lunes, 4 de marzo de 2019

Top 10: Personajes femeninos en Harry Potter

Puede que la saga tenga nombre masculino, y si bien es cierto que la historia sigue las aventuras y la evolución del joven mago, a lo largo de los 7 libros ( más las adaptaciones cinematográficas), JK Rowling nos ha regalado una buena colección de personajes maravillosos entre los que encontramos muchas mujeres sin las cuales, Harry no habría pasado del primer capítulo de La piedra filosofal.

10. Dolores Umbridge

Voldemort es el villano indiscutible de la saga ¿o no? Dolores Umbridge se sitúa como el personaje más odiado de Harry Potter, sobrepasando al señor Tenebroso. Soy una de las que la odia a ella por encima del resto, y por eso mismo, merece un puesto en esta lista. Porque es la mejor mala. Cruel, mentirosa, insoportable, sin escrúpulos. Con sus vestidos rosas, su voz de pito y sus platos de gatitos y dispuesta a torturar a niños y adolescentes a su cargo.
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9. Bellatrix Lestrange

Siguiendo con personajes malvados, Bellatrix está también a la altura. Es una auténtica psicópata, una asesina sin escrúpulos que disfruta torturando a otros, física y mentalmente,y la más fiel seguidora de Voldemort, así como su más poderosa aliada. Podríamos hablar de un personaje más bien plano, sin complejidad psicológica, llena de maldad, crueldad y fanatismo, si no fuera por un capítulo en el sexto libro. Bellatrix acompaña a su hermana Narcissa a convencer a Snape mediante un juramento inquebrantable de que proteja a Draco Malfoy, desobedeciendo las órdenes de Voldemort y actuando a sus espaldas. ¿Es capaz de amar Bellatrix a alguien? Puede que que el encubrir a su hermana sea uno de los pocos gestos que demuestran que sigue siendo humana.
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8. Narcissa Malfoy


Narcissa Malfoy apenas aparece en los primeros libros de Harry Potter, sólo brevemente mencionada como una mujer rubia, madre de Draco Malfoy. No tiene diálogos, ni el peso de su marido y su hijo en la trama, sin embargo, acaba siendo una de las piezas clave en el desenlace de la historia. ¿Por qué apenas tuvo presencia en los comienzos de la historia? Porque su familia forma parte de los antagonistas de Harry, y ella no lo es. A pesar de formar parte de los seguidores de Voldemort, ella no es mortífaga, y cuando la vemos en acción es precisamente desobedeciendo las órdenes de Voldemort, llegando a salvar la vida de Harry. Si Draco resulta no ser tan malo al final, sin duda es gracias a su madre, y en la batalla de Hogwarts ambos se alejan cogidos de la mano, desligados de la guerra. Es un personaje gris y complejo que acaba siendo crucial, a pesar de ser claramente secundario. 

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7. Nymphadora Tonks

Tonks es la hermana mayor que todos queremos tener. Es divertidísima y un poco torpe, sin embargo, es una poderosa bruja, metamórfaga, aurora, y extremadamente valiente y leal. Aparece por primera vez en La orden del fénix (es miembro de la misma) cuando va a sacar a Harry de casa de los Dursley, y es inevitable que te guste desde su primera palabra. Incluso si empieza siendo un personaje un tanto cómico, su historia se va oscureciendo y complicando a medida que avanza la trama. Su historia de amor con Remus Lupin, aunque sutil, es una de las más queridas, y todos sabemos que sus muertes en la batalla de Hogwarts son de las más traumáticas, porque una nunca se acostumbra a perder a algunos de sus héroes favoritos. 
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6. Luna Lovegood

Luna Lovegood es un personaje entrañable. Apodada “Lunática” por los estudiantes de Hogwarts por su personalidad extravagante, posee una sabiduría poco común para su edad. Amiga de Ginny, Luna es genuina y auténtica, parece vivir en otro realidad, y concede muy poca importancia a lo que los demás piensan y dicen de ella, sin embargo, su amistad con Harry y compañía, y la importancia que tiene para ella demuestra que en el fondo, nadie lleva bien la soledad. Es valiente y leal, no duda en ir al ministerio de Magia a luchar contra los mortífagos, y en el último libro acaba siendo secuestrada por su lealtad hacia Harry. A pesar de no aparecer hasta el quinto libro, consigue escalar posiciones muy rápido para convertirse en un personaje principal, aunque no forme parte del trío protagonista. 
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5. Ginny Weasley

