sábado, 6 de junio de 2009

Falsas ilusiones.

Es curioso como nos dejamos engañar, o incluso nos engañamos a nosotros mismos, con tal de creer que las cosas son como nos gustaría que fueran.
Que siempre somos los buenos, que son los demás los que se equivocan, y nosotros las víctimas de esos errores ajenos.
La prueba más difícil es mirarse en un espejo, ver el alma reflejada, y anfrontar que puede que lo que veamos no nos guste, pero que así es cómo somos en realidad.
Hace falta valor, y cuando lo descrubres, duele el corazón. Y duele más que cuando un amigo te falla, o una persona e engaña, o te alejas de alquien querido. Porque eres tú mismo quien ha estado fallando, quien se ha estado engañanado, y se ha alejado de su auténtico Yo.
Y todos, absolutamente todos, tenemos orgullo.

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