unos cuantos días llorando, estoy más feliz que una perdiz, porque ahora, sabiendo que el final está cerca, me estoy dedicando a disfrutar a tope de los días que me quedan. De la gente, las cervezas internacionales entre risas, las conversaciones, compartir secretos y vivencias...
Voy a echar de menos a estas chicas maravillosas que tanto apoyo me han dado. La buena noticia es que ahora tengo excusa para visitar muchos lugares del mundo, porque al fin y al cabo, las amistades que se crean en situaciones límites, y estar sola en un país desconocido se considera situación límite, no se rompen jamás. 
El domingo nos fuímos a Galway y Connemara. Ay, Connemara. Ay, Irlanda. Cómo puedes ser tan bonita. Cómo pueden ser los irlandeses tan buena gente. Fue una paliza de viaje, porque al ser en el día madrugamos muchísimo. Pero mereció la pena. Este viernes el la noche de la cultura en Dublín, y el domingo nos vamos a las Wicklow mountains, lugar de rodaje de Braveheart, a morir de amor. Y entre semanas cafés, pastel, pelis, charlas... lo que se pueda. 
Así pues, a darlo todo, que aún me queda semana y media.


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