La realidad es que las películas desmejoraron mucho el personaje de Ginny, tanto, que ni siquiera es coherente o creíble que acabe siendo el interés romántico de Harry. Pero las cosas como son, Ginny, en los libros, mola mucho. Empieza siendo la hermana pequeña de Ron, y está en un segundo plano, y así es como se siente ella, siendo la pequeña de siete hermanos. Pero a raíz de ser poseída por Tom Riddle, y ser capaz de luchar y resistirse a esa posesión, se van viendo pistas de su fortaleza y su poder, que se irán incrementando conforme evoluciona el personaje. Porque sí, el personaje de Ginny es uno de los que más evoluciona. De ser una niña tímida enamorada platónicamente de Harry, a la bruja poderosa que no deja de sorprender a todos superándose una y otra vez a sí misma, tanto en dominio de la magia (sus hermanos, Fred y George advierten que es mejor no meterse con ella y sufrir una de sus maldiciones), como jugando a quidditch (acaba siendo jugadora profesional) y como persona, siendo una de las heroínas en cada una de las batallas que transcurren en los libros (Ministerio, Hogwarts, etc..). 
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4. Lily Evans (m. Potter)

Lily está muerta, y únicamente la vemos a través de recuerdos de otras personas (o como aparición en dos ocasiones) y sin embargo, es uno de los personajes más importantes de toda la saga. No sólo porque su sacrificio para salvar a su hijo Harry determine todos los eventos posteriores, sino porque Harry se parece mucho a su madre. Se lo dicen constantemente. Puede que físicamente sea clavadito a su padre, excepto en los ojos, que son de su madre, pero ha heredado la personalidad de su madre; el valor, la amabilidad, el sentido de la justicia. A través de los recuerdos de otras personas, Snape principalmente, vemos a Lily como una bruja brillante, y una persona excepcional. Tan excepcional era que la marca que deja en aquellos que la conocieron y el trauma de su pérdida, condiciona toda la historia. El mejor capítulo de toda la saga: -After all this time? - Always.
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Y llegamos al top 3, en mi opinión, indiscutible.

3. Molly Weasley

Harry es huérfano y se ha criado en una casa sin cariño. Todo eso cambia cuando conoce a Ron, y casi de forma automática, pasa a ser parte de la familia de su mejor amigo. Porque así son los Weasley, y si son así es debido a la matriarca, Molly. Ella es la figura materna que Harry no ha tenido, y así se define a sí misma en una conversación con Sirius ( -Molly, no eres su madre. - Como si lo fuera). Molly es la presencia reconfortante, el hogar, el apoyo. En el torneo de los cuatro magos, va a Hogwarts para estar con Harry antes de la prueba final, ya que éste no tiene quién vaya a ir a verle. Y sin embargo, el que sea una gallina clueca que cuida de sus polluelos no es para nada contradictorio con su condición de mujer fuerte y valiente, que no teme a decir lo que piensa, sea a quien sea que le esté llevando la contraria, y que lucha por proteger lo que quiere y por defender lo que es bueno y justo. No hay que olvidar que es miembro activo de la orden del Fénix, que su casa se ve atacada por mortífagos, que perdió a dos hermanos en la primera guerra y a un hijo en la segunda. Molly es una guerrera, y no hay momento más épico que su duelo contra Bellatrix (-Not my daughter, you bitch!)
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2. Minerva McGonagall

La profesora McGonagall es definida como una mujer seria y estricta. Y lo es. Pero también es justa, una maestra excepcional que apoya, ayuda y respalda a sus alumnos, y les inspira a dar lo mejor de sí mismos (Intercede para que Hermione consiga el giratiempo para poder asistir a más clases, le compra a Harry la Nimbus 2000, insiste en que se encargará personalmente de que consiga las notas para ser auror y un largo etc…). Es determinada, y como jefa de la casa de Gryffindor, una de las personas más valientes de la saga. Lo demuestra en incontables ocasiones, pero especialmente en los momentos en los que Dumbledore no está, y ella se niega a marcharse, quedándose en Hogwarts para proteger a los estudiantes. Su amistad con Dumbledore y su lealtad hacia este es de sobras conocida, lo que la hace unirse a la Orden del Fénix de inmediato. Líder indiscutible de la defensa del castillo en la batalla de Hogwarts, es uno de los personajes más admirados y respetados por Harry y los demás alumnos a lo largo de todos los libros.
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1. Hermione Granger

Las cosas como son, a pesar de que los libros lleven el nombre de Harry, los protagonistas son tres: Harry, Ron y Hermione, y así como Ron es el personaje más familiar y cómico, Hermione es La Heroína, con mayúsculas. De hecho, los libros podrían haberse llamado: Harry Potter y cómo Hermione le hizo llegar hasta la Piedra Filosofal, Harry Potter y cómo Hermione descubrió que el monstruo era un basilisco que se movía por las tuberías, Harry Potter y cómo Hermione salvó al prisionero de Azkaban, Harry Potter y cómo Hermione le ayudó a entrenar para el Torneo de los Tres magos, Harry Potter y cómo Hermione fundó la Orden del Fénix, y Harry Potter y cómo Hermione le salvó la vida en incontables ocasiones hasta que venció a Voldemort, partes 1 y 2.


