jueves, 23 de mayo de 2013

Y así...

"Y así seguimos, luchando como barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado." F.S. Fitzgerald 
Triste. Porque ya no estás. No conmigo, ni con nadie. Desapareciste. No sé a dónde has ido. No sé si volverás. Ahora sólo queda el amor a la sombra de un recuerdo. "Amar significa no tener que decir nunca lo siento". Y ya nos hemos pedido perdón tantas veces. Triste. Porque sé que no volveré a sentirme igual. Me sentiré de otras formas, pero no con la ilusión y la inocencia con la que te quise. El ideal del "siempre" murió con mi yo vulnerable. Ya no te quiero. Pero a veces, todavía me dan ganas de llorar. Por ti. Por mí. Por nosotros. Porque fuimos como un tornado para el otro, nos arrasamos con brutalidad sin ser conscientes, y en el ojo del huracán creímos que la felicidad sería eterna. Y ahora sólo quedan los restos de la tormenta. Recogemos las piezas sin saber muy bien qué hacer con ellas. Aún tengo miedo a escuchar ciertas canciones. El poder evocador de la música es demasiado grande. No puedo luchar contra él. 

Desearía que llegara la lluvia. Que arrastrara mansamente las piezas rotas y las llevara hasta su cauce, donde se perdieran para siempre. La lluvia fina que parece acariciar la piel, creando melodías en el infinito. La lluvia que lava la sangre seca que aún molesta en la piel. Porque hemos sangrado tanto. Tú y yo. Ahora en el olvido empañado por pequeños momentos de melancolía. 

Recordé lo que era quererme a mí misma, y ya no necesito a nadie. Pero aún me acuerdo de la paz de tus abrazos. Tener a alguien que te conforte es cómodo. Es fácil. Pero ya no quiero dormir con nadie. Porque nadie mas que tú ha sido sinónimo de hogar. El hogar está donde está el corazón. Y yo soy una emigrante en busca de patria. Literal y metafóricamente. O tal vez me quedé sin corazón. Aunque a veces todavía palpita. Se agita como un pez fuera del agua, boqueando por sobrevivir. Todavía hay instantes que me dejan sin aliento. 

El mundo, la vida; es tan cruel y bello al mismo tiempo. La descripción romántica de lo sublime. Y nos atrae tan ciegamente, que vivir con intensidad parece que nos condene a morir. Aunque todos morimos. 
En realidad, no sé a dónde quiero llegar. No hay conclusiones esta vez. Ninguna gran sentencia final. Me cansé de tener siempre la última palabra. 

Me cansé también de ser siempre el error de los demás. 

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