lunes, 13 de junio de 2011

Ese viejo amigo.

Como cada momento bajo de mi vida, en el que la angustia parece abrirse camino y amenza con hundirme, allí estás tú; coraza de papel, más fuerte que mil escudos de acero, puerta mágica que permite escapar a otros mundos, conocer personas de las que parender, con las que siento, con las que comparto el camino... el suyo y el mío.
Viejo amigo que dabas ese toque de luz a los días más ocuros.
¿Cómo puede un libro cambiar una vida para siempre? Es un baile entre almas, una seducción, un orgasmo espiritual en el que el entendimiento es pleno, y todo está claro, y en ese mar infinito de palabras, las palabras dejan de ser necesario.
Un pedazo del alma de quien lo escribió, que se funde para siempre con la tuya. Porque a partir de ese momento, lo llevarás en tu corazón para toda la vida. Puede que las páginas amarilleen y se arruguen por el uso, puede incluso que el tiempo las convierta en ceniza, pero seguirá ahí, inmortal, porque tú lo recuerdas, mientras vivas.
Cada persona tiene su libro especial, su gran amor. Puede querer a muchos, pero ninguno tocará su esencia como ese.
El mío fue, sin quererlo, el eje que dirigió mi vida. Quise ser valiente, quise hacer grandes cosas, quise soñar, crear universos paralelos, ser libre, y poder luchar por ello. Quise creer en la magia, y en que nada es imposible.
Y ahora, en los momentos bajos, cuando el tiempo se me escapa, quiero volver a tí con más ganas que nunca. Que me abraces con tus brazos invisibles, y me lleves a otra realidad donde yo no soy yo misma.

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