Hermione somos todas. La niña de origen muggle que se esfuerza 100 veces más que el resto para demostrar que encaja en el mundo mágico.


Es la más inteligente y talentosa de su clase, tanto, que el sombrero tiene serias dudas de si ponerla en Ravenclaw. Pero la pone en Gryffindor, y a lo largo de los libros demuestra una y otra vez por qué. Porque es la más valiente, la más noble, y sobre todo, la más leal. No abandona a Harry nunca, es la que permanece siempre a su lado, la que más sacrificios hace por defender su causa.
Hermione ya es un icono, un modelo a seguir por niñas de todo el mundo.
Hay quienes han defendido que Hermione y Harry deberían haber acabado como pareja, hasta la propia Rowling lo dijo, años después de haber terminado la saga (Rowling, no te vendas). Pero para mí, no tiene ningún sentido, porque de haber sido el interés romántico de Harry, su rol habría sido diferente. Hermione y Ron son iguales para Harry, sus mejores amigos, y por ello no influye su género. No hay una intención romántica detrás de las hazañas de Hermione, y eso es lo que la convierte en un referente.


Es, simplemente, la mejor.


PD: Es LeviOsa, no Leviosáaa




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martes, 3 de octubre de 2017

Sentimientos enfrentados. O sobre Cataluña.

Me da tanta pereza escribir sobre este tema que no sé ni por dónde empezar, y al mismo tiempo, si no escribo, reviento. Sentimientos encontrados. Supongo que así podría ser el titular de un periódico no sensacionalista si este hipotético medio decidiera escribir una crónica sobre lo que está pasando.
Porque la cosa, al final, va de sentimientos. Así que empezaré por expresar los míos: Los nacionalismos me generan repulsa. Simple y llanamente. Cualquier tipo de nacionalismo. Me parece que aquellos que se cubren con banderas lo único que hacen es enterrar su capacidad de empatía. Aquellos que defienden la idea de patria o muerte, de nación unida… ¿Qué es exactamente lo que defendéis?

La idea de la patria, de cualquier patria, es un concepto inventado por el hombre. Somos los hombres los que dibujamos líneas en los mapas y decidimos que un país llega hasta aquí, y no más allá. Como cuando los perros mean para marcar territorio, vaya, pero sobre el papel. Y es que el ser humano, como cualquier otro animal, necesita tener delimitado su territorio por cuestión de seguridad. El momento en el que ese territorio pasa a ser una seña de identidad ya es harina de otro costal. Nuestra cultura va marcada por el lugar en el que nacemos. Los hábitos alimenticios, las costumbres, la música, el lenguaje. Eso nadie lo elige, y sin embargo, sobre todas esas cosas construimos nuestra identidad. Sobre la cultura. Sin embargo, la idea de patria añade un elemento de diferenciación con los otros que al parecer sirve para reforzar nuestra propia identidad. Ellos, en oposición a nosotros. El ser humano ve el mundo a través de un prisma binario, nefasto error, pero cuesta salir de esa concepción. Todo es blanco o negro. Está lo bueno, y lo malo. Hay que cambiar de gafas para curar la miopía producida por la ignorancia y ver todos los matices, la gama cromática inmensa que existe entre el blanco y el negro. Porque ¿cuál es la diferencia entre ellos y nosotros? ¿Quiénes somos nosotros y por qué? Culturalmente hablando ¿qué es lo que diferencia a los catalanes del resto de ciudadanos de España? ¿La lengua? Como filóloga no puedo sino defender la variedad lingüística y expresar con toda contundencia que la pluralidad siempre es buena. Porque por lo demás, ¿qué es distinto? Compartimos cultura, y compartimos historia.

