sábado, 8 de noviembre de 2014

Vocación

Toda esta historia comienza  cuando hoy, sábado por la mañana, aburrido y gris, encuentro un canal de fisioterapia en Youtube: "Fisioterapia a tu alcance" se llama. En realidad estaba buscando remedios contra los juanetes, ese síntoma hereditario de edad que persiste en mi familia generación tras generación. es decir, que me hago "vieja". 
Y ese síntoma de edad y deterioro físico me ha hecho sumergirme en Internet y encontrar estos vídeos, provocando cual efecto mariposa la siguiente reflexión. Veréis cómo hilo.

Soy profesora. de inglés. ¿Ha sido esa siempre mi vocación? No. 
Ahora lo hago porque es lo que sé hacer... y hay veces que hasta dudo de eso. Cuando me planto delante de una clase llena de alumnos más mayores que yo, pensando que mí depende que se saquen un título que les permita acceder a un trabajo mejor, o a un trabajo, a secas, para pagar la hipoteca, la alimentación de sus hijos, etc... Es una gran responsabilidad, y hay días en los que acabo con cierta ansiedad. Sobre todo por el miedo de no estar a la altura, de no ser lo suficiente buena enseñando. 
Me encanta enseñar. Eso es verdad. Pero también me encanta cantar y nunca me he planteado dedicarme a ello profesionalmente. 
Así pues, a pesar de la pasión que me produce ¿puede llamarse vocación? ¿Soñaba con ser profesora cuando era pequeña? Lo cierto es que no. Además, creo que si disfruto tanto enseñando es porque al mismo tiempo estoy aprendiendo. Ensayo y error. Me ha encantado mi carrera, pero lo cierto es que nunca nos han enseñado a enseñar. Y es que al fin y al cabo eso es algo que sólo puede aprenderse con la práctica. 

Yo de pequeña quería ser veterinaria. Porque en aquella época me gustaban más los animales que las personas, pero conforme fui creciendo también me interesé por la medicina. Nunca me lo planteé como una opción a tener en cuenta porque desde los 8 años he sido muy consciente de que la madre naturaleza da una de cal y otra de arena, y que me había dotado de una notable inteligencia verbal en contraste con la nula habilidad en matemáticas, física o química. 
Y uno tiene que saber cuales son sus propias limitaciones y virtudes, y potenciar éstas últimas. Así que tras ciertas ensoñaciones artísticas durante la adolescencia (teatro y fotografía), me hice filóloga. Porque a mí, por si aún no os habíais dado cuenta, lo que me gusta es escribir. Fusionar lenguaje y arte. 

Pero ¿es esa toda mi vocación? ¿Qué ha pasado con la niña que quiso ser veterinaria y que daba masajes con muy buena voluntad  todo el que le dijese que le dolía algo? Esa niña es la que me empujó a viajar a África. La que hace que ahora, mientras trabajo como profesora, esté estudiando un máster de Cooperación Internacional y Ayuda al Desarrollo, con todas sus cosas de economía y presupuestos que a veces me dan ganas de llorar. Pero me aguanto, sabiendo que necesito adquirir esos conocimientos para ser capaz de desarrollar  proyectos que me permitan mejorar la vida de la gente, en Camerún o donde sea. 

¿Cuál es mi vocación, entonces? Pues por lo visto, dedicarme a algo que me permita aliviar el sufrimiento ajeno. Ser profesora encaja, ya que la educación es la base del progreso, pero no he descartado todavía la sanación. Ni lo descartaré. ya que hay algo dentro de mí que me empuja a ello. Y he dicho sanación, y no sanidad, porque voy a decantarme por un postgrado de Medicina Natural. Y lo cierto es que cualquiera que haya convivido conmigo un mínimo de tiempo puede decir que tengo un don para los masajes. Una especie de intuición respecto al cuerpo humano, porque nadie me ha enseñado. 

Tengo 24 años, trabajo de una cosa, estudio otra y me planteo otra aún más diferente. Y esto me hace acordarme de otro vídeo que vi, de LuzuVlogs, en el que hablaba de la crisis de los veintitantos, de esa ansiedad de tomar decisiones, de decantarte por lo que se supone que tienes que ser y hacer el resto de tu vida. Y lo cierto es que esa crisis existe. En mi caso, por ejemplo, necesité salir del país una temporada para poder ver con perspectiva el cambio entre la vida universitaria y la vida de joven adulta hacia la que tenía que dar el paso. En estas ocasiones viene bien coger aire y pararse para reflexionar.

Me tuve que ir a Irlanda para darme cuenta de que quería volver, de que no me daba tanto miedo. Algunos consideran que he fracasado. Que he tirado la toalla, y que eso no es propio de mí. Puede ser, aunque no sé si es posible fracasar careciendo de una meta. Y de todas formas ¿quién dice que el camino es fijo y que las decisiones que uno toma son irrevocables? Tuve que irme para ser consciente de que quería estar aquí, y por el camino escribí un libro, vi lugares preciosos y conocí a gente maravillosa- ¿Es eso un fracaso? 
La vida da muchas vueltas, mareando cualquier plan, y hay que aprender a vivir improvisando. Mi sitio ahora está aquí. No sé durante cuanto tiempo, pero hay que saber elegir el momento exacto, y ese momento es ahora. 

Y nunca hay que olvidar que no hay nada como un viaje en solitario para tener una conversación sincera con uno mismo. Hola yo, ¿qué quieres hacer ahora?

Lo cierto es que desde pequeños se nos pregunta que qué queremos ser de mayores. Que está muy bien, si cuando respondieras; "veterinaria, granjera, pintora, escritora y jugadora de baloncesto", no te dijeran; "Pero todo eso no puedes ser". Siempre el eterno NO PUEDES. 
Ahora en las entrevistas de trabajo se ha puesto muy de moda plantearle al entrevistado "¿Cómo te definirías?" 
Definir. definir es la acción por la cual delimitamos la realidad mediante palabras para poder comprenderla. ¿De verdad alguien es capaz de definirse a sí mismo en tres palabras? Porque para mí es imposible. Soy demasiado compleja, cambiante, profunda y simple al mismo tiempo, abstracta... Y puntos suspensivos, porque como he dicho, no puedo definirme. 

Y tampoco quiero. No voy a ser yo la que limite mi propia experiencia de ser, de vivir. 
Porque ¿sabéis qué? Las palabras se las lleva el viento, y como filóloga puedo decir que aun así, pueden pesar más que cadenas sólidas. 

Con cada cosa que intente hacer, me dirán "NO PUEDES".
Cuando pregunté por qué, me responderán "porque no se puede, nadie lo hace".
Y luego pensarán una vez más que estoy loca. 

Pero los locos, amigos míos, son aquellos que se atreven a arriesgar, a ir un poco más allá persiguiendo sus sueños, en vez de renunciar a ellos, y así generan el movimiento para que cambie el mundo. 

Yo quiero ser parte de ese cambio. Desafío al mundo y me uno a los locos, a soplarle al "NO PUEDES" y al "DEFINETE" hasta que el huracán los saque de mi vida para siempre. 

Se el cambio que quieres ver en el mundo. Si quieres puedes. 

A palabras impuestas, oídos sordos. 

No hay comentarios: