domingo, 20 de enero de 2013

Y una canción de odio desesperada

Sólo somos dos extraños que se conocen muy bien. 
Cuando la cicatriz está casi cerrada vuelves a abrirla de una patada, haciendo que la sangre fluya, que me quede sin fuerzas, tiñendo de rojo todo a mi alrededor; mi vista, mis oídos, mis labios, dejando un regusto amargo con sabor a odio, a desengaño. Ya no te necesito, pero aún tienes el poder de herirme, de destruirme. ¿Qué te he hecho yo de malo? Márchate, déjame sola; una vez quise ser mejor para ti, ahora me haces sacar lo peor de mí misma. Lárgate de mi mundo, cierra la puerta del todo. Yo no soy suficiente para ti, así que ¿por qué no te decides a cerrarla? Nunca seré tu amiga. No tengas miedo de perderme. Ya lo has hecho, aunque no te hayas dado cuenta. Como nunca te das cuenta de nada; el dolor que has infligido. Y algún día, Peter Pan, no te quedará más remedio que crecer, y entonces te arrepentirás, y llorarás, porque Wendy ya no está a tu alcance. Y realmente, mira lo que has hecho conmigo, que te deseo ese mal, esa amargura, esa impotencia de haberme perdido. Que la frustración te vuelva loco, que los celos atonten tus sentidos, cuando nadie te consiga querer como yo te he querido. Cuando la soledad te haga pasar largas noches en vela abrazándote a ti mismo, cuando desees beber para olvidar que alguna vez yo haya existido, cuando te desplomes sobre alguna mujer anónima en busca de ese sentir que sigues vivo. 
Porque el amor no se muere. Y yo te quiero y te odio a partes iguales. Porque tú fuiste todo; mi amante, mi compañero, mi amigo. Y ahora sólo te quiero bien lejos, donde no puedas alcanzarme, donde no me tenga que acordar de la pelusa de tu ombligo. Porque ¿Sabes? Yo sí que soy consciente de lo que hemos perdido.

No hay comentarios: