domingo, 21 de febrero de 2016

Asun. 1935

Asun se muere de ganas de ser mayor de edad. Para poder votar. Para poder devolverle su escaño a Clara Campoamor. La escuchó un día que fue a la universidad a buscar a su hermano, y desde entonces no ha dejado de pensar que quiere ser como ella. La forma en la que habla, las cosas que dice. Querría ir a la universidad, aunque no cree que su madre lo permita. Ya ha protestado porque ha continuado con sus estudios de bachillerato, pero Asun sabe cómo convencer a su padre. Y Mariano la apoya. Entre los dos han sido una fuerza de presión suficiente. Pero la universidad es otra historia. Eso tampoco le va a parecer bien a su padre. Está bien para Mariano que es hombre, y está decidido que sea notario. No es que él lo haya decidido, pero sabe que hay guerras que no puede ganar, y lo acepta con tranquilidad, como todo en su vida. Pero Asun no es igual. Asun quiere cosas. No quiere ser la “esposa de” para lo que su madre le  ha estado preparando toda su vida. Y menos aún desde que oyó por primera vez a Clara Campoamor.

Suspira. No sabe qué excusa le pondrá esta vez a su madre para justificar su tardanza. Ella, muy piadosa, le cuenta al padre Maximiliano todas sus preocupaciones respecto a su hija adolescente, y Asun está convencida de que alguien la vigila desde hace algunos días. No puede contarle sus inquietudes a su padre, porque está muy agobiado últimamente en el trabajo, y Mariano estudiando para sus exámenes.

Tiene un nuevo amigo, un chico de veinte años, como su hermano, que ha conocido en el grupo. A él no parece molestarle que una chica hable de política. Si sus amigas supieran que va a esas reuniones con gente mayor y en gran parte del sexo contrario, les daría un patatús. Por eso le gustan más sus nuevos amigos, aunque tengas lúgubres pensamientos y sean de la opinión de que las cosas no van bien. Asun se siente mayor entre ellos. La toman en serio.

-¿De dónde vienes María Asun? – Su madre la escudriña minuciosamente desde el hueco del pasillo – Es muy tarde, hace horas que han terminado tus clases.
-De estudiar, madre. Ya sabe que quiero sacar muy buenas notas.
-No sé para qué. Si pasaras más tiempo en casa ayudándome, aprenderías las cosas útiles que te van a servir de verdad.
-Sí, sí, ya lo sé. Ahora mismo sería un desastre de esposa.
-A este paso nadie querrá casarse contigo, hija, y ya me dirás qué vas a hacer entonces.
-Trabajar, madre. Para eso estoy sacando el bachillerato – responde Asun con sorna
-Ese tono, Mari Asun. Ya sé lo mucho que disfrutas disgustándome. No sé por qué a tu padre le hace tanta gracia que hayas salido respondona. Si rezaras con tanto ahínco como me torturas, tendrías el cielo ganado.


Asun mira a su madre de soslayo, mientras corta verduras. ¿Qué le ha pasado? Aún es joven. Se casó muy joven. Tal vez demasiado. No conoce otra cosa. Por eso le da tanto miedo que el destino de su hija sea tan distinto al suyo. Porque si el destino no es el mismo, ya no queda nada que las una.   

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