Y ese es un punto interesante al que llegar. La historia. Ahora de repente todo el mundo sabe muchísimos sobre historia, y la usan como arma arrojadiza, tanto unos como otros. Se manipula, se dan los datos que interesan… Me enerva. Yo amo la historia y creo que tiene un uso fundamental: Aprender de los errores del pasado para evitar que vuelan a repetirse. Cosa que, evidentemente, no está calando entre usuarios de redes sociales. Vamos a ver. Soy aragonesa. Que Cataluña formara parte de la Corona de Aragón antes de que Fernando e Isabel unificaran todo el reino no afecta en nada a la situación actual. ¿De verdad pensáis que acontecimientos ocurridos en la Edad Media tienen algo que ver con el sentimiento independentista de la actualidad? Si bien es cierto que ha existido un movimiento de manipulación histórica para avivar el sentimiento nacionalista, no es lo que lo ha originado. Más tendrá que ver el descontento general arrastrado durante el último siglo, digo yo. Y a todos aquellos que usan la historia como argumento irrefutable de la unidad de España como nación… La historia cambia, y las naciones cambian con ella. No hay nada inamovible. Antes de España estuvieron los Reinos de Castilla y Aragón, antes de ellos, diferentes reinos cristianos y Al Andalus, antes hubo reyes godos, romanos, y celtas, íberos y celtíberos. Lo único que la historia demuestra acerca del territorio en el que vivimos es que siempre ha habido diversidad.
Así pues, a los que ponéis el grito en el cielo diciendo que los catalanes van a romper España, dado que no veo a nadie dinamitando las líneas divisorias con Aragón y la Comunidad Valenciana… ¿Qué es lo que se va a romper? España ya está rota, herida, desde principios del siglo XX, o puede que incluso antes, y lo único que hemos hecho con el paso de los años ha sido poner parches endebles tratando de esconder las brechas. Todo porque jamás hemos sido capaces de dialogar, de empatizar. Porque siempre anteponemos la diferencia entre Ellos y  Nosotros. Porque preferimos usar la violencia antes que pensar que podemos estar equivocados.

Por si mi opinión no ha quedado lo suficientemente clara, hago un breve resumen. Tanto el nacionalismo catalán como el español me parecen deleznables. Ambos se escudan en banderas para obrar mal. Pero lo que no hay que ignorar es que en Cataluña hay muchas personas que sienten que su identidad es diferente, y hay motivos para ello. El que el número de personas que se sientan así haya aumentado tanto en los últimos años se debe a una opresión injustificada. Si vivimos en democracia ¿por qué se silencia la voz de los ciudadanos? ¿Por qué la represión violenta?

Y sobre todo, por parte de los civiles. ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué os molesta tanto que las personas tengan derecho a decidir sobre su propia identidad? En un siglo en el que se puede hablar abiertamente de la identidad de género, por ejemplo, ¿por qué esto da tanto miedo? Porque el odio, generalmente, viene originado por el miedo. Si toda tu identidad, lo que eres, se basa en una bandera y un mapa, tienes un problema, amigo. Porque entonces claro que cualquier alteración de ese mapa supone que los pilares de tu existencia se tambaleen.

Antes que españoles o catalanes, somos personas. Cuando construimos nuestra vida y nuestros valores sobre eso, las fronteras no son más que líneas imaginarias.


El odio y la violencia sólo generan más odio y más violencia. 

viernes, 25 de agosto de 2017

La culpa fue de Julio Verne

La culpa fue de Julio Verne. Metiendo en mi cabeza todas esas ideas de lugares exóticos y viajes interminables llenos de aventura. Sí, definitivamente fue culpa suya, entre otros.  ¿Por qué si no esa fijación con viajar? ¿Por qué convertir lo que podría llamarse afición en uno de los ejes de mi vida? ¿Dónde está la línea que divide el hobby de la pasión? Supongo que la diferencia está entre ver y observar. Entre pasar y vivir. Entre rozar y calar. En el afán de descubrir, de conocer. ¿Por qué quedarse parado en un solo sitio cuando el mundo es tan inmenso y maravilloso? Yo no me voy de vacaciones. Yo cojo aire y me sumerjo en una burbuja de oxígeno que aspiro con todas mis fuerzas para que me dure hasta el siguiente viaje. Es salir de las profundidades del océano a la superficie. Conocer a personas totalmente diferentes a mí, y a la vez tan iguales. Hablar en otros idiomas, probar nuevos sabores, aprender, aprender tanto que empape, pasar la fase inicial de delicioso desconcierto hasta llegar al entendimiento, y sentir como se abre una nueva dimensión en mi mente. Viajar no es sólo una acción física. El señor Julio Verne, entre otros, me enseñó que viajar es aprender a ver con la cabeza, no con los ojos. Y sentir.  Sentir mucho. Sentir muy fuerte. A veces el torrente de emociones se desboca como un caballo salvaje y arrasa en tu interior, y deseas reír a carcajadas o llorar mil mares, a veces todo a la vez. Viajar es parte una lucha. Un lucha contra la indiferencia, contra la ignorancia, contra el inmovilismo. Viajar es crecer, evolucionar, ir abriendo puertas de uno mismo ante situaciones inesperadas, descubriendo que tienes todas las herramientas que necesitas en algún lugar dentro de ti. Viajar es adaptarse, escuchar antes de hablar, respetar, tratar de entender. Viajar es saber. Viajar es amar. Así que en resumidas cuentas, viajar es vivir. 

miércoles, 29 de marzo de 2017

La noche en la que conocí a Edjengui.

La noche en la que conocí a Edjengui me caía de sueño.  Había sido un día largo.  Dori llevaba dos días en Mintom y yo había terminado el trabajo de oficina.  Era septiembre y en la casa de Djoum sólo quedabamos unos pocos.  Estábamos desayunando cuando uno de los trabajadores de la Ong empezó a llamarnos.  Su sobrina llevaba toda la noche de parto y el bebé no salía.  Patri,  Mamen y Alba me animaron a ir con ellas, a pesar de que yo no tenía nada de personal sanitario. Nos montamos en el destartalado todoterreno y nos lanzamos al camino. 

 En septiembre ya es época de monzones,  y los caminos tienden a ser intransitables,  pero conseguimos llegar.  Fue la primera vez que asistí a un parto.  No es que yo pudiera hacer mucho,  a parte de echar agua oxigenada en un algodón y apretar contra el pinchazo del brazo de la niña.  Porque era una niña.  La madre era una niña pigmea,  una de tantas que a los trece años ya han tenido su primer hijo. Solo que ella no llegó a tenerlo. Si el parto va mal poco se puede hacer en medio de la selva.  Y allí estaba ella,  tan pequeña,  tendida en una estera en su casa de adobe,  atontatada por tantas horas de dolor.  El feto se había muerto dentro de su vientre,  después de tantas horas sin que su madre dilatara.  Había que llevarla a un hospital para que se lo sacaran por cesárea,  pero el hospital más cercano estaba a cuatro horas si no había ningún percance por culpa de la lluvia y los caminos.

Cargamos con ella en el todoterreno y con varios de sus familiares en la parte de atrás, cabizbajos,  silenciosos.  Apoyé su cabeza en mi regazo,  sujetando en alto la bolsa de suero.  Si no llegaba a tiempo al hospital,  se nos iba.  Llegó.  Y como siempre exigieron una tarifa exhorbitada por atenderla.  Pero vivió.

Esa tarde,  o puede que fuera la tarde siguiente,  fuimos a otro poblado a atender a una niña con malnutrición y enseñarle a su madre cómo preparar una papilla especial.  Las mujeres y los niños llevaban coronas hechas con hojas trenzadas.  Estaban esperando a Edjengui. Y entonces llegó la lluvia.  La lluvia en Camerún poco o nada tiene que ver con la lluvia europea. La ves aproximarse como una espesa cortina,  sin quiebro alguno,  y te cubre como una manta cálida. Justo antes de que te alcance puedes ver cómo los colores brillan con más intensidad.  El verde es esmeralda y el naranja se vuelve rubí.  Y entonces te alcanza y podrías bailar.

Esa noche nos invitaron a ver a Edjengui.  Fuimos todos. Y a todos nos capturó la magia,  las voces,  la luz del fuego y la silueta espectral danzando en círculos imposibles durante horas.  Así es como conocí a Edjengui.  Y cómo me enamoré aún más de África.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Heil Trump!

No sé si como española, teniendo el percal que tenemos en este país, tengo licencia para opinar sobre lo que ha pasado en Estados Unidos. Sin embargo, como ciudadana del mundo globalizado en el que vivimos, me siento en la obligación de hacerlo, para quién pueda interesarle.
El problema no es Donald Trump, sino la idea de lo que representa. Es homófobo, racista, misógino y otras muchas lindezas bajo ese peluquín. Mi primera reacción es pensar en cómo ha podido votarle la gente: cómo han podido votarle las mujeres, los negros, los latinos, los gays, sin olvidar, por supuesto, a los musulmanes… Cómo de desencantada tiene que estar una población para votar a un hombre que te acusa de criminal, de objeto sexual, y pasar por alto todo eso. En Europa nos rasgamos las vestiduras mientras de puertas para dentro en nuestro continente la ultraderecha y el fascismo van ganando territorio. Pero el problema que vemos es que el discurso de Trump se parece al de Hitler.
Y sí, eso es un grave problema, teniendo en cuenta que Estados Unidos es la gran potencia mundial. Pero no es sólo el discurso de Trump. La cantinela de que es hora de que los habitantes de un país trabajen por sí mismos, que luchen por sí mismos, que recuperen lo que es suyo, que los inmigrantes vienen a robar el trabajo etc… es vieja, y no sólo se oye al otro lado del charco. En Europa lleva oyéndose casi un siglo. Desde que Hitler ganó las elecciones en 1933 (o desde que Mussolini entró en escena en el 22). Es el estribillo que se repite en toda época de descontento. Trump habla de hacer grande de nuevo los Estados Unidos, que han perdido su estrella del sueño americano. Hitler hablaba de hacer sentir orgullosa a la Alemania del presente, en vez de sólo añorar la grandeza del pasado. Ambos apelan a las clases medias, tratando de sacarlas de su desilusión, y ambos lo lograron, alegando que ambos pueden acabar con el desempleo. Ambos apelan a la unidad y al engrandecimiento como nación. Eso es populismo. Decirle al pueblo lo que quiere oír en momentos de crisis. Y además, de paso llenar sus oídos de odio contra aquel que no sea un hombre blanco heterosexual. Es probable que muchas personas en Estados Unidos no sepan que Hitler fue elegido democráticamente y ganó por goleada. Y todos sabemos cómo acaba la historia. Comparto el link del discurso de victoria de Hitler. El de Trump podéis verlo en directo en Youtube ahora mismo.


