viernes, 1 de noviembre de 2013

Pequeña reflexión sobre el amor

A lo largo de estos meses he aprendido más sobre el amor que en toda mi vida. Parece extraño. Conocer el amor cuando no se está enamorada. O tal vez sea lógico; es cuando se tiene más perspectiva. 
El amor es uno de tantos sentimientos puros que la sociedad envenena. Porque lo correcto cuando se quiere a alguien es establecer un compromiso. Pero aunque el compromiso puede ser una consecuencia del amor, no es un sinónimo. 

Cuando quieres a alguien, tu prioridad es que esa persona sea feliz. Y para que alguien sea feliz necesita ser libre. Los seres humanos somos seres libres. Por más que la sociedad se empeñe en cosificarnos, no podemos ser poseídos, no podemos ser propiedad de nadie, porque no somos objetos materiales. Somos una compleja agrupación de masa, sentimientos, una mente con infinita capacidad de inventiva, y algo indefinible a lo que algunos llaman alma. 

Por lo tanto, el sentimiento de posesión y de celos no está relacionado con el amor, sino con la noción de compromiso. ¿Se puede querer a alguien y que no te importe que esté con otras personas? En mi experiencia, sí, mientras no exista un compromiso. Porque sería incoherente e injusto no querer comprometerte, pero pretender que la otra persona tampoco lo haga. Eso del perro del hortelano, que no come ni deja comer, no. Porque es una posición egoísta, y si la primera idea sobre el amor es que es desinteresado, no cuadra. (La cosa cambia cuando una persona querría comprometerse, y la otra no. Ahí va a haber sufrimiento irremediablemente) 

Evidentemente, además, hay maneras distintas de amar, o mejor dicho, hay relaciones que combinan el amor con otros sentimientos, creando tipos distintos de amor. Yo quiero a mi familia, quiero a mis amigos, quiero incluso a conocidos que han pasado por mi vida brevemente pero que han dejado huella de alguna forma. Y amo la vida, y amo lo que hago, mis proyectos, mis ideas, mis sueños. 

Es curiosos, porque en español usamos el verbo querer para expresar amor por las personas, en vez de amar. Y el verbo querer implica cierto grado de posesión. Cuando uno dice, por ejemplo, "quiero ese libro" significa que quiere tenerlo. Por supuesto, el lenguaje es muy listo, y añade la preposición "a" cuando nos referimos a otras personas, para disfrazarse. Pero el concepto está ahí. 

Entonces, el amor es puro y desinteresado. Y significa simplemente que deseas la felicidad de las personas que te hacen feliz a ti. 

Pero somos animales sociales. E histórica y culturalmente nos agrupamos en parejas, que se convierten en familias, etc... No es algo negativo. Fiémonos de la evolución. La evolución asegura la supervivencia. 
El tener pareja, que hoy en día, afortunadamente se escoge a voluntad (y hablo solamente de nuestra cultura occidental) implica muchas cosas. Es amor, también atracción, compañerismo y compañía, y la determinación de compartir una vida en común. El matrimonio, al fin y al cabo, es un contrato en el que se firma libremente ese deseo. Y el matrimonio no es más que una representación legal de la vida en pareja. 
Así que cuando se quiere a alguien, se es compatible, y las circunstancias son propicias, la decisión de emparejarse parece lógica, y firmar el contrato metafórico que conlleva, también. Y sobre todo, la decisión de formar una pareja se toma libremente por ambas partes. 

Pero las relaciones humanas son muy complicadas. A medida de lo complicados que somos. Cada persona es un mundo, y cada relación otro. 

Así que lo más importante que he aprendido del amor... Es querer mucho, y querer bien, porque al final, independientemente de la cultura a la que pertenezcamos, de las ideas que tengamos... El amor es lo que mueve el mundo, luchando a diario contra la ambición y ansia de poder. Pero sólo el amor nos hace felices. Y amar depende de cada uno. Es una decisión personal, y es mucho más fácil de lo que parece. Hemos nacido con predisposición a ello. 

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