martes, 2 de septiembre de 2014

Dubliner: Capítulo 2

Si os imagináis una bebida soluble, sabéis que cuanto más caliente esté, más rápido se disuelven los polvitos en cuestión. Si está fría no se disuelve, por más que le des vuelta. Pues con mi vida aquí ha pasado un poco parecido. Hasta que no ha hecho unos días de buen tiempo no me he empezado a sentir inmersa en la vida de aquí.
Puede que sea el periodo de adaptación, mi síndrome premenstrual, que no estoy hecha para los días grises o un poco de todo, pero si pudiese definir mi estado de ánimo durante la última semana y media sólo tendría una palabra: bipolar.
Y es que es extraño como pasas de la euforia más absoluta al drama más oscuro en apenas segundos y sin darte cuenta. 
Lo bueno de empezar de ceroes que no arrastras nada, tienes libertad absoluta. Lo malo, porque todo tiene dos caras en esta vida, es que al no haber nada, todo, hasta un detalle insignificante, importa. Para bien o para mal. Supongo que es la gracia del asunto. Ya sabía que no todo iba a ser felicidad y armonía... Es más... Feliz soy, pero ¿cuándo ha habido armonía en mi vida? A veces pienso que inconscientemente busco el drama. No se pueden sacar historias de donde no pasa nada.Y yo colecciono historias. 

Sea como sea, parece que ya está todo encauzado. La familia con la que vivo es adorable, no había podido tener mejor suerte. Hay familias que pagan mejor, pero yo trabajo poco y ellos son encantadores. Y ni por todo el oro del mundo me iría a una casa en la que no me sienta en casa. He tomado la decisión de secuestrar a las niñas cuando me vaya, porque me las comería. Eso sí, las tendría que meter en sacos separados, porque son un amor, pero cuando no están juntas. Cuando estás juntas te sientes como al avismo de la Tercera Guerra Mundial, porque no son capaces de estar juntas y que pasen 3 minutos sin empezar a pelearse. Además Orlaith, la mayor, tiene el peor despertar que he visto en mi vida. Ni si quiera la Romi se levanta de tan mal humor. A esta no le puedes hablar ni aunque haya desayunado, hasta que no vuelve del colegio está con el modo ogro puesto. Y luego sufre una transformación y se convierte en una niña de 10 años sensible a la que le encanta leer, dibujar, el arte y bailar. Niamh, la pequeña, es un bicho. Está todo el rato haciendo el tonto y gastando bromas. Es una niña que querría ser niño, porque cierto machismo que rodea el mundo infantil hace que los deportes que puede practicar sean limitados. No hay equipos femeninos de casi nada. 

Mis mañanas en casa son bastante rutinarias. Me levanto, despierto a las niñas, las llevo al cole (eso esta semana, porque la semana pasada aún no iban al cole e íbamos al cine, jugábamos a cosas, pintábamos, organizabamos cenas y preparábamos postres...) luego vuelvo a casa, hago las tareas rápidamente y tengo toda la mañana de relax. Hago mis ejercicios de yoga que mi espalda está agradeciendo profundamente, leo, escribo, veo series o pelis, y hoy he empezado a estudiar para el Proficiency. En fin, esos ratos para mí que echaba de menos en España. Luego las voy a buscar al cole y hago con ellas los deberes hasta que llega su madre. Niamh es disléxica, así que necesita ayuda constante para deletrear. Orlaith va a un cole cuyas clases son en irlandés, así que mucha ayuda no puedo prestarle. 
Mañana además empiezo a dar clases de español a una mujer de este barrio. 

Las tardes son variadas, abiertas a la improvisación. Hoy por ejemplo voy a ver si por fin encuentro lo de las clases de teatro ahora que ya sé seguro dónde se imparten. El resto o quedo con gente (es maravilloso haber conocido ya a alguien) o me doy un paseo o sigo dedicándome a mi retiro espiritual. 
Los findes son para ir a Dublín centro. Entre semana si no sólo voy los martes, porque vivo en un barrio a 15km, el autobús vale una pasta, (y es de línea, que conste) y a pesar de que el domingo encontré la forma de ir en bici, me sigue costando una hora ir y otra volver. 

Y por lo demás, la semana pasada tuve un poco de mala suerte: no encontré el teatro, el instituto Cervantes estaba cerrado, no encontré los libros, me picó una avispa en la oreja (hoy se me ha posado una en el hombro, pero mi inmovilidad la ha confundido y me ha dejado tranquila) se me rompió una tortilla de patatá , me quemé con la sartén... pero al menos conocí a varias personas, y gané mucha confianza con los padres. Y al fin y al cabo, todo se hace más llevadero si no estás solo. 

Así que después de un torbellino de emociones, de llorar, rabia, alegría y entusiasmo a partes iguales, puedo decir que el sábado empezó mi vida como tal en Dublín, y tengo que decir que a pesar de momentos de crisis y de echar de menos, me gusta estar aquí. 

No deja de ser un año de reflexión, así que supongo que atravesaré varias crisis existenciales más... Pero sólode las crisis sale uno renovado y más fuerte. 
A eso me expongo voluntariamente. 

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