miércoles, 18 de septiembre de 2013

Memorias de África

15 de Septiembre.
Yaoundé, Camerún.

Último día en Camerún. Al medio día estaré camino al aeropuerto y mañana a estas horas estaré llegando a Madrid. Mañana veré a mi madre, a mis amigos. Es extraño pensarlo.
En estas últimas páginas me gustaría escribir una última reflexión que concluya todo lo que he vivido aquí. Tarea complicada. 
¿Qué es África? ¿Qué es Camerún? Porque al fin y al cabo el país es una pequeña extensión limitada por la política del hombre por y para su propio interés, pero no deja de formar parte del basto y salvaje territorio que es este continente.
¿Qué es África? 
Es un contraste entre naranja y verde, son las copas de los árboles recortadas sobre el cielo estrellado, es la sonrisa de los niños, es el polvo del camino, las sombrillas de colores, los pañuelos de las mujeres. Son ellas, que cargan sobre sus hombros con una fuerza tranquila y estoica una cultura milenaria, una tierra con pulso propio, que suena a ritmo de tambor y se cubre de magia y espíritus. Es un caleidoscopio de luces, colores y olores que se mezclan con una intensidad inusual y lo embargan todo; cada rincón de los sentidos, el alma, y el corazón. Es la frontera difuminada entre lo natural y lo sobrenatural, la delgada línea entre la vida y la muerte. Es el principio y el fin. Es el caos en el que las ideas cobran sentido. Es la esencia, lo innato del hombre, el espejo donde se refleja nuestra imagen sin maquillaje. La forma más primitiva de nuestra vida social. Es la lucha por la supervivencia, la parte más animal y salvaje, y al mismo tiempo, más humana. Es el instinto en estado puro. Son las casas de adobe, los mungulus, las ollas al fuego, las reuniones en la fuente para lavar la ropa o coger agua, los coches destartalados arreglado al más puro estilo McGiver. Son los cacahuetes secándose al sol, los buñuelos, las niñas con una bandeja de huevos sobre la cabeza. Son los opuestos integrados. La cruel sencillez del mundo en el que vivimos. 
¿Qué he aprendido en África?
Es difícil de decir. Son tantas cosas que incluso ahora, al final del viaje, no me aclaro.
Son varias conclusiones antropológicas o sociales, o no sé muy bien cómo denominarlas. Que se puede medir el desarrollo de una sociedad de acuerdo con cómo traten a los animales, que occidente, su cultura y su religión ha hecho más mal que bien, que la cultura es única y no puede ni debe cambiarse por imposición. Evoluciona, eso es todo. Que Camerún es una sociedad castigada por la corrupción, un espejo del mundo global en el que vivimos, que las personas on como niños, que pidn, y te miden, y ven cuánto pueden sacarte y cómo. Que la vida es una concesión de la muerte, y que el instinto de supervivencia, el egoísmo y el individualismo priman.  No muy distinto de nuestra sociedad super desarrollada. Que la educación y la cooperación pueden, sin ambargo, cambiar las cosas. Que la unión hace la fuerza, y el conocimiento nos hace libres. El tener herramientas que permitan el desarrollo intelectual marca una diferencia enorme. 
He aprendido también lo que es la denigración humana, la definición de injusticia hecha realidad, palpable y material: cómo se somete a un pueblo por abuso y por la fuerza, cómo se les humilla hasta que ellos mismos se consideran inferiores al resto de personas y cómo, a pesar de todo, hay destellos de dignidad en medio de la mirada de tristeza. 
He aprendido que no hay nada más humano que la música, que es capaz de saltarse cualquier barrera y dibujar sonrisas en cualquier cara. 
He aprendido a valorarlo todo, en especial a las personas. La vida es un regalo, el tiempo que se nos ha concedido para ser felices. Es incierta y breve. Aquí la muerte es una compañera habitual. Así que la principal lección que me llevo es querer mucho, y querer bien, y demostrarlo, porque el amor es lo que mueve el mundo hacia buen puerto, y lo único que puede salvarnos. Como dijo Francis ayer: "Todos estamos aquí por amor". Por amor a los demás, a esta tierra, amor a una ideas, a un proyecto, a una manera de vivir. Porque cuando amas te entregas por completo. El amor es locura. Y al final, sólo los locos cambian el mundo. Y vaya grupo de locos hemos ido a juntarnos aquí, en esta parte del mundo. 

1 comentario:

Marría Gómez dijo...

Vivan los locos!

Muy bonito Elena