Sólo comentaré una frase ampliamente conocida, y a la que sin embargo nadie parece hacerle caso: Quién no conoce su historia está condenado a repetirla.
Sin embargo, lo preocupante no es un loco dando discursos grandilocuentes, lo preocupante es toda la gente que le sigue enfervorecida. Porque ¿cuál era la alternativa? Hillary Clinton no ha conquistado al público porque está salpicada por la corrupción y tiene las manos manchadas por la guerra. Hastío. Hastío político es lo que hay. Tal vez si Bernie Sanders hubiera ganado las primarias, el resultado hubiese sido diferente. Pero el voto de castigo existe, y es simplista: Si no me das lo que quiero voto al otro. No pienso más allá. Es una representación del mundo binario en el que vivimos. O blanco, o negro. O malo, o peor. Y aquí tenemos a un hombre, a la cabeza de la primera potencia mundial, que ha sido votado a pesar de atentar en su discurso contra toda corrección, legalidad, y derechos humanos,  para castigar al régimen establecido. Algo hemos hecho de forma catastrófica como especie. Como sociedad. Como democracia. No sólo en Estados Unidos. En Occidente, a nivel global.

Veremos qué pasa. Sólo puedo pensar en lo enfermo que está el mundo para que el síntoma más visible tenga una peluca amarilla, piel naranja y se llamé Donald Trump. 

lunes, 10 de octubre de 2016

Carta a mi yo futura

Querida Elena futura:

Llevamos recorrido un respetable tramo del camino. Estés donde estés dentro de diez años, eso que te atormenta tanto en el presente, recuerda que hasta ahí has llegado y no lo has hecho del todo mal. Si ponemos en una balanza lo bueno y lo malo, lo bueno gana por goleada, y lo malo te ha hecho crecer, y te ha hecho más fuerte. Ya lo sabes. No voy a dar ejemplos. Estás empezando a ganar cierta sabiduría que sólo se adquiere mediante la experiencia, así que en diez años, probablemente seas mucho más sabia, hagas lo que hagas. Así que sólo un consejo: Aplica esa sabiduría a tu propia vida. Las dos sabemos que eres hipersensible y que las cosas te afectan tres veces más que a otras personas. Te han llamado exagerada y dramática... Bueno. No puedes evitar ser de la forma que eres. Esa sensibilidad te hace especial, te hace percibir matices que otros no perciben. Te hace ser apasionada, te permite ilusionarte por las cosas más simples, reír más fuerte, emocionarte con facilidad. Por favor, no pierdas esa sensibilidad. Sigue siendo capaz de llorar por una canción, o una frase, o un capítulo... No pierdas esa capacidad de empatizar, de interiorizar sentimientos que ni siquiera son tuyos. Eso te hace única, y nos gusta eso. ¿No? Es lo que te permite escribir como escribes y conseguir llegar a la gente, mediante la palabra escrita o en persona.
Te voy a recordar algo que pasó esta semana. El día había empezado fatal, con tormenta y frío, habías perdido el autobús y llegabas tarde a trabajar. Parecía un asco de día. Fuiste a por un café, y la cafetería de siempre estaba cerrada, para colmo. Pero giraste la esquina, entraste en otra cafetería, y con tu café la camarera te regaló un sobao. Y te sentiste tan feliz. Esa tontería hizo que el día pareciera maravilloso de pronto.
Si alguna vez piensas que todo está siendo un desastre, recuerda que a la vuelta de la esquina siempre puede haber alguien que te regale algo con azúcar.
Es probable que hayas vuelto a meditar, y puede que lo hayas dejado unas tres veces para luego retomarlo. Bueno, no esperes a tener momento de iluminación. Suelen venir a nosotras en los momentos más necesarios, puntos de inflexión repentinos que nos impulsan hacia arriba como un muelle, pero tomarte la vida con más calma tampoco te vendría mal.
Seguro que haces algo que se te da bien. Eres habilidosa. Pero asegúrate de que realmente lo disfrutas. Puede que estés en la universidad impartiendo clases de literatura o historia, o puede que estés en algún país de África haciendo algo últil, o tal vez en tengas un refugio de animales abandonados, o seas una bruja moderna y cures a las gente con tus remedios caseros. Sea lo que sea, será algo extravagante y poco rutinario, espero. Y que no hayas dejado de escribir. Porque eso eres tú.
Puede que seas madre. Recuerda que una vez prometiste que si tuvieras retoños los llevarías a recorrer el mundo contigo. No abandones esa idea.
No seas demasiado dura contigo. Tiendes a serlo. Es posible que tengas las cosas más claras que mientras escribo, pero ahora mismo ya sé que de nada sirve hacer planes. Da gracias por todos esos años de teatro que te han enseñado a improvisar.
Disfruta de los minutos de motivación musical diaria. Refuerza tu talento irónico. Quiere mucho, y quiere bien. No exijas tanto. Estaría bien que volvieras a dibujar. Últimamente he pensado en aprender a hacer punto y repostería, no sé si llegará a buen puerto o serán algunos de tantos proyectos absurdos que nunca van a ninguna parte porque tu inconstancia te hace cambiar de idea cuando ya te has gastado dinero en material.
¿Cómo va esa vuelta al mundo en fascículos? Calculo que has tenido que descubrir unos 10 territorios nuevos e inexplorados, y los habrás capturado en fotografías para que el recuerdo nunca se distorsione, ni los rostros de las personas a las que has conocido. Tal vez te hayas animado a grabar, no sólo a hacer fotos. No sé cómo habrá salido. No se te da muy estar frente a una cámara, pero igual has superado ese pánico escénico irracional.
¿Y la guitarra? ¿Sabes tocar algo más que cuatro acordes mal puestos? ¿Has llegado a hacer algo con tu francés de andar por casa, como por ejemplo, mejorarlo? ¿Y esa idea de aprender alemán, italiano y chino? Igual no has tenido tiempo de todo. No pasa nada, para aprender siempre hay tiempo, porque es un proceso que nunca acaba.
A veces se te olvida, pero te gustas. A pesar de tus altibajos emocionales, de tu testarudez, y tus impulsos, te gustas. A pesar de tus errores, tu orgullo y tus momentos de debilidad, te gustas. No siempre, pero en general te gustas. Porque oye, chica veleta, recuerda a Tolkien: No todo el que anda errante está perdido.
No siempre sabes dónde está el norte, pero siempre te ha gustado el viento que sopla hacia el este.
Hasta dentro de 10 años.

Elena

miércoles, 8 de junio de 2016

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE FEMINISTA (A UNO MISMO)


Ayer leí un artículo sobre una chica mexicana que se autodenominaba antifeminista, y que se dedicaba luchar verbalmente contra las feministas en las redes sociales. Ella basaba su teoría en que el patriarcado no existe, y que es una invención de las feministas para destruir la sociedad. Según ella, el feminismo tuvo sentido hace muchos años, pero que ahora la igualdad se ha alcanzado, no tiene sentido. Curiosamente, acto seguido leí otro artículo sobre un juez mexicano que le había quitado la custodia a una madre porque según él, no era lo suficientemente femenina: Era atea, no cumplía su rol en la casa y por ello necesitaba ir a terapia. No sé si eso es a lo que esta chica llama igualdad, a que un juez pueda dictaminar qué rol tienes que cumplir en la sociedad legalmente por ser mujer, sin embargo la chica decía que aunque recibía a diario muchos insultos y ataques, también tenía miles de seguidores que le apoyaban y le agradecían lo que hacía. Le agradecían que fuera antifeminista.

Pero no hay que irse a México para ver estas cosas. Uno puede argumentar diferencias culturales, pero no es el caso. Yo he oído en repetidas ocasiones a gente de mi entorno, ya no digo gente relevante o famosa, bromear con el patriarcado, ridiculizando la idea. Y no hay mejor forma de desprestigiar un movimiento que ridiculizando su causa. Lo vemos a diario en política, sin ir más lejos. Y hay muchos que cuando alguien señala la cantidad de abusos que las mujeres sufren a diario en todo el mundo, suelen responder con que los hombre también sufren, y que eso nadie lo denuncia, que ellos también son maltratados y abusados y nadie lo denuncia. Y normalmente añadirán un “feminazi” al final de su argumentación como colofón final. Es como decir: Hay una epidemia, pero no os pongáis vacunas, que a mi vecino cuando tuvo catarro no le vacunaron.

Es decir, la injusticia y el abuso de poder sobre los derechos humanos es algo que existe en todo el mundo y que no diferencia género. La injusticia hay que perseguirla y castigarla en cualquier forma o estadio. Pero no se puede negar que los abusos que sufren las mujeres por ser mujeres como grupo, como colectivo social, no existan. Nadie ataca a los hombres por ser hombres. Y negar la existencia del patriarcado es cerrar los ojos ante el problema y mirar hacia otro lado. Hay cientos, o miles de ejemplos a nuestro alrededor dejándolo en evidencia: mundo de negocios, cine, publicidad… Mires donde mires, a pesar de la evolución social que se ha vivido en los últimos 50 años (en occidente, claro, en el resto del mundo no podemos hablar de ese avance) aún queda mucho que avanzar. Porque los cambios culturales son muy lentos, antropológicamente hablando. Y por mucho que podamos votar, ¿quién no ha tenido que escuchar en su vida algo como “vete a fregar”? Son herencias culturales, manchas, más bien, que tardan mucho más años en desaparecer, y más cuando el cambio se ha conseguido mediante la lucha, pero en el poder siguen los mismos, a los que no les interesa tanto que las cosas cambien, y regalan a su público la ilusión del gran cambio que ha habido para que se muestren conformes. Sin embargo, las formas de esclavitud cambian. Ahora a la mujer se le esclaviza mediante la imagen. Y ¿quién mueve los hilos para que sea así? Unos pocos ricos.

Sin embargo, no es la intención de este artículo profundizar en esos temas, que bien darían para una tesis doctoral, sino en ejemplos más cercanos y visibles. Esta semana se ha publicado un estudio acerca de las violaciones en la comunidad universitaria estadounidense. El estudio refleja que 1 de cada 5 estudiantes universitarias sufre una violación o agresión sexual. 1 de cada 5. Esa proporción da miedo. Pero no hay que cruzar el charco, ni hay que leer estudios sociológicos. Este fin de semana, sin ir más lejos, volvía a casa con dos amigas, por pleno centro de la ciudad, cuando un tipo tuvo a bien gritar “¡qué culo tienes!”. Y ese es el pan de cada día. No hay momento en el que vayas sola por la calle, si es de noche más, sola o sin presencia masculina, en el que algún garrulo va a sentirse en su derecho de opinar sobre tu cuerpo. De cosificarte. De tratarte como un objeto sexual. Hace un par de años, otro espabilado al que tuve la desgracia de encontrarme más de una vez, no sólo se conformó con eso, sino que además decidió que tenía que premiarme con su compañía, y se puso a andar a mi lado, murmurándome todo lo que me haría. Y eso es violencia. Es violencia porque te hace sentir incómoda, te asusta, y probablemente si no hubiésemos estado a plena luz del día en medio del barrio, habría intentado hacerme algo más. Y no es un caso aislado. Es algo que puedo comentar con cualquier mujer y a todas les habrá pasado algo similar en algún momento de su vida: El acoso de un tipo en un bar, el que te toquen el culo cuando vas andando por la calle, los “piropos”, por los cuales al parecer deberíamos sentirnos halagadas, cuando nadie ha pedido su opinión, ni que te cosifiquen como un órgano sexual andante. Eso es violencia, y todas lo sufrimos a diario. Y que no venga nadie a decirme que las mujeres hacemos lo mismo con los hombres. Porque muchos hombres se sienten en su derecho a hacer eso. Y repito que no es algo aislado. Claro que hay hombres que no son así, no veo a ninguno de mis amigos cercanos haciendo eso, pero es una tendencia muy generalizada.

De hecho, por lo visto existe un hombre que se dedica a hacer tutoriales en Youtube de cómo asaltar a las mujeres. Porque según él, las mujeres no sabemos lo que queremos, y cuando decimos no, en realidad sí que queremos, que él sabe más que nosotras. Podríamos pensar que es un colgado, pero no, tienes miles y miles de suscriptores en su canal, y el tío va dando hasta charlas sobre esto. En plan coaching. Repito; miles y miles de suscriptores.


Así que invito a la reflexión, a que consideres, tú que estás leyendo, la importancia de ser y llamarte feminista.