martes, 17 de noviembre de 2015

Luto

Me resulta difícil escribir, por el bombardeo de información que recibo a diario a través de todos los medios, por la conversaciones que oigo o en las que participo.

El viernes lloré. Lloré por la noche y no conseguía dormirme. Los minutos de angustia que pasé hasta que supe que todos mis conocidos estaban bien son sólo una milésima parte de la angustia desgarradora que sienten los familiares y amigos de los que ya no volverán. E igual que lloré el viernes, lloré el domingo, oyendo a un hombre mayor hablar en Salvados desde el campo de refugiados de Zaatari, diciendo que él ya ha vivido, pero que a los niños les han arrebatado el futuro. Y lloré el miércoles pasado cuando dijeron en las noticias que Estado Islámico había matado a más de veinte niños sirios por no querer unirse a ellos.

Lloro muy a menudo, estos días. Lloro de rabia, y frustración, y tristeza infinita. A veces lloro por dentro. Otras veces las lágrimas físicas me alcanzan. Porque como leí por ahí, parece que el concepto de humanidad sólo existe en los libros.

Pero sobre todo, lloro por las reacciones. Algunos se han puesto la bandera de Francia como forma de expresar solidaridad. Otros los han criticado por ello, alegando que nadie se pone bandera de los países en los que ocurren masacres a diario. Para reforzar esa idea, se han cuadriplicado el número de noticias de ataques y asesinatos, compartidas cien veces para demostrar lo poco hipócrita que es uno, porque le da la misma importancia a las víctimas. La reacción de los primeros, los de la bandera, ha sido criticarles también por no respetar su elección e ir de progres.  Y el momento de duelo se ha convertido una vez más en una lucha de a ver quién muestra más solidaridad en las redes sociales. No todo el mundo lo ha hecho, evidentemente. Pero he visto la reacción en repetidas ocasiones.  

Luego han estado las conversaciones. De pronto todos somos expertos en política mundial. Todos estamos perfectamente enterados de lo que pasa en el mundo, y de en qué consisten los conflictos. Además de la oleada de racismo. Además de palabras como “putos moros”. Entre otras lindezas. Y las discusiones sobre si la guerra es necesaria o no. Y los muchos votos a favor de bombardear, porque las bombas son la única solución.

Ha habido gente con la inteligencia suficiente de analizar lo que ha pasado desde un punto de vista histórico, otros desde un punto de vista antropológico. A ellos les han criticado acusándolos de justificar lo que ha pasado en París. No es justificar, pero entender las causas puede ayudar a pensar con claridad. E incluso a tener conclusiones sobre qué hacer.
En resumen, mientras las familias lloran a sus muertos, el resto se pelea por ver quién tiene razón, por ver quién demuestra más de lo que sea.

“La violencia es el miedo a los ideales de los demás” – dijo Gandhi, muy acertadamente. Habría que reflexionar si no tenemos ese germen de violencia en nuestra avanzada y civilizada sociedad, en cada uno de nosotros.

Yo no sé cuál es la solución. Nunca defenderé la guerra ni la muerte como solución a nada, pero tampoco soy de ningún servicio de inteligencia como para poder analizar la situación y decir “esto es lo que hay que hacer”.  He seguido los conflictos desde hace años, no me considero inculta o ignorante, sé por qué pasan las cosas, de dónde salen las armas y aún así, lo único que se me ocurre hacer contra el terrorismo es no sentir terror. No sé cómo pararles. Al igual que no sé cómo acabar con el hambre en el mundo. O con las enfermedades. No sé cómo poner fin a todas las injusticias que le duelen tanto a la Tierra. Que me duelen tanto a mí.

Sé, sin lugar a dudas, que abriría las puertas de mi casa a cuantos refugiados cupieran en ella. Sé que compartiría mi comida. Sé que haría lo que fuera porque se sintiesen respetados de nuevo. Sé que no he sentido odio por nadie. Sé que me importan poco las fronteras y los patriotismos. Sé que no veo moros, negros, chinos, panchitos. Sé que veo seres humanos. Que sienten y piensan lo mismo que yo en muchos aspectos.

Cuando se quiebra la diferencia el miedo a lo diferente no puede mantenerse. No hay un ellos y un nosotros. Somos todos. Y cuando entendamos eso, si no es demasiado tarde, puede que la violencia y el terror desaparezcan.


“You may say I’m a dreamer, but I’m not the only one. I hope someday you’ll join us, and the world will live as one. “  John Lennon

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