miércoles, 1 de julio de 2015

Cicatrices

El maestro se lavaba en el río sin ningún pudor. La piel morena, curtida, surcada de cicatrices. El aprendiz observaba el ritual de purificación desde la orilla, con una mezcla de temor y reverencia. ¿Cómo un cuerpo tan maltratado podía conservar aquella fuerza y vitalidad?

El maestro se sumergió en el agua helada con los ojos cerrados, como cada mañana. Su discípulo no alcanzaba a entender si tenía alguna connotación religiosa o era simple rutina.No se atrevía a preguntar. Acompañaba al anciano al amanecer y le veía desaparecer durante unos segundos en las aguas cristalinas del manantial. Él también contenía la respiración, hasta que la blanca cabeza emergía de entre las aguas.
Y luego volver, sorteando las piedras del bosque hasta la casa, donde la gente acudía desde lugares lejanos para ser tratados de diferentes males y dolencias.
El maestro vivía solo, pero nunca estaba solo. No únicamente por sus visitas o los diferentes aprendices. Parecía estar en contacto con todo, saberlo todo, ¿cómo iba a experimentar la soledad estando tan unido a la Tierra?
El aprendiz a menudo se preguntaba cómo sería sentir esa calma, esa paz interior. ¿Acaso la lograría él algún día?

 - No siempre he sido así - dijo el maestro aquella mañana, interrumpiendo sus meditaciones de vuelta a su refugio
 - ¿Maestro?
 - El sabio ha de pecar de iluso muchas veces antes de alcanzar su meta. Por qué siempre callas tus dudas?
 - No quiero resultar impertinente.
 - La impertinencia es la hermana desagradable, aunque soportable, de la curiosidad. No dejes que el temor te frene. ¿Qué te atormenta? Veo relámpagos a través de tu mirada, muchacho.

El aprendiz suspiró, tratando de ordenar sus pensamientos.

 - ¿Cómo conseguiste tantas cicatrices?
 - Siendo iluso, como ya he dicho. En primer lugar, siendo demasiado confiado, en segundo lugar, siendo demasiado sincero, y en tercer lugar, teniendo demasiado arrojo.
 - ¿Cómo es eso?
 - Hablando demasiado. Cuando hablas, no escuchas, y si no escuchas Cómo vas a comprender? La naturaleza tiene la costumbre de añadir arrogancia a aquellos que nacen con valor e inteligencia. Así, cuando somos jóvenes, nos creemos defensores de la verdad absoluta, y en su nombre libramos un sinfín de batallas. ¿Te parecen las cicatrices de un sanador?
 - No, maestro
 - No. Son las cicatrices de un guerrero. Hay quien nace con ese luchador innato dentro, con esa pasión por la acción, por la acción heroica, especialmente. Estas personas, como es mi caso, se meten sin darse cuentas en miles de problemas tratando de demostrar su valía. Como consecuencia, reciben muchas heridas.
 - ¿Cómo se convierte el guerrero en sanador?
 - Con tiempo. Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no es cierto. El tiempo es el maestro absoluto de la vida. No cura, pero enseña a aceptar. Conforme pasan los años te das cuenta de que estás muy lejos de saberlo todo, de que las verdades absolutas no existen y de que hay cicatrices que nunca dejan de doler, y hacen que las cargas pesen más. Entonces llega el momento en el que asumes que tienes que escoger mejor tus batallas, porque simplemente no tienes fuerzas para librar cada una de ellas. Y dejas de luchar por cosas que no son importantes, mientras aprendes a valorar los periodos de calma. Si no vistes siempre de armadura para enfrentarte a todo, tus pasos son más livianos, te cansas menos y aprecias más el camino. Aprendes a esquivar lo nocivo, porque entonces te das cuenta de todo lo que pesa, y ya no quieres más cargas.
 - Y ¿no lo echas de menos, maestro; luchar?
 - Un guerrero siempre será un guerrero, pero se puede cambiar la forma de luchar. ¿Cuántas vidas salvo ahora, siendo sanador, en comparación? ¿No te parece suficientemente heroico?
- ¿Te arrepientes de tus batallas pasadas?
- Oh, no. Cada cicatriz es una historia, y cada historia forma parte lo que soy. Si no hubiera sangrado lo que he sangrado, no habría escogido el mismo camino. Cada paso que he dado me ha traído hasta aquí. Son los errores los que nos abren las puertas de lo desconocido. Cuantos más errores cometemos, más aprendemos. Un iluso puede convertirse en un gran sabio.
- Como tú.
-Alguien más sabio que yo dijo una vez que quién domina a sus enemigos es poderoso, pero quién se domina a sí mismo es invencible.
- ¿Qué quieres decir?
- Que el guerrero siempre dormirá tras el sabio sanador, sin desaparecer, pero sin despertar excepto en caso de emergencia. Porque así lo elijo. Son nuestras elecciones las que determinan lo que somos, al fin y al cabo, así que, joven aprendiz, la primera pregunta que te planteo es: ¿Quién quieres ser tú?

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