domingo, 8 de diciembre de 2013

Diciembre

Niebla. Manto helado que engulle al mundo tiñéndolo de gris. Aura fantasmagórica con tacto propio que corta la piel y agrieta los labios. Tacones que resuenan en las baldosas como si algún diablo bailara claqué a escondidas. Y el silencio que invade las calles. Las sombras de los edificios emergiendo como esqueletos tenebrosos y las siluetas de los transeuntes atravesando la bruma, luchando contra el aire cortante que se astilla en los pulmones. Un poema de Eliot aullando desde algún rincón de mi memoria. 

Unreal City,  60
Under the brown fog of a winter dawn,
A crowd flowed over London Bridge, so many,
I had not thought death had undone so many.
Sighs, short and infrequent, were exhaled,
And each man fixed his eyes before his feet.  65
Flowed up the hill and down King William Street,
To where Saint Mary Woolnoth kept the hours
With a dead sound on the final stroke of nine.
There I saw one I knew, and stopped him, crying “Stetson!
You who were with me in the ships at Mylae!  70
That corpse you planted last year in your garden,
Has it begun to sprout? Will it bloom this year?
Or has the sudden frost disturbed its bed?
Oh keep the Dog far hence, that’s friend to men,
Or with his nails he’ll dig it up again!  75
You! hypocrite lecteur!—mon semblable,—mon frère!”

La aspera pared que me raspa la piel cuando me atrapas contra ella. El proyector del cine cantando para una sala vacía. Tú. Yo. Woody Allen y unas notas de jazz. Yo siempre miro la luna. Tú me miras de reojo. Dos desconocidos que coinciden en la vida, por casualidad. O tal vez por voluntad. Dame todo aquello que tengas para enseñar. 
Cuando le damos un nombre a las cosas, éstas adquieren una nueva dimensión.
 Las sombras de las llamas bailan al mismo compás que nosotros, amparadas en la oscuridad. Nuestros cuerpos escondidos bajo la manta. Hace frío, ya es diciembre, pero tus besos suaves me calidecen el alma. Así, en tu abrazo, que se detenga el tiempo, que no tengamos que dar explicaciones ni hacer preguntas. Sólo así, encerrados en una habitación a osuras, escondiéndonos de todo lo que nos asusta. En el refugio de tu cuerpo. Cada milímetro de tu piel es una piedra en mi muralla. 
Quiero taparte los ojos y llevarte a la desesperación. Luchar contigo y que me ganes. Hacerte vivir sensaciones que ni siquiera habías soñado. Voy a hacer poesía de tu cuerpo.
Me miro al espejo y no me reconozco. Antes ya era libre. Ahora estoy liberada. Los rasgos de mi cara abandonaron la redondez de la inocencia y se volvieron angulosos y marcados. Pero mis ojos sonríen porque vendí mi alma al diablo, y he ganado.

Crees que sé cómo vivir la vida, pero lo cierto es, que como todos, sólo estoy improvisando